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100 años cumple el viaducto del ferrocarril que cruzaba Amagá

La obra fue concluida en 1924 y se considera uno de los hitos claves de la ingeniería antioqueña.

  • El viaducto del antiguo ferrocarril de Antioquia en Amagá tiene dos tramos, el más grande pasa sobre la quebrada La Sinifaná. En ese punto la estructura alcanza 80 metros de altura y todavía tiene la suficiente firmeza para soportar el paso de personas y vehículos. FOTO MANUEL SALDARRIAGA
    El viaducto del antiguo ferrocarril de Antioquia en Amagá tiene dos tramos, el más grande pasa sobre la quebrada La Sinifaná. En ese punto la estructura alcanza 80 metros de altura y todavía tiene la suficiente firmeza para soportar el paso de personas y vehículos. FOTO MANUEL SALDARRIAGA
16 de agosto de 2024
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Pese a que ya han pasado más de seis décadas, la familia Arbeláez todavía conserva como un tesoro una ajada carta en la que el desaparecido Ferrocarril de Antioquia les notificó que una de sus locomotoras sería bautizada con el nombre del ingeniero Tulio Arbeláez Gómez.

Aunque de la antigua línea de transporte pareciera no quedar más que antiguas fotografías, archivos, una estación central en La Alpujarra que logró salvarse de milagro y una vía férrea oxidada que a veces sobresale de la hierba, esta familia conserva todavía fresca en su memoria su versión de la historia de una epopeya que cambió para siempre a Antioquia y Medellín, y que este año tiene una fecha especial: la conmemoración de los 100 años de la culminación del viaducto de Amagá, que aún permanece en pie sin importar el abandono.

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Aquel homenaje de la locomotora no es gratuito. Así lo explica el hijo de don Tulio, Héctor Arbeláez Restrepo, que con sus 87 años recuerda con nostalgia sus días de niño jugando cerca a las vías del tren en el Suroeste, paseándose por las locomotoras como Pedro por su casa, por cuenta del respeto y el aprecio que los maquinistas tenían con su padre.

Don Tulio se graduó como ingeniero de Minas en la Escuela de Minas en 1919 y recién egresado en 1923, luego de un par de años trabajando en la construcción de carreteras, se vinculó al Ferrocarril de Antioquia, que recientemente se había hecho a la propiedad del Ferrocarril de Amagá y alistaba la chequera para prolongarlo hasta el río Cauca.

Además de ser el primer ingeniero de una familia de Marinilla, Tulio terminó haciendo parte de un selecto grupo de técnicos que trabajó en los diseños no solo de la ampliación de la línea de Amagá, sino de otros trazados que nunca se concretaron, como el del Ferrocarril a Urabá.

Sin embargo, fueron las obras en Amagá no solo las que más perduraron en el tiempo, sino las que hicieron que Tulio conociera en el cercano municipio de Fredonia a quien luego sería su esposa y la cual dio a luz a sus hijos.

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El primer riel de la ampliación del ferrocarril de Amagá hacia el Cauca se clavó en Camilo C el 14 de febrero de 1924. El 20 de febrero, el Ministerio de Obras Públicas y el Departamento de Antioquia firmaron un contrato en el que Bogotá se comprometía a poner 20.000 pesos de la época por cada kilómetro construido. La transacción fue aprobada por la Asamblea de Antioquia el 7 de marzo de 1924.

A diferencia del tramo entre Medellín y Puerto Berrío, que tuvo como principal hito un túnel que venció el paso de La Quiebra, hacia el sur los ingenieros y obreros tuvieron que sortear empinadas laderas y grandes precipicios que implicaron la construcción de cinco túneles y dos viaductos. El más grande es el que pasa por encima de la quebrada La Sinifaná y se levanta hasta 80 metros del suelo.

La estructura es tan grande que incluso ha sido usada para la práctica del Bungee Jumping y todavía soporta el paso de motos y carros, muchos adaptados para encajarse en los viejos rieles.

Juan Pablo Arbeláez, nieto de Tulio, cuenta por ejemplo que en medio de la fiebre por reconstruir la historia de su abuelo y hacerse a una idea de cómo era transitar por las vías, la familia adaptó un jeep para transitar por los rieles.

Fuera de permitir el empalme del Ferrocarril de Antioquia con el del Pacífico, la línea hacia el Suroeste también fue clave por permitir que una Medellín en la que florecía la industrialización pudiera abastecerse de carbón y todo tipo de otras materias primas.

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Concluidas las obras, Héctor añade que su padre luego trabajó como jefe de sostenimiento en el ferrocarril y hasta estuvo encargado de unas minas de carbón de la empresa usadas para abastecer los trenes y ventas en general.

Fue un año después de su jubilación, en 1956, que la empresa decidió otorgarle su nombre a la locomotora N° 72, adscrita entonces al tren de pasajeros de la Primera División.

Desde la década de 1970, luego de que la Nación absorbió los ferrocarriles regionales, la línea de Amagá comenzó a marchitarse y dejó de funcionar mucho antes que el tramo entre Medellín y Puerto Berrío, que alcanzó en sus estertores a presenciar la llegada del metro.

Pese a que muchas nuevas generaciones ya no lo saben, los Arbeláez aún conservan en su memoria que el tren pasó por Amagá y que su abuelo fue uno de los que participó en su construcción.

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UNA OBRA QUE FORJÓ A MEDELLÍN

La historia del Ferrocarril de Amagá se remonta a 1907, año en el que la compañía fue fundada con un capital de 1 millón de pesos oro. La primera propuesta de trazado ya había sido formulada desde la década de 1870 por el ingeniero cubano Francisco Javier Cisneros. El primer tramo de la línea tuvo una extensión de 24 km, entre Medellín y Caldas, que comenzó en 1911. A diferencia de la estación central del Ferrocarril de Antioquia, aún en pie al lado del Centro Administrativo La Alpujarra, la terminal del Ferrocarril de Amagá en Medellín estuvo ubicada en la Calle San Juan con la Carrera Bolívar y no logró salvarse del ensanche. La línea de transporte fue clave tanto para el desarrollo industrial de Medellín como del Suroeste antioqueño, moviendo pasajeros, carbón, café y ganado, entre otros.

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