A punto de quedarse sin combustible mientras los astronautas buscaban un lugar seguro para aterrizar, la misión Apolo 11 estuvo a medio minuto de un potencial desastre durante el primer alunizaje con humanos a bordo. 650 millones de personas fueron testigos a través de la televisión.
Las tres cadenas principales de tv de Estados Unidos: CBS, NBC y ABC, transmitieron 96 continuadas de reportajes, entrevistas, explicaciones, simulaciones, demostraciones de cómo se manejaban los módulos, cómo eran los paneles de mando, para qué servía cada interruptor, por qué se alunizaba con el Sol a la espalda y no en el cenit (de esta manera se tenía mejor contraste de sombras). Para muchos se hizo imposible apagar el televisor e irse a la cama y menos cuando llegó el 20 de julio de 1969.
El módulo lunar Eagle –la nave que tripulaban los astronautas–, se posó en el mar de la Tranquilidad en el último momento. Seis horas y media después dos figuras blancas fantasmales en traje y cascos aparecían bailando suavemente bajo un cielo negro oscuro. Eran Neil Armstrong y Edwin Aldrin, mientras que Michael Collins, como una luna de la Luna, orbitaba sobre ellos en una solitaria vigilia.
Como volando
Hacían pequeños movimientos de salto que los impulsaban hacia arriba en medio de nubes de polvo apenas perceptibles. Parecían estar volando un poco. Hoy se pueden ver las transmisiones en Youtube. “El proyecto Apolo es el programa tecnológico más documentado en internet, no solo en archivos, hay especificaciones, planos, programas de ordenador, los planes de vuelo, las conversaciones cruzadas por los astronautas minuto a minuto”, observa en llamada telefónica Rafael Clemente, autor español del libro Un pequeño pasa paro [un] hombre (Planeta, 2019).
El título de su libro es un guiño a una confusión histórica. No es claro si las palabras “Un gran paso para el hombre... un gran salto para la humanidad” son lo que Armstrong realmente dijo dentro de su casco. El piloto juró hasta el final de sus días que había tenido la intención de decir: “Ese es un pequeño paso para un hombre”, porque de lo contrario, sintió que no tenía ningún sentido. En el libro A man on the moon: the voyages of the Apollo (New York: Penguin Books, 1994) de Andrew Chaikin, el autor registra que los historiadores y técnicos han escuchado las grabaciones de ese día una y otra vez, más recientemente, utilizando un software avanzado para mejorar el audio. Se ha convertido en una búsqueda casi quijotesca que no ha dado una respuesta definitiva.
Rezar antes de alunizar
Después de que la tripulación se preparara para una posible emergencia tuvo tiempo para otros asuntos. Ambos pilotos se maravillaron ante la vista desde la ventana: el Eagle había descansado en una amplia y plana llanura, abajo se veían cráteres de diferentes tamaños con rocas y riscos por todas partes. En la distancia se divisaban crestas bajas de alrededor de 6 a 9 metros de altura. Armstrong se alegró de poder evitar todas las obstrucciones: si el módulo lunar hubiera aterrizado con demasiada inclinación, su salida podría haberse visto afectada.
Antes de llegar Armstrong y Aldrin tenían algunas tareas técnicas que hacer en medio de la navegación. Lo que seguía en la línea de tiempo era un “período de descanso”, una siesta programada por la que ninguno de los dos estaba particularmente interesado, pero que se había insertado en el plan de vuelo por insistencia de los médicos.
Esto les dio un poco de tiempo para la reflexión personal, y para Aldrin, parte de eso sería dedicado a su fe. La religión y los vuelos espaciales no siempre se han sentido cómodos juntos, aunque es sabido muchos de los astronautas asistían regularmente a la iglesia.
La lectura de los primeros versículos del Génesis durante el vuelo del Apolo 8, narra Clemente quien vivió de cerca el despegue del Apolo 15, “es uno de los grandes momentos de la historia de los vuelos a la Luna de la Nasa y tuvo un gran impacto emocional”.
Aunque en general fue bien recibida, algunos consideraron que era inapropiado y al menos una persona demandó a la Nasa: Madalyn Murray O’Hair, fundadora del grupo de ateos americanos, por presunta infracción de los derechos de la Primera Enmienda. La Corte Suprema desestimó la demanda, pero la Nasa se hizo reacia a las expresiones religiosas en el espacio.
Algo semejante se repitió en el Apolo 11, aunque ya de manera más privada. Clemente narra que Edwin Aldrin es presbiteriano y una persona religiosa, infiltró un pequeño cáliz, vino, pan para celebrar la eucaristía en la Luna. Por las manifestaciones ateas la Nasa no quiso correr riesgos y mantuvo la ceremonia en un plano privado. Solo pidió unos segundos de recogimiento para que cada uno diera las gracias. “Fue la primera ceremonia religiosa celebrada en la Luna. Me recuerda a la primera misa celebrada en América cuando llegó Colón”, cuenta Clemente.
Las primeras descripciones
Un año después de que humanos vieron de cerca esa colosal roca a bordo del Apolo 8, se logró plasmar una huella en ella. En medio de la transmisión de televisión los espectadores en la Tierra sintieron un gran alivio al escuchar “El Eagle ha aterrizado” y un gran orgullo sabiendo que, por primera vez, los seres humanos estaban en la Luna.
Aldrin, durante la caminata lunar, describió una “magnífica desolación” y agregó detalles sobre lo que veía: “Parece una colección de casi todas las formas, angulosidades, granularidades, sobre todas las variedades de rocas que puedas encontrar. El color . . . varía bastante”. Los geólogos en el cuarto de atrás en Houston escuchaban atentamente.
Lo mejor es lo simple
Todo el programa Apolo fue una apoteosis de la ingeniería, opina Clemente, “una demostración de cómo resolver problemas muy complejos, de la manera más simple y eficiente posible y eso implica también más rápido”. Fue la premura de tiempo, solo nueve años pasaron desde el pistoletazo de Kennedy hasta la llegada a la Luna.
La elegancia de las soluciones que se encontraron en todo el programa Apolo es excepcional según destacan ingenieros como Clemente. “La simplicidad equivalía a seguridad, cuántas menos piezas hubiera en un mecanismo, más probable era que funcionase sin fallos y Apolo consiguió una economía de medios en todo su diseño”.
Así se harán las próximas misiones espaciales. Ese es uno de los grandes legados de Apolo: la simplicidad y el trabajo en equipo que logró.
Antes de ese día, la Luna, que era una metáfora para lo inalcanzable – “llévame a la luna”, cantaba Frank Sinatra– se convirtió en un lugar en la que dos humanos pasearon.