Una explosión más poderosa que 85 plantas hidroeléctricas Hoover de Estados Unidos o siete de la presa de Las tres gargantas de China –la más grande del mundo– se realizó para impulsar una nave de la Tierra a la Luna. Eso fue hace 50 años y a bordo de un cohete Saturn V con un peso equivalente a la de unos 400 elefantes de los más grandes en la Tierra (3.000 toneladas).
La Nasa situó los asientos de los invitados en una tribuna a 5 kilómetros de distancia (como ir del estadio al Coltejer, así de lejos). El estruendo de hasta 220 decibeles en el despegue –el más fuerte producido por el hombre– los alcanzó 15 segundos después. El mundo se paralizó frente a la pantalla del tv.
Una vez en el espacio, Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins escaparon de la órbita de la Tierra, viajaron a la órbita lunar, luego desacoplaron parte de su nave espacial y la dirigieron hacia abajo para un impacto suave en un mundo alienígena. Y quizás aún más impresionante, después de dar un paseo, volvieron a subir a su vehículo lunar, se lanzaron desde la superficie de otro cuerpo planetario, se unieron al módulo de comando orbitando aproximadamente a 96 kilómetros por hora sobre la superficie lunar y dos días después regresaron a Tierra, salpicando el Océano Pacífico y a salvo.
Ante los ojos de muchos, saltar a unas vacaciones marcianas sería el paso a seguir luego de esta hazaña, al menos eso imaginaron los soñadores de todo el mundo. Sin embargo, ningún humano ha regresado a la superficie lunar desde que el último astronauta del Apolo 17 (fueron seis misiones tripuladas en total) lo abandonó en 1972, entre otras cosas por costoso, dice César Augusto Ocampo Rodríguez, ingeniero aeroespacial de la Universidad de Kansas, máster y PhD. en Astrodinámica de la Universidad de Colorado (Espere entrevista con Ocampo, colombiano en la trinchera del lanzamiento lunar de 2024).
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Antes del fin de 1970
El aniversario del hombre a la Luna recuerda que el ambicioso objetivo de ir hasta allá es plausible en un plazo corto y con la suficiente voluntad política: Apolo 11 fue un testimonio de que la humanidad puede hacer grandes cosas en medio de tiempos difíciles.
Era un momento en el que los computadores tenían el tamaño de una gran habitación y la capacidad de una calculadora moderna, Estados Unidos estaba perdiendo la guerra en Vietnam, las mujeres, por primera vez, marchaban en las calles por la igualdad y los afroamericanos con frecuencia sacrificaban sus vidas por el derecho a ser tratados como seres humanos plenos.
Volver hasta allá
Entre 1959 y 1973, la Nasa destinó 23.600 millones de dólares a explorar la Luna. El programa tuvo un costo de 25.000 millones de dólares –sin incluir el coste de infraestructuras– que, también teniendo en cuenta la inflación, equivaldrían a unos 152.800 millones de dólares actuales. La mayoría de esos ingentes fondos fueron destinados a Apolo. “Solo el canal de Panamá se asemeja en tamaño al programa Apolo como el mayor esfuerzo tecnológico no militar jamás efectuado por Estados Unidos”, escribió la Nasa en un análisis histórico que está publicado en su sitio web.
El tan anhelado retorno de humanos a la Luna en 2024 está en planes desde hace años y podría costar unos 30.000 millones de dólares, sorprendentemente menos costoso que hace 50 años. “Será más barato porque hay una tecnología ganada, un camino recorrido”, cuenta David Pineda, ingeniero y cofundador del programa en Ingeniería Espacial, quien agrega que hoy todo el programa Apolo –incluyendo investigación y desarrollo– costaría 169 billones de dólares (539 millones de millones de pesos colombianos o toda la fortuna de Jeff Bezos, el más rico del mundo).
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Las misiones espaciales son costosas. Se ha estimado que el valor de la Estación Espacial Internacional fue de alrededor de 100 mil millones dólares. Incluso se estima que el Telescopio Espacial Hubble, entre su construcción, lanzamiento y servicio en órbita, ha costado más de 10.000 millones durante su vida útil hasta la fecha.
Sin embargo, a futuro los costos bajarán. “Para todo el programa y para alcanzar una presencia humana sostenible en la Luna estamos hablando de entre 20.000 y 30.000 millones de dólares”, dijo el director de la Nasa, Jim Bridenstine en una entrevista con CNN.
La primera mujer, lo que sigue
La Nasa prometió llevar a los próximos humanos de nuevo a la Luna y esta vez para quedarse. Artemisa, nombre de la hermana gemela de Apolo en la mitología griega, fue el nombre que reveló Bridenstine el pasado 13 de mayo en su cuenta de Twitter, para esta misión. Se dio luego de que se conociera que la administración del presidente Donald Trump incrementó su presupuesto como un esfuerzo para impulsar la nueva visita humana al satélite.
Con Artemisa buscarán poner a la primera mujer norteamericana en el satélite natural de la Tierra. Así mismo este programa supondría el retorno de las misiones tripuladas: en el anuncio se menciona el viaje de una mujer y un hombre que alunizarían en su polo sur. Serán estadounidenses porque son ellos los que se planean el reto.
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Hay otras propuestas, pero sin tripulación. En diciembre de 2017 el presidente Trump firmó la Space Policy Directive 1 (Directiva 1 de la Política Espacial), en la que le exigía al administrador de la de Nasa enviar humanos a la luna por primera vez desde 1972 y “liderar un programa de exploración innovador y sostenible con socios comerciales e internacionales para permitir la expansión humana en todo el Sistema Solar y traer de vuelta a la Tierra nuevos conocimientos y oportunidades”.
Las misiones Apolo representan un logro singular que alteró la visión del Sistema Solar. Mientras se celebra el 50 aniversario, ningún otro ser humano ha caminado encima de otro cuerpo planetario desde que Harrison “Jack” Schmitt y el difunto Gene Cernan salieron de la superficie lunar, durante la misión del Apolo 17 , el 14 de diciembre de 1972.
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