Los artistas que crearon sus obras a mediados del siglo XX, como ellos, vivieron un cambio: dejaron de producir enfocados en la realidad y los problemas locales —como lo hicieron Pedro Nel Gómez y Eladio Vélez— y dirigieron su mirada al espíritu del mundo. Dice el curador Santiago Rueda que cobraban relevancia “los avances en el transporte terrestre y aéreo, las telecomunicaciones, el desarrollo del mercado, el comercio y la fe en el progreso, propia de los años 60”.
En 1946, Avianca inauguró sus frecuencias a Quito, Lima, Ciudad de Panamá, Miami, Nueva York y algunas ciudades de Europa. Los viajes de los artistas se volvieron más frecuentes, pues eran la manera de aprender, encontrar inspiración y establecer conversaciones con colegas de otros países. Ya no llegaban tan tarde las noticias de las movidas artísticas, era posible acceder y participar en lo nuevo, en las tendencias.
Para la curadora Sol Astrid Giraldo, una figura clave en el mundo del arte de esa época fue la crítica argentina Marta Traba, que trabajó con artistas como Fernando Botero, Luis Caballero y Eduardo Ramírez Villamizar para ayudarlos a establecer contactos alrededor del mundo que los impregnaran de modernidad. En eso concuerda Rueda, quien afirma que estos artistas “adaptaron corrientes, movimientos, tendencias y estilos internacionales a una realidad propia, redefiniendo los términos del arte moderno en temas, situaciones y una poética propia que, a la vez, puede verse como perteneciente a la generación anterior”.
Según Giraldo, Traba insistió en dejar de pensar en lo local, en el costumbrismo o las preocupaciones sociales que venían trabajando artistas anteriores, y comenzar a plantearse los lenguajes del mercado internacional, que estaba hablando en pop y abstracto. En esto la siguieron muchos nombres como Botero, Obregón, Negrete y Ramírez Villamizar, quienes lograron el primer reconocimiento del arte nacional en el extranjero.
Cada uno formó un lenguaje propio. Sí se inspiraron en un pasado formal, pero más lejano, como los renacentistas que tanto se apreciaban en Italia, a donde todos viajaron como parte de su formación. El objetivo era que su producción no se relacionara directamente con su lugar de procedencia, que se defendiera por sí misma.
Beatriz González escogió un camino diferente, pues pese a formar parte de la misma generación su estilo surgió posteriormente y, añade Rueda, se educó en el momento en que se afianzaban los museos de arte moderno en Colombia. Era más fácil viajar y educarse afuera, y artistas como ella ya se fijaban en contemporáneos exitosos como Andy Warhol, que es su gran influencia. González pensó en los medios de comunicación, la historia del arte, las cosas cotidianas y populares; el uso del color estridente, y de la fotografía como apoyo y recurso para la obra terminada; además, “asumió la idea de que el artista era un observador de su sociedad, un observador crítico”.
Así terminó convertida en la primera contemporánea de la historia. González continuó leyendo el entorno, inspirándose en Colombia, pero le dio un vuelco a la expresión tradicional, para jugar de manera más arriesgada con la técnica y el color. En su momento, eso no la hizo tan popular como Obregón o Botero, pero ahora su importancia es más que notable.
Los artistas modernos fueron los que le dieron reconocimiento internacional al arte colombiano, especialmente Fernando Botero. Además, dejaron la puerta abierta para que fluyeran las ideas. De la modernidad, que experimenta y conversa con el exterior, se pasó a lo contemporáneo, que aprecia su raíz, y ejerce una mirada crítica de su entorno. Extraordinariamente, la pionera de este cambio fue una mujer que debía ser moderna por su generación, pero se hizo contemporánea antes que nadie, Beatriz González, el gran nombre del arte colombiano hoy. En este año en el que se celebran tres cumpleaños, y un aniversario, recordamos sus carreras.

Botero ha hecho grandes donaciones de su obra y de su colección personal en el país. FOTO ARCHIVO
Fernando Botero
Escultor, pintor y dibujante
1932, Medellín, Antioquia
Una obra para ver: Mona Lisa a los 12 años
La evolución de su estilo fue un proceso que se observa en el entorno local, gracias a las donaciones que hizo a instituciones públicas de Medellín y Bogotá. En Colombia, hay obras de Botero para cada una de las técnicas y temáticas que el artista ha trabajado: “Pintor, escultor y dibujante de gran nivel, lo que lo hace un artista integral”, dice Camilo Castaño, curador del Museo de Antioquia. Sus obras combinan la alta cultura con referentes de la cultura popular y la historia colombiana, además de una marcada relación con el territorio.

Los suicidas del Sisga es una obra clave en el trabajo de Beatriz González. FOTO ARCHIVO
Beatriz González
Escultora, pintora y grabadora
1932, Bucaramanga, Santander
Una obra para ver: Los suicidas del Sisga
Para Santiago Rueda, es sin duda la artista colombiana viva más importante. “Desde Los suicidas del Sisga supo combinar el arte internacional, en su caso, siguiendo la estrategia de Andy Warhol en su interés por la muerte, la imagen serializada, los medios de comunicación y la cultura popular, temas que fue desarrollando década tras década hasta inevitablemente desembocar en lo que sería su gran tema en los últimos 30 años: el conflicto armado en Colombia”.

Ramírez Villamizar fue más reconocido por sus esculturas. FOTO ARCHIVO
Eduardo Ramírez Villamizar
Escultor, pintor y dibujante 1922-2004
Pamplona, Norte de Santander
Obra: Nave espacial
Para el curador Santiago Rueda, junto a Edgar Negret conforman el dúo de los principales escultores abstractos en Colombia, “el mejor ejemplo del artista moderno que se mueve entre la racionalidad y la emoción”. Ramírez fue pionero en el uso del acrílico como un material, además, según Rueda, fue un excelente pintor y mentor de los escultores de Medellín, sin haber vivido en la ciudad.

Aníbal Gil fue determinante en la escuela de grabado de los artistas antioqueños. FOTO ARCHIVO
Aníbal Gil
Escultor, pintor y grabador
1932, Don Matías, Antioquia
Una obra para ver: La ofrenda
En el grabado hizo lo más sobresaliente de su producción, dice la curadora Sol Astrid Giraldo, y también ejerció la pintura y el dibujo. Estudió pintura en Italia, donde se formó en la Academia de San Marcos y en diversos museos europeos. Tuvo un periodo expresionista y su carrera académica fue muy importante para el entorno de las artes locales, pues se convirtió en maestro de varias generaciones que pasaron por la Universidad de Antioquia,