La nueva canción de los Beatles empieza en un triste acorde de si bemol y lo sigue un fa menor —con una simple variación: lleva el bajo en la bemol—, esa mezcla simple lo aniquila todo como un agujero negro. Las progresiones menores sumen, con ese rasgueo lánguido de guitarra y ese piano acústico que revienta la madera, toda la atmósfera en una oscuridad triste. La introducción y la primera parte de la estrofa no tiene ninguna variación. Escuché la canción en una habitación de hotel hace pocos días y de inmediato empecé a llorar sin contención. Lo digo con pudor: en esa armonía intuí la letra.
No he sido un fanático de los Beatles; me gustan algunas de sus canciones, me parecen lo que a todo el mundo, es decir, que son enormes y que cambiaron la música moderna y bla bla bla. Así que mi llanto no fue por el milagro de escuchar la voz de John Lenon recobrada desde la tumba de una cinta de casete con Inteligencia Artificial —un disco, un libro, una pintura se convierten en la tumba del artista, que desde el más allá sigue hablando—; se debía a que desde su fondo esa canción en otra lengua que no entiendo a pleno oído me estaba señalando, señalaba mi fondo. El milagro está ahí, en que la música todavía nos diga algo y no solamente nos azote la entrepierna.
Se dice que el arte es intemporal —me siento un estúpido escribiéndolo—, que no tiene un cauce que lo contenga, y el cuarteto de Liverpool lo confirma con esta simple canción. Mientras escribo esto escucho la canción y en el minuto 1:57 percibo en el audífono izquierdo un rasgueo de George Harrison, un rasgueo que puede hacer cualquier persona con dos meses de clases, muy simple, y no puedo evitar conmoverme, no sé por qué. Sé por qué: ese rasgueo lo hice muchas veces ante una voz que ahora viene a mí como de un casete intemporal que me asesina.
A todas estas, la canción se llama Now and then y hace parte de tres demos que grabó Lenon en 1977. Dice la historia, ahora sabida, que en 1995 Yoko Ono —viuda de Lenon— le entregó esos demos a Paul McCartney, quien —genio como es— se metió al estudio para grabar junto a los otros dos Beatles —Ringo Star y George Harrison—. De ese trabajo se conocieron en su momento dos canciones: Free as a Bird y Real Love, que fueron una dicha para los fanáticos, que como los eternos enamorados esperan sentados un regreso, como Penélope. Now and then no se publicó porque era imposible recobrar la voz de Lenon, pero la tecnología hizo lo suyo y ahora tenemos esta canción de la que nadie sabía. Now and then fue un secreto.
Vuelvo a los acordes.
En el coro la tristeza reposa porque empieza en un alegre acorde de sol sostenido mayor —es una típica transición de los Beatles— mientras Lenon y los coros de McCartney y Ringo dicen la palabra “Now”, es decir “ahora”, la felicidad viene con una palabra que nos dice del presente, es una roca para caer precipicio abajo en do menor, acorde que recalca la frase “miss you”: “te extraño”.
La canción se toma su tiempo. Cada elemento está pensado, los acordes tienen intención sobre las palabras; las cuerdas marcan en negras y suben una borrasca para engrandecerse sobre la tormenta, para ver el pasado desde allí y fijarse en un futuro promisorio de amor; el pequeño solo de guitarra remarca la melodía de la voz, remarca las palabras.
“Now and then, I miss you”.
