En noviembre de 1994, con tan solo dieciocho años, Fernando Tobón recibió una llamada de Juan Esteban Aristizábal, por aquel entonces líder de la banda de rock colombiana Ekhymosis, quizás la más popular de la época. El motivo: buscaba un guitarrista para la producción del tercer trabajo de la agrupación, Amor Bilingüe. Esa llamada fue el inicio de una amistad muy fuerte, la unión de dos nombres que cambiarían el rock colombiano.
A principios de los años 90, Toby —como se le llamaría para siempre a Fernando— había adquirido notoriedad como guitarrista en el underground de las clases medias de Medellín —de la cual también provenía Aristizábal—, luego de formar Broken, agrupación de heavy metal con la cual estuvo dos años. Su nombre resonaba en la ciudad por ser músico de sesión en Codiscos, Discos Fuentes y Discos Victoria, donde había grabado guitarras para Los Chiches Vallenatos, Los Diablitos, Los Tupamaros, El Tropicombo, entre otros. “Por aquellos días era difícil vivir de la música, y mucho más del rock, así que había que buscar la forma de monetizar los conocimientos que desde niño había adquirido en la guitarra, sin importar para quién tocara —explica—. Además, haber incursionado en estos géneros me dio una perspectiva diferente de la música y me llevó a desarrollar diversas técnicas sonoras que después apliqué para otros artistas”.
Primeros años
En su casa siempre estuvo presente la música. Su papá era melómano y tocaba bien la guitarra, interpretaba boleros, valses y música colombiana. En la casa tenían un piano y un cancionero, así Toby aprendió a tocar. “Fernando tiene buen oído”, decía el padre al escuchar la rapidez con la que su hijo sacaba los acordes. “Un día mi papá me sentó, me puso la guitarra y me enseñó dos acordes y un ritmo de vals con el que se tocaba La nieve de los años, Cenizas al viento y otras canciones. Después, otros dos acordes. Así aprendí a tocar música vieja”.
A mediados de la década del 80, con diez años, escuchó rock, reemplazó la guitarra clásica por las pulsiones de la guitarra eléctrica, lo cual no agradó a su padre, quien, aunque reconocía su potencial, no deseaba que uno de sus hijos se dedicara a la música, y menos al rock. Para 1988, Toby se enganchó con el sonido de Van Halen y Whitesnake, “sonidos que, era entendible, alteraba la psicología y la mentalidad de una generación como la de mis padres”.
Ese mismo año conoció a Kraken: “Nada se parecía en Medellín, ni siquiera en Colombia, a lo que ellos hacían. Cambiaron el sonido de la ciudad y masificaron el metal local. Cautivó a los de nuestra generación: publicaban discos, daban conciertos y su imagen era muy llamativa y atrevida” —explica Toby. Desde ahí, la música absorbió todo su tiempo, era lo que lo motivaba y hacía feliz. Después buscó amigos que tuvieran los trabajos de Kraken y otras bandas de la época, que tuvieran guitarra eléctrica, y pensó en adquirir instrumentos, pedales, amplificadores y revistas que publicaran información actualizada de la escena rock.
Hugo Restrepo, el formador
Toby cumplió quince años y su papá, sin mucho entusiasmo, le regaló una guitarra eléctrica. A los pocos días conoció al guitarrista de Kraken, Hugo Restrepo. Más con resignación que con complacencia, su padre aprobó que su hijo tomara clases. “Con mi nueva guitarra salía todos los jueves a la 1 de la tarde, tomaba un bus de Circular Coonatra y me iba hasta Carlos E. Restrepo, donde Hugo daba las clases”. En diez meses, Hugo le enseñó a coger la púa, la escala mayor, la distorsión, algunos riffs y otras técnicas propias del rock, hasta llegar a su casa y sacar de oído canciones como Breaking de Law, de Judas Priest, y algunas de Iron Maiden y Metallica.
Músico de sesión
Depurada la técnica con Hugo Restrepo, Toby formó, tiempo después, tres bandas: Humano X, Broken y Signos, bandas con las que ganó reconocimiento en la ciudad. Fue el músico caleño César Cuervo, quien después de escuchar Broken y los solos de guitarra de Toby, un día lo llamó para ser músico de sesión para la canción La chica gomela, de los Tupamaros; vinieron contribuciones con El Combo de las Estrellas, La Sonora Dinamita, Fruko, Los Chiches Vallenatos, El Tropicombo, Guayacán, Darío Gómez, Rodolfo Aicardi, Carmenza Duque, entre otros.
“Yo tenía un reto: no decepcionar a mi papá. Cuando un día le conté sobre los artistas para los que estaba grabando, y que además me estaba generando algunos ingresos, fue dejando a un lado sus prejuicios y empezó a ver lo que hacía con buenos ojos, se fue entusiasmando y cambió esa imagen negativa que tenía de los roqueros”.
Ekhymosis y la
consolidación internacional
“Toby, parece que te están buscando de Ekhymosis”. Corría el mes de octubre de 1994, Toby vivía en Miami. Quien lo llamaba, desde Medellín, era Felipe Arango, amigo y exintegrante de Broken. El nombre de la agrupación había llegado a oídos de Ekhymosis, por aquellos días la banda de rock de moda en Colombia, quienes habían escuchado la canción Falsamente, donde se dieron cuenta de los poderosos riffs y del solo de guitarra de Toby. Un día, la agrupación decidió asistir a una presentación de Broken. Quedaron impactados con el sonido y la calidad técnica de la banda.
Toby planeaba regresar a Medellín, aburrido de vender discso en una discotienda. Ni quería trabajar allí ni ser gerente de la tienda ni nada por el estilo. Así que, después de la llamada de Arango, anticipó su regreso.
Pocos días después sonó el teléfono de su casa. Toby no estaba pero contestó su madre. Al regresar, su madre le dijo: “Mijo, lo acaba de llamar disque Juan Esteban Aristizábal, de Exquimoxix y le dejó este número”. Toby devolvió la llamada. Le contestó el mismo Juanes: quería invitarlo a una audición, pues estaban buscando nuevo guitarrista para la banda. Era noviembre de 1994.
Para enero de 1995, Toby se encontró con José Lopera (batería), Felipe Martínez (percusión), Alejandro Ochoa (teclados), Andy García (bajo) y Juan Esteban Aristizábal (voz y guitarra) en los estudios de Codiscos, en Medellín, para grabar las guitarras de Amor Bilingüe (1995), el tercer álbum de estudio de la banda. Grabó dos discos más: Ekhymosis Unplugged Acústico (1996) y Ekhymosis (1997). De este último trabajo, Toby ofrece uno de los solos de guitarra más memorables y de mayor recordación en la historia del rock nacional, el cual está incluido en la canción La tierra: con guitarra acústica y un aire flamenco, inspirada inconscientemente en Fantástica fiesta, de la Sonora Matancera, su sonido pareciera ser una ejecución de Gipsy Kings o del mismo Paco de Lucía.
Etapa con Kike Santander
Para el año 2000, ya disuelto Ekhymosis, Toby, junto a su amigo y excompañero de banda, Andrés Múnera, se enteraron de que Kike Santander estaba armando un grupo de producción musical en Miami, pues no daba abasto con la demanda que tenía. Al lado de Santander, Toby desplegó su experiencia, talento y habilidades. “Nuestra primera gran producción fue la canción Amor espiritual, del álbum Piedras y flores, de Amaury Gutiérrez”. Al lado de Santander, trabajó con Ricky Martin, Cristian Castro, Jennifer López, David Bisbal y Diego Torres. Su graduación musical llegó en 2002, al coproducir, junto a Múnera, Jose Gaviria, y el propio Santander, la melodiosa y festiva Adouma, de Carlos Santana, canción que abre su aclamado álbum Shaman, en el que Toby, además, toca el bajo, la guitarra eléctrica, la mandolina, el cuatro y hace coros.
El nuevo llamado de Juanes
En 2001 Juanes lo llamó para que lo acompañara como guitarrista en la parte final de la gira Fíjate bien. Volvieron los amigos al ruedo y participó como bajista en la producción de sus tres siguientes trabajos: Mi sangre (2004), La vida es un ratico (2007) y P.A.R.C.E. (2010), girando en continuo hasta 2014, cumplieron trece años juntos, hasta que le sobrevino una enfermedad.
En 2014, fue diagnosticado con el síndrome de Tolosa-Hunt, enfermedad que se caracteriza por un intenso dolor debido a la inflamación granulomatosa no específica del seno cavernoso, algo que casi le cuesta la vida y que disminuyó sus capacidades creativas y su exigencia física, alejándolo durante cuatro años de los escenarios y de la industria musical, a los que regresaría en 2018, ya recuperado, para ser guitarrista y productor del cantante colombiano, Sebastián Yatra, con quien trabaja desde entonces.
—¿Qué importancia tuvo Ekhymosis para la historia del rock en Colombia?
—Con Niño gigante, Ekhymosis llevó un sonido distinto a los jóvenes de la ciudad. Impactaban con su sonido estruendoso, sus pintas y la actitud en el escenario, haciéndose visibles dentro de la cultura rock y metalera de Medellín. Tiempo después, con la publicación de Ciudad pacífico, afianzaron un sonido internacional, más comercial, alejado del metal, pero a la vez más autóctono. Algo similar experimentaba otras agrupaciones latinas, que se alejaban de los convencionalismos propios del género. Ekhymosis es la primera banda de metal en Colombia que explota otras tendencias. Esa transición musical, despojada de radicalismos que no iban a llevar a ninguna parte a la banda ni harían un aporte significativo al rock nacional, fue un acierto. El sonido de Medellín también está en Ekhymosis, sonido que ayudaron a construir otras bandas, cada una en su estilo y en su época, como Bajo Tierra, I. R. A., Estados Alterados, Reencarnación, La Pestilencia, Mascare, Parabellum, y, cómo no, Kraken.
—¿Cómo ve el futuro del rock en Medellín?
—No todo está perdido, pero hay que mirar a las plataformas digitales. Indudablemente hay unas circunstancias sociales y generacionales asociadas a la moda, que hoy es el llamado ‘sonido urbano’. Cada generación va pidiendo cambios, exigiendo nuevos sonidos. Por eso el rock de la ciudad, como género, como meta, con el tipo de público que tenemos, está estancado en su parte comercial y debe renovarse. Pero si usted entra a las plataformas digitales, va a encontrar cientos de artistas y agrupaciones locales haciendo rock, muchos de ellos con propuestas muy buenas y novedosas, quienes tienen la posibilidad, a través de estas plataformas, de grabar y comercializar su música. Ahí está la esperanza. Hay nicho roquero en la ciudad. Solo mire la acogida de público y la diversificación de subgéneros de rock y metal que cada año crece más en el
Festival Altavoz.