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En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • El estudio de Felipe Vargas, restaurador de archivos

El estudio de Felipe Vargas, restaurador de archivos

Por: Alfonso Buitrago Londoño | Publicado

Este 9 de octubre se celebra el Día Nacional de los Archivos, con el que se honra la labor silenciosa de quienes se dedican a la preservación de documentos históricos. Entre ellos, Felipe Vargas, restaurador del Archivo Histórico de Medellín, por cuyas manos han pasado documentos de más de 300 años, que nos traen al presente cómo era la ciudad recién fundada y a los que su labor garantiza por lo menos el doble de la vida que han tenido.

En el Archivo Histórico hay documentación desde 1675 hasta nuestros días. Dispuestos uno tras otro, sus documentos abarcan 2 mil metros lineales, que si se dispusieran hojita sobre hojita equivaldrían a once veces y media el edificio Coltejer.

Sobre el periodo colonial hay 92 tomos, que están incluidos en el registro de la Memoria del Mundo para América Latina y el Caribe de la Unesco, obviamente por la información que contienen y por todos los procesos archivísticos y de restauración que han marcado su permanencia y puesta en valor en el Archivo.

El Archivo Histórico de Medellín está ubicado en la calle Colombia, entre Girardot y El Palo (calle 50 # 43 – 64), en una casa centenaria en la que habitó hasta mediados del siglo pasado la familia Villa Gaviria. Su fachada está intervenida y en ella se puede apreciar una expocisión permanente que intenta responder tres preguntas que nos definen como especie y que también resumen el quehacer del Archivo: ¿Qué fuimos? ¿Qué somos? y ¿Qué seremos?

Aunque la misionalidad del lugar es conservar y poner en valor toda la información oficial desde los días del Cabildo hasta hoy (La Alpujarra), allí se custodia el fondo documental radioperiódico Clarín, donación de Miguel Zapata Restrepo en el año 2000. 852 tomos que contienen 500 mil noticias emitidas entre 1959 y 1988.

El oficio de restaurar archivos

Felipe Vargas es restaurador y conservador de bienes muebles del Archivo Histórico de Medellín. En entrevista con GENERACIÓN cuenta cómo conservan el patrimonio documental de la ciudad.

El Archivo Histórico de Medellín conserva los documentos oficiales de la municipalidad desde el período colonial hasta la actualidad. En él se analizan, clasifican y digitalizan para garantizar que los investigadores presentes y las generaciones futuras cuenten con información de primera mano para comprender cómo nos hemos ido construyendo como sociedad.
La restauración y conservación de archivos implica controles de humedad y de temperatura y procesos de limpieza y estabilización de sus soportes materiales, de las tintas, del papel, que permitien que duren el doble de lo que han transcurrido hasta nuestros días.
El bisturí es la herramienta más usada por los restauradores, les permite limpiar y eliminar material agregado. También utilizan brochas de cerdas naturales, muchos pinceles y papeles japoneses para darle refuerzo y estructura al papel desgastado.

¿Cómo es el proceso de restauración de un documento, en lo más básico que nos puedas contar?

Parte de todo es del diagnóstico. El diagnóstico es la evaluación inicial, donde identificamos los principales problemas que tienen los documentos. En esos problemas vemos qué hay que recuperar, qué hay que detener y cuál es el plan de acción, qué es lo que hay que seguir.

¿Cómo ejemplificarías ese diagnóstico? ¿Qué es lo que tiene o qué hay que recuperar en un documento?

Sobre todo la información. Son soportes donde está almacenada documentación histórica. Esa información hay que llevarla a las futuras generaciones y nosotros lo que hacemos es detener los deterioros presentes, que se pueda leer esa información y recuperar al máximo lo que a veces no se puede leer de un documento particular y que podamos verla a futuro.

¿Cuáles son los documentos más antiguos que has restaurado acá en el Archivo Histórico de Medellín?

Aquí hay documentos desde 1638. Esos han sido los más antiguos que he restaurado.

¿Qué tipos de documentos?

Son documentos que evidencian el periodo colonial. Documentos capitulares, actas, que vienen de España, que se escribieron acá, hechos por los escribanos. De ese tipo son los más antiguos que he restaurado.

Esos documentos fueron escritos a mano alzada, ¿qué dificultades hay para recuperarlos, para entenderlos? ¿Es difícil?

A veces es complejo. Son todos manuscritos, los más antiguos son manuscritos y no existían unas normas ortográficas, entonces los escribanos escribían con muchas abreviaturas y eso complica el proceso. Hay que saber un poco de paleografía para poder leer y entenderlos, y que cuando uno esté en un proceso de limpieza no esté eliminando información vital, importante.

Hablemos de las herramientas que se utilizan en la restauración de documentos, ¿cuáles son las más comunes? ¿Para qué sirven?

El más común es el bisturí. Hay diferentes tipos de bisturí, diferentes tipos de mangos, diferentes tipos de cuchillas. Es el que más usamos los restauradores, porque nos permite hacer limpiezas, eliminar material agregado. En las encuadernaciones nos permite hacer cortes. Tenemos las espátulas, muchas son de la odontología, adoptadas a nuestras necesidades, espátulas para limpiar, remover elementos agregados. Espátulas de hueso que permiten plegar y para procesos de encuadernación. Son de materiales como el hueso, que son lisos. Brochas con cerdas naturales y de diferentes tamaños para procesos de limpieza y para agregar materiales adhesivos. También utilizamos muchos pinceles, papeles japoneses para darle refuerzo y estructura al papel desgastado. Y son materiales que son muy compatibles con esos originales. Además, nuestros procesos son reversibles, se pueden retirar en determinado momento sin afectar esos originales. Son los criterios y los principios de conservación, que nuestras intervenciones se puedan retirar posteriormente sin afectar los originales.

A un documento de 1638, por ejemplo, ¿cuánta vida útil le garantizan una restauración?

Pues no lo medimos, pero ya ha llegado desde 1638 hasta nuestros días, entonces por lo menos eso y el doble más. Además se puede garantizar por la calidad de los materiales y las condiciones de conservación, que las hemos mejorado en el entorno donde se conservan los documentos, con controles de humedad, de temperatura, procesos de limpieza y estabilización de sus soportes, de las tintas, del papel, que permiten que duren el doble de lo que han transcurrido hasta nuestros días.

O sea que tu trabajo le garantiza un nuevo ciclo de vida a un documento, podemos decirlo sin exagerar.

Pues sí, esa es la idea de nuestro proceso, si se conservan las condiciones óptimas, porque no es dejarlos ahí en el olvido, sino ir mirando y rescatando esa información, también con procesos asociados de apropiación de ese patrimonio, que la gente, el ciudadano, conozca qué es lo que hay allí, qué es esa información.

¿Algo que recuerdes que hayas rescatado o recuperado?, ¿algo particular de un documento que hayas encontrado, que guardes en tu memoria?

Particularmente acá es muy representativo un censo de la ciudad del siglo XIX, como de principios del siglo XIX, que restauré y ese censo de la ciudad da cuenta de los habitantes, sus oficios, y estaba en muy mal estado de conservación, muy deteriorado, muy fragmentado. Un solo folio mide más de tres metros, entonces eran fragmentos muy pequeños, tardé mucho tiempo, pero recuperamos esa información. Se puede ver qué hacían las personas, cuántos habitantes tenía la ciudad, cuál era el oficio, el género.

¿Cuál crees que es el valor de un restaurador para una sociedad?

Pues detener los procesos de deterioro de los soportes materiales, pero también rescatar información que se ha perdido, recuperar esa información del pasado y llevarla al presente y también al futuro.


El Plano de Medellín Futuro, de 1913, que marcó el camino de la ciudad hacia el siglo XX, fue restaurado por el Archivo Histórico de Medellín este año. Una ventana en el tiempo para especular sobre lo que fuimos y pudimos ser como ciudad.

El rescate del un plano centenario y fundacional de la planeación urbana de la ciudad

Sonia Cediel es conservadora y restauradora de bienes muebles del Archivo Histórico de Medellín hace cinco años. Fue la encargada principal de restaurar el plano de Medellín Futuro de 1913.

¿Qué reto implicaba la restauración de un plano de 110 años?, ¿cómo lo encontraste y cómo trazaron el plan de trabajo?

El plano vino desde la oficina de Planeación Municipal. Estaba dividido en dos partes, partido en dos, y presentaba muchísimos chorreones, muchísimas manchas de humedad, cintas adhesivas ya desnaturalizadas, el adhesivo muy, muy, pegado. Lo más importante era encontrar una homogeneidad en el plano para que fuera legible para todo el que quisiera investigarlo.

¿Y cómo se interviene? ¿Cómo es el proceso para recuperarlo?

Acá en el archivo, como restauradores, tenemos un proceso para enfrentar los bienes. Lo primero era identificar en qué materiales estaba hecho, que era una tela, y el tipo de tintas que tenía. Hacemos un diagnóstico, una historia clínica con los datos del plano y luego pensamos cómo vamos a hacer la restauración. Hay un proceso de limpieza, de retirado de materiales que no corresponden con el original y empezamos a buscar la homogeneidad del plano, devolviéndole las características de legibilidad.

Cuando hablas de historia clínica, casi que uno dice que ese documento es como un ser vivo...

Es como volverlo a traer a la vida. Se trata como a un paciente. Miramos sus características y también las enfermedades, entre comillas, que podría llegar a tener.

¿Cuánto tiempo tomó restaurarlo?

Fueron cuatro meses de trabajo en donde usamos máscaras, solventes, un trabajo muy mecánico de bisturí, de empleo de hisopos. Las tintas eran solubles, entonces eran de mucho cuidado.

¿Qué le llamó la atención del plano en particular?

Bueno, yo soy de Bogotá, entonces me gustó conocer la ciudad como era antes y como se pensaba para el futuro. Eso me llamó mucho la atención. Ver lo que queda, lo que cambió. Reconocer el archivo dentro del plano o tratar de ubicar dónde vivo, ese tipo de cosas.

Y, finalmente, ¿cuál cree que es el valor para un ciudadano o para la ciudad tener este plano de hace 110 años restaurado?

Hemos tenido la oportunidad de recibir personas que conocieron el plano antes, en el estado en el que se encontraba, y vemos la alegría de la persona, de poder investigarlo, de poder verlo con claridad. Creo que ese es el trabajo del restaurador: lograr que la persona que quiera investigarlo o simplemente conocerlo lo pueda hacer con toda libertad y con la capacidad de ver la información.

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