Pablo Pérez casi siempre deja de ser Pablo y se convierte en Altais. Altais es quien firma las historietas que hace. Pablo o Altais es un periodista que tiene un particular interés: contar historias con dibujos, porque dibuja desde que tiene memoria. Dibujar es el lenguaje que escogió para narrar infinidad de cosas, de la ficción a la no ficción.
El espacio donde escribe con imágenes es al mismo tiempo su casa. Un estudio que está entre la sala y la cocina. Un lugar muy íntimo: son los tres metros cuadrados necesarios para que Pablo tenga todo cerca y se deje llevar por la mano.
Hay dos escritorios, ahí es donde hace cómic documental y periodístico. Uno es una mesa alta donde raya bajo la luz de una lámpara inclinada; el otro está más abajo, es más ancho y de una madera mucho más gruesa. Encima de ambos hay, sobre todo, lápices y papeles y un pincel japonés. Ese pincel es su objeto favorito porque le permite hacer todo tipo de trazos, lo tiene desde hace cinco años.
También hay una taza llena de café que se va tomando durante el día. A veces lo acompaña con una copa de ron. Pablo va tomando sorbitos de las dos bebidas mientras trabaja.
Así como los cuadros que utiliza en el cómic para poner las viñetas que cuentan sus historias, la pared azul turquesa de su estudio tiene cuadros. Seis con un significado particular cada uno. Cuadros como forma de pensar, a parte de las pantallas del computador y del Nintendo Switch (también cuadradas) que utiliza para desconectarse del dibujo.
Hay uno especial. Es una imagen en la que está junto a Emilia Pardo Umaña, una de las primeras mujeres en ejercer profesionalmente el periodismo en Colombia. Una foto que nunca se tomaron, ella murió en 1961. Es una especie de collage que parece una fotografía casi real. Están él, Emilia y Lina Flórez, su socia de Altais Cómics, un colectivo dedicado a la investigación, producción y divulgación del cómic en Colombia.
Es una foto para el recuerdo. La hicieron después de que ambos sacaran el libro Emilia, cómic periodístico, publicado por el sello Cohete Cómics de Laguna Libros (2019). Tiene 15 capítulos en el que las historias de Emilia están puestas, tal cual, más que las voces de Pablo y Lina. Sus columnas fueron llevadas al cómic. Una mujer que ambos consideran muy real, amiga y cercana, pero que nunca vieron ni pudieron interactuar, que les enseñó de periodismo y de una Colombia previa a la guerra.
En un rincón cuelgan otros dos cuadros con dibujos de Pablo que están sin concluir. Los descuelga y dibuja cuando necesita descansar del trabajo, de dibujar las historietas. Va a ellos y dibuja otras cosas sin intención de contar algo: deja que la mano y la cabeza rayen. Que salga lo que vaya apareciendo por el impulso. Una forma de desconectar la cabeza. Una suma de manchas que ya van dando forma: hay una nube, una mujer, su gato Totoro y él.
Tiene una biblioteca con libros de cómic y otros géneros: ciencia ficción, literatura futurista, aventura en los océanos, historias reales. Son más de 50. Y no es que a toda hora Pablo esté comprando libros, son los que realmente le gustan, lo hechizan, lo inspiran, que le provocan alguna sensación interesante. O le permiten escapar a otros mundos. También le recuerdan que todavía hay alguna historia pendiente por desarrollar.
Entre los libros hay un par de personajes, figuras en miniatura que le enganchan la retina, que cuando los conoció le gustaron y están ahí, en medio de sus libros, como una imagen evocadora. Detrás tienen historias que lo han conectado. Entonces están, por ejemplo, el cohete en el que Tintín viajó a la Luna y el maestro Roshi de Dragon Ball.
Aunque Pablo navega casi todos los días en medio de cuadros, no es una persona cuadriculada. En su estudio se transita por diferentes atmósferas musicales que van desde reguetón, vallenato, música clásica, gaitas y metal de diferentes épocas. Es un espacio muy sonoro para él. Sus gustos literarios son variados: apuntan a todos los géneros, van en diferentes direcciones porque, en parte, Pablo o Altais procura que la mente (o la mano) esté activa todo el tiempo. Él es más una línea que cruza todos los puntos, como el lenguaje que hay en el cómic.
