El origen de Dragon Ball, el popular manga de Akira Toriyama está en la revista Weekly Shonen Jump, donde unos años atrás había publicado la fantástica serie Dr. Slump. La revista, creada por la empresa editorial Sueisha en 1968 se basó en el éxito de otras revistas enfocadas a una demografía shonen: jóvenes lectores entre los 12 y 16 años. Fue en esta revista que el manga de Toriyama se publicó de forma seriada, por capítulos semanales, desde 1984 hasta 1995, alcanzando en esa primera edición 519 capítulos, que luego integrarían los 42 volúmenes compilatorios, de los que se han vendido más de 260 millones de ejemplares, 156 millones solo en Japón.
Gracias al éxito de Dragon Ball, la Shonen Jump logró las mayores tiradas de su historia, rozando los seis millones de ejemplares por número (semanales). Todo esto, antes de que la historieta, primero el anime (audiovisual) y luego el manga (impreso), se difundiera y se publicara fuera de Japón en los años 90, y las primeras décadas del nuevo milenio.
El desembarco del anime en Colombia tuvo dos emisiones sin mucho impacto, con el olvidable título Zero y el dragón mágico, basada en un irregular doblaje estadounidense, con ediciones y censura que afectaron la versión original. La primera emisión fue una fantasmática y poco recordada aparición en el Canal Uno en 1993, donde se transmitieron los primeros capítulos. La segunda, en el mismo canal, fue en 1997, pero fue interrumpida luego de un año debido a la baja audiencia.
A pesar de esos intentos fallidos en la televisión nacional, la primera parte de la serie de 156 episodios, del estudio Toe Animation, con el doblaje y la edición del estudio Intertrack de México, se podía ver gracias al servicio de señales extranjeras, captadas por las ominipresentes parabólicas de esos años de finales del siglo XX.
Desde el primer capítulo “El secreto de la esfera del dragón”, que presenta el encuentro entre la joven Bulma y un extraño niño, fuerte y con cola, llamado Son Goku, y los capítulos siguientes que marcaban el viaje y la aventura en la búsqueda de las esferas del dragón, la serie completa, tanto Dragon Ball, como Dragon Ball Z y Dragon Ball GT, se filtró en Colombia por canales y cadenas que estaban al servicio de programadoras de televisión extranjeras.
Muchos de estos eran servicios piratas que trasmitían las señales de América Televisión y Panamericana de Perú, Canal 5 o Azteca Trece y Siete de México. Solo hasta la llegada de los canales privados, Caracol Televisión y RCN, en 1998, Dragon Ball Z fue emitido en Colombia en un horario familiar, pese a los contenidos de violencia que presentaba la serie. Un error de programación que pasaría inadvertido, en un tiempo en el que muchos animes, como Fullmetal Alchemist o Neon Genesis Evangelion fueron censurados o retirados de las parrillas.
En los años noventa y en lo que se conoce como el segundo desembarco del anime en occidente, luego de las trasmisiones en los años setenta y ochenta de Heidi, Candy, Marco o Mazinger Z, palabras como “otaku” (fanático) o “manga” (historieta) aún eran desconocidas. Muchas de las series de anime shonen –el género dirigido a jóvenes–, con largos arcos de acción, competencias, peleas y vínculos de amistad como Los Supercampeones (Captain Tsubasa), de Yoichi Takahashi; Caballeros del Zodiaco (Saint Seiya), de Masami Kurumada; o las populares series de Maho shojo, género de fantasía protagonizado por niñas o adolescentes con poderes especiales, como Sailor Moon, de Naoko Takeuchi; Las guerreras mágicas y Sakura Card Captors, creadas por el grupo CLAMP; y otros como Ranma ½, de Rumiko Takahashi; One Piece, de Eiichiro Oda; Naruto, de Masashi Kishimoto; y Pokémon fueron la puerta de entrada definitiva de un espacio narrativo y de entretenimiento que tendría afectaciones sociales y culturales y modificó los intereses estéticos y gustos de una generación y de las siguientes.
El desembarco cultural ha devenido en influencias que van más allá del consumo de anime y el coleccionismo de mangas y de muñecos, videojuegos y todo tipo de productos que se puedan vincular. La apropiación se ha instalado y se ha asimilado de una forma tal que parece que hemos olvidado cuál es el origen de las tendencias y formas de vestir con estilos exóticos, eróticos y sexualizados.
Los estilos inspirados en anime y manga se han irrigado y naturalizado de forma decorativa e integral, así como las inclinaciones por comidas o ambientes ligados a la cultura popular japonesa. Algo que no se le puede adjudicar exclusivamente, en cuanto a gusto y obsesiones, a los otakus de oficio o a los cosplayers (aficionados a los disfraces) que se toman las convenciones de anime, como SOFA, Comic Con y otras.
En aspectos sutiles y destacados hay huellas y referencias, como la construcción y los roles de género, el reconocimiento con identidades, la fascinación por gustos musicales, la apropiación de maquillajes, cortes y colores de pelo que antes eran improbables en el uso cotidiano, como el azul del cantante Blessd similar al de Trunks, o el azul luminoso que usó Karol G, quien se inspiró, en un cierre de ciclo, en el pelo de Bulma, vistiendo además camisetas de Dragon Ball Z junto a su perro, un pastor inglés que responde al nombre de Goku.
La recepción de Dragon Ball causó una fascinación religiosa alrededor de una amplia gama de personajes icónicos, canciones, sagas e ideas que, entre tanta nostalgia, y continuaciones de la serie como Dragon Ball Super, siguen vigentes, pero ¿qué incidió para que la recepción del mundo imaginado por Akira Toriyama tuviera tal impacto? Algunos de los factores son la mixtura de elementos occidentales y referencias a películas de la cultura pop occidental.
En Dragon Ball podemos rastrear referencias a Terminator, Alien, Star Wars, Mad Max y muchas otras, diseños de vestuario y la arquitectura de escenarios, con ideas y conceptos de algunas mitologías orientales, sobre todo de China y otras regiones de Asia, películas de artes marciales y comedias de Jakie Chan, rutinas de artes escénicas y marciales tradicionales japonesas o fragmentos de Las aventuras del rey mono, base inicial de Dragon Ball.
Este remix de referencias es algo que Toriyama retomó de Osamu Tezuka, uno los pilares fundamentales del manga moderno que se construyó en Japón luego de la Segunda Guerra Mundial, salpicado de influencias narrativas y culturales, como las películas animadas de Disney, la literatura pulp, entre otros productos deportivos y culturales que la ocupación estadounidense insertó al archipiélago.
La obra de Toriyama enmarca elementos y características orientales y occidentales en una conversación natural, lo que derivó en una narración de fácil recepción. En el caso de Latinoamérica, como lo explica Cristal Marie Calderón, en el canal de YouTube Get In The Robot, el anime y las telenovelas utilizan convenciones similares para conectar de forma fácil con los televidentes con estructuras y recursos limitados, como tramas súper largas, repetitivas y melodramáticas, además de escenas de violencia. Elementos que permitieron una adaptación natural de las audiencias de la región a este tipo de narraciones audiovisuales.
Además de los elementos básicos del shonen: la reiterada estructura en forma de torneo, la amistad, el erotismo moderado, el humor de doble sentido, hay en Dragon Ball otros aspectos que tienden a la universalidad en la construcción de la narración, un universo con sus reglas y diálogos con otras obras del mismo autor, como pasa en narraciones de amplia recepción mundial como El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien y Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, donde el encuentro de lo fantástico con lo mitológico, la exaltación del amor, la venganza, la lealtad, la familia, además de los viajes y las aventuras, recubren las narraciones de una estructura épica y trágica.
A pesar de la influencia del anime, la posibilidad de leer mangas en Colombia ha sido un fenómeno en expansión en los últimos años, como sucede en España y Francia, donde dominan el mercado editorial. Respecto a esto, como señaló Pablo Cózar: “La fama del anime opacó en exceso no solo su obra, también su estilo. Toriyama era un dibujante que entendía muy bien la narrativa, sabía dónde colocar las viñetas para seguir bien la lectura. Con figuras muy dinámicas y buen uso de líneas cinéticas”.
Ahí, en la base del manga, está otro de los elementos inagotables, en cuanto a expansión y recepción de Dragon Ball. Toriyama como creador fue un excelente diseñador gráfico, con capacidad para crear espacios y personajes, identificables e icónicos, de fácil emulación por sus fans y para cualquier causa, como lo podemos ver en los muchos tifos que hinchadas de fútbol han creado inspirados en los diseños del autor, el éxito de la canción La voladora, de la leyenda de la champeta John Jairo Sayas Díaz (El Sayayín), o la influencia en el hip hop con el uso de palabras como Goku, Vegeta, Freezer, Súper Saiyajin, por artistas estadounidenses.
Aún con todo lo que se puede leer y escribir, el éxito de Dragon Ball, su aparición en un mundo conectado y de libre mercado, nos pueden dar otras pistas acerca de su impacto, pero lo innegable es que desde la ficción Toriyama creó una versión gráfica que afectó la realidad y, en parte, la modificó.
*Entusiasta de las historietas y editor de la revista Blast.