La prostitución representa una de las grandes expulsiones de mujeres, singularidad del capitalismo global, desde los países del Sur hacia los del Norte, de los países periféricos a los centrales. Y en el interior de los países y zonas con altas tasas de pobreza, la cartografía de esta expulsión muestra el tránsito desde las zonas rurales a las urbanas y de las comunidades culturales más oprimidas a los ámbitos culturalmente dominantes.
En todos los casos, el camino que se recorre es el mismo: de la exclusión a la expulsión. He tomado el concepto de expulsión de Saskia Sassen y lo he aplicado libremente a la prostitución: “En nuestra economía global enfrentamos un problema formidable: el surgimiento de nuevas lógicas de expulsión. Las dos últimas décadas han presenciado un fuerte crecimiento del número de personas, empresas y lugares expulsados de los órdenes sociales y económicos centrales de nuestro tiempo (...). El concepto de expulsiones nos lleva más allá de la idea más familiar de desigualdad creciente como forma de aludir a las patologías del capitalismo global de hoy”. En el comercio sexual se encarna una lógica de explotación sexual, beneficios económicos e indiferencia hacia los derechos humanos.
La prostitución se alimenta de mujeres con pocos recursos materiales y culturales que son expulsadas de su sociedad, de sus hogares, de sus entornos sociales y también de sus propias expectativas de vida. Sin embargo, la expulsión tiene destino: clubs, pisos, macroburdeles, calles, barrios, polígonos a las afueras de las ciudades o zonas acotadas están preparados para la comercialización de sus cuerpos. La violencia de la expulsión se completa con otra violencia, aquella que vulnera el derecho de las mujeres a la soberanía de sus cuerpos.
La industria de la explotación sexual se encuentra en la intersección de dos procesos: la reorganización de la economía mundial que tuvo lugar en los años setenta y ochenta y la reestructuración de las sociedades patriarcales que comienza a hacerse visible en los ochenta y se confirma en los noventa. Esta industria es la consecuencia tanto de la reconfiguración del capitalismo global como de la reestructuración de los patriarcados contemporáneos.
La prostitución es una práctica social cuya finalidad es poner a un grupo de mujeres en situación de disponibilidad para uso sexual de todos los varones. La politóloga británica Carole Pateman explica que la prostitución es parte fundamental del contrato sexual, en tanto es una de las dos formas, junto al matrimonio, en que los varones se aseguran el acceso sexual al cuerpo de las mujeres. En efecto, los demandantes son varones y quienes están en prostitución son mujeres.
Sin embargo, lo nuevo es que ahora la prostitución forma parte de una industria internacional de la explotación sexual que incluye una gran variedad de negocios, desde macroburdeles o locales de striptease hasta libros, películas o revistas sobre pornografía, sin olvidarnos del turismo sexual. Los cuerpos de las mujeres se han convertido en las mercancías sobre las que se ha edificado una industria global. Por eso, Sheyla Jeffreys considera que la prostitución debe ser explicada en el marco de la economía política.
Economía política de la prostitución
Hace simplemente tres décadas la prostitución era un conjunto de burdeles con mujeres autóctonas que ejercían la prostitución con encargadas y/o jefes que gestionaban, a veces paternalistamente, esos pequeños negocios. Una superviviente de prostitución, la española Marta Elisa de León, explica que: “Antes existían muchos ‘clubes de alterne’ pequeños. Eran lugares íntimos, casi familiares. Ahora quedan cada vez menos, y los que quedan han vivido una transformación radical, tanto en la forma como en la manera de funcionar. Los pequeños clubes, en su mayoría, están desapareciendo, sustituidos por los megalocales de striptease con showgirls y chicas exhibiéndose con la mínima ropa posible. Son negocios que a veces incluso funcionan con licencia de hotel... Los pequeños locales donde tantas mujeres ejercían de manera más o menos discreta una forma de prostitución light, porque no solamente no estabas obligada a acostarte con los clientes, sino que además podías ganar mucho dinero sin necesidad de ello, son ya cosa del pasado”.
En esa antigua forma de prostitución no existían mujeres migrantes ni tráfico de mujeres en los circuitos migratorios ni en los circuitos criminales. En otros términos, ese viejo canon de la prostitución no daba cuenta del gran negocio criminal que existe en la actualidad.
El nuevo capitalismo ha hecho posible la transformación de la prostitución en una gran industria interconectada, vinculada a la economía criminal y con poderosos brazos en otros sectores económicos. En efecto, es prácticamente imposible encontrar burdeles o macroburdeles que en algún punto de su actividad empresarial no estén vinculados a la economía criminal, desde el tráfico de mujeres hasta el blanqueo de capitales. La ‘materia prima’ de esa industria son los cuerpos de las mujeres, que se han convertido en una mercancía que reúne las dos condiciones necesarias de la globalización neoliberal: negocio de bajo riesgo y altos rendimientos.
Seyla Jeffreys explica que varias fuerzas se han conjugado para dar nueva vida a esta práctica social: “Lo más importante es la nueva ideología y práctica económica de estos tiempos neoliberales en los que la tolerancia de la ‘libertad sexual’ converge con la ideología del libre mercado para reconstruir a la prostitución como ‘trabajo’ legítimo que funciona como base de la industria del sexo, tanto a nivel nacional como internacional”.
La socióloga holandesa, afincada en EE.UU., Saskia Sassen, señala que la nueva economía capitalista está promoviendo con sus políticas neoliberales el surgimiento de nuevas clases de servidumbre. Mujeres e inmigrantes, sobre todo, entre las que podemos identificar a las mujeres para la prostitución, constituyen el núcleo fuerte de esas nuevas servidumbres. El tráfico ilegal de mujeres para la industria de la explotación sexual está aumentando como fuente de ingresos.
Las mujeres prostituidas pertenecen a los sectores más depauperados y empobrecidos y, por tanto, con necesidades económicas extremas. Muchas de estas mujeres viven en regiones del mundo con altos niveles de pobreza y con culturas marcadas por el desprecio a las mujeres. Además, en los países con altos niveles de bienestar, la prostitución se plantea como una de las pocas salidas económicas disponibles para mujeres inmigrantes en situación irregular.
La prostitución se está configurando como un elemento fundamental para el desarrollo. Sassen explica que las mujeres entran en el macronivel de las estrategias del desarrollo básicamente a través de la industria del sexo y del espectáculo y a través de las remesas de dinero que envían a sus países de origen. La exportación de trabajadores y trabajadoras y las remesas de dinero son herramientas de los gobiernos de países con altos niveles de pobreza para amortiguar el desempleo y la deuda externa. Y ambas estrategias tienen cierto grado de institucionalización de los que dependen cada vez más los gobiernos.
El alto desempleo, la pobreza, el estrechamiento de los recursos del estado en cuanto a necesidades sociales y la quiebra de un gran número de empresas hacen posible la existencia de una serie de circuitos con un relativo grado de institucionalización por los que transitan sobre todo las mujeres. Por esos circuitos, precisamente, circulan mujeres para el trabajo doméstico y la prostitución. Son las nuevas servidoras sexuales.
Y esos circuitos están controlados por los traficantes de personas y las mafias vinculadas al tráfico de mujeres. Al mismo tiempo, esos canales adquieren cierto grado de institucionalización porque el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional exigen a los países endeudados que edifiquen una industria del ocio y del espectáculo con el objetivo de hacer posible el pago de la deuda. Pues bien, la prostitución infantil y adulta es una parte fundamental de este sector económico que, a su vez, se configura como una estrategia de desarrollo de los países con altos niveles de pobreza. Y muy particularmente es una fuente de desarrollo económico rural para las regiones pobres.
Asimismo, en la industria de la explotación sexual se deslocaliza a las mujeres, que son trasladadas desde los países con altos niveles de pobreza a los países con más bienestar social para que los varones demandantes con suficientes recursos económicos accedan sexualmente a sus cuerpos.
La prostitución es un negocio global interconectado en el que las mafias de la economía criminal controlan el proceso, desde la captación de niñas, adolescentes y mujeres en sus países de origen hasta su inserción en los clubs de alterne de los países de destino. Si bien el cuerpo de la mujer prostituida siempre ha sido una mercancía, en esta época de globalización neoliberal, marcado por un feroz individualismo posesivo, el cuerpo de las mujeres prostituidas se convierte en una mercancía muy codiciada por traficantes y pronexetas porque proporciona altos beneficios con bajos costes.
Por otra parte, la legalización de la prostitución en algunos países y la casi absoluta libertad de mercado están ampliando los límites de la industria de la explotación sexual. Y este hecho coloca a niñas, adolescentes y mujeres de regiones del mundo con elevadas tasas de pobreza, con una cultura de desprecio a las mujeres y con el deseo de aumentar el consumo familiar, en una situación de ‘entrega y venta’ a las redes de tráfico, tal y como afirma Kevin Bales.
La globalización neoliberal y la ausencia de controles al mercado por parte de los estados ha hecho posible el crecimiento de esta industria y ha facilitado el desarrollo de la economía criminal. La suma de estos factores hace que millones de niñas y mujeres se conviertan en mercancías para la prostitución.
*Profesora de Sociología de la Universidad de A Coruña, teórica feminista y escritora.