Aunque las decisiones de gasto estén influenciadas por factores culturales o socioeconómicos, las mujeres tenemos unas diferencias contundentes cuando tomamos la decisión de qué hacer con el dinero.
La primera gran diferencia está relacionada con las causas filantrópicas. En Colombia no tenemos una medición precisa de las donaciones a fundaciones y organizaciones sociales, pero las cifras de cada organización dan muestra de la diferencia entre hombres y mujeres a la hora de tomar la decisión de donar dinero a causas sociales. En Fundación Éxito, por ejemplo, que trabaja contra la desnutrición infantil en el país, el 64% de los donantes en el 2022 fueron mujeres.
Según la ONU existe una “filantropía de género”, y a pesar de no tener mediciones globales, podemos especular con lo que vemos: es mucho más frecuente que nazcan grupos de mujeres organizadas alrededor de causas o iniciativas sociales. Y el sostenimiento de estas iniciativas demuestra una vocación de cooperación que parece ser, al menos, más evidente que en los hombres.
En la actualidad hay varios ejemplos de mujeres que están transformando la filantropía en todo el mundo, la revista Haz publicó en el 2019 un artículo en el que mencionaba a Kerrin Mitchel, confundadora y CEO de Fluxx, quien cuenta que “asumió el compromiso de conectar todo el ecosistema filantrópico a través de una sola red. Facilitaron 7.2 mil millones de dólares en fondos en 2018, trabajando con empresas como Microsoft, The Knight Foundation y Forefront”.
El artículo menciona una encuesta, publicada por Morgan Stanley, que muestra que “el 84% de las mujeres dijeron que estaban interesadas en la inversión sustentable –que se define aquí como un objetivo no solo de rendimiento financiero, sino también de objetivos sociales o ambientales–. En este mismo ámbito, la cifra para los hombres fue del 67%”.
En un momento en el que la filantropía estratégica crece y en Colombia empezamos a hablar de inversión de impacto social, los referentes mundiales nos muestran una tendencia de las mujeres que deja ver nuestras prioridades, pero que además se convierte en un gran referente de donación colaborativa e innovación.
Un gasto con cuidado
–Yo compro todo lo de hombre porque es más barato –me dijo Inés, mi peluquera desde hace más de 15 años. Y tiene razón, el llamado “impuesto rosa” en Colombia no ha sido una discusión tan fuerte como en Europa, por ejemplo, pero es claro que la diferencia de precio en algunos productos femeninos comparados con productos para hombres, en ocasiones supera el 20%.
–¿Y en qué no te importa gastar? –le dije.
–En la educación de mis hijos, en la plata que le doy a mi mamá cada mes. Desde pandemia a mi mamá le he subido lo que le doy, porque ya siento que necesita más cosas, pero yo con eso no cuento –me dijo.
La segunda diferencia que tenemos las mujeres y los hombres con nuestros hábitos de gasto es que la higiene y el bienestar son prioridades para nosotras. Por eso, los productos de dermatología, belleza e higiene tienen una rotación tan alta en el mercado. Y es aquí donde aparece el impuesto rosa y las discusiones en países europeos sobre la razón del 20% adicional que tienen casi todos los productos de higiene femeninos. Sumado a que mes a mes hay un gasto para el cuidado de la menstruación, los productos de higiene femenina tienen en todo el mundo un valor adicional. Cualquiera puede ir y comprobar la diferencia.
Las mujeres pagamos más por los productos de cuidado personal y limpieza, tenemos necesidades de higiene que suponen gastos adicionales y nos pagan menos. Sin embargo, aún con esos factores, según ONU Mujeres, “cuando el número de mujeres ocupadas aumenta, las economías crecen” y, además, “hay estudios que muestran que incrementar la proporción de los ingresos del hogar controlados por las mujeres procedentes de lo que ganan ellas mismas o de transferencias de dinero modifica los patrones de gasto en formas que benefician a hijas e hijos”.
Un análisis del Banco Mundial muestra que la mujer “tiende a invertir gran parte de sus ingresos económicos en educación, alimentación y salud familiar” y la OCDE ha demostrado en años anteriores como las mujeres reinvierten el 90% de sus ingresos en sus familias y comunidades, por encima de los hombres que para el último año no llegaban al 50%.
Diría que, lejos de parecerse a una cultura de la donación, lo que tenemos las mujeres es un pensamiento más cercano a la búsqueda del bien colectivo, hemos estado en la economía del cuidado por años y apenas ahora se están haciendo mediciones de impacto sobre las cargas y el tiempo que hemos destinado a este tipo de actividades.
Según el DANE, “la tasa de pobreza de tiempo para las mujeres que realizan labores de cuidado es casi del doble, 29% en comparación con 16.3% entre quienes no llevan a cabo este tipo de actividades. Cuando el tiempo de las mujeres se reparte entre los cuidados directos para los integrantes de sus hogares y el mercado laboral, la incidencia de la pobreza se incrementa a más del doble, hasta 65%”.
Tenemos instalado ese pensamiento cuidador y, por eso, en nuestra relación con el dinero normalmente hacemos cuentas metiendo el bienestar de otros en nuestros números. Hace poco leí en un estudio de ONU Mujeres y la corporación Worldremit que las mujeres eran las que más envían dinero a Colombia a través de remesas. Casi el 55% de las remesas que llegaron a Colombia en 2021 fueron de mujeres. En entrevista, la gerente de esta corporación aseguraba que las mujeres son “el motor de las economías familiares. Sobre todo, las que migran y envían su dinero deciden en qué y cómo debe ser invertido”.
La relación con el dinero parece ser mucho más colectiva para las mujeres, que contrario al pensar popular colombiano en el que entre dichos y refranes nos señalan de “gastonas”, es una relación en la que un gasto beneficia a varias personas.
Así vamos: donamos, pensamos en nuestra higiene y bienestar y seguimos gastando más.
Abastecer el hogar
Camilo Herrera, fundador y presidente de Raddar, la firma especializada en consumo, publicó este año en su Twitter un mensaje que decía: “¿Quién gasta más en Colombia, la mujer o el hombre?”. Y respondía en el mismo trino: “Las mujeres compraron y pagaron el 56.4% del gasto de los hogares en Colombia e hicieron el 76% de las misiones de compra y pago”.
Solo una de cada 10 mujeres en Colombia está bancarizada, pero hacemos el 76% de las compras rutinarias de la casa. ¿Cómo es eso posible? ¿Hay una relación distinta con el dinero cuando lo administra una mujer?
Hemos sido las principales administradoras del hogar y ahora que empiezan a notarse los cambios y los resultados en organizaciones lideradas por mujeres, hay más caminos abiertos en espacios que no habíamos conquistado.
De un lado está el reto cultural de ir dejando atrás los dichos y los refranes que nos encasillan en la idea de la mujer sin incidencia dedicada al cuidado de su familia: “Ella decide a dónde vamos de vacaciones y yo decido todo lo demás”, decía un candidato a la alcaldía de Bogotá hace poco en un debate.
Las reacciones en contra de semejante respuesta demuestran que hemos evolucionado por fin en hacer valer nuestros derechos y, sobre todo, en el camino que mujeres líderes han abierto para futuras generaciones.
La medición de la economía del cuidado que se hizo por primera vez en 2021 refleja un panorama que alerta y que señala unos sencillos pasos para ir disminuyendo la desigualdad en las cargas y el tiempo dedicado a esa labor de cuidado.
Gastamos más.
Más dinero.
Más tiempo.
No podría decir si nuestro gasto es más razonable o más sano que los gastos que hacen los hombres. Sin embargo, creo que la mujer sí tiene una particularidad cuando es responsable de administrar dinero o incluso cuando emprende o lidera organizaciones.
Alguna vez tuve un jefe que repetía permanentemente que para trabajar y tomar decisiones de presupuesto siempre había que dejar el corazón en la casa. Lo que creo es que para trabajar, tomar decisiones de presupuesto, ahorrar, liderar, ser madre, socializar y planear: nosotras nunca sentimos que es necesario dejar el corazón en otro lado.
*Periodista, columnista y jefa de Filantropía de la Universidad Eafit.
Amalia Londoño estará en el Café Generación de la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín. Viernes, 15 de septiembre, 6:30 p.m., Auditorio Telemedellín (Jardín Botánico).