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Premios para salir del encierro editorial latinoaméricano

Dos grupos de editoriales independientes de América Latina han creado concursos que premian libros ficción y de no ficción. ¿Sirve esto de algo?

Por Daniela Gómez S. | Publicado

Sensini, el personaje del cuento homónimo de Roberto Bolaño, vive en el exilio de manera precaria, intentando conseguirse el “diario sustento” con los concursos que gana, organizados por “esa buena gente que cree en la literatura”. La correspondencia que sostiene con un joven admirador suyo la dedica, en sus primeras misivas, a intercambiar las bases de los premios que se publican en el periódico. También urgido por el día a día, el escritor austriaco Thomas Bernhard destinó el dinero del Premio de Bremen a pagar la cuota inicial de una granja en ruinas. Con los quince mil francos del Premio Julius Campe se compró un auto que terminaría en pérdida total después de que lo chocaran en una carretera de Yugoslavia. Mientras anduvo, Bernhard recorrió exaltado todos los caminos a su alcance, feliz de que la literatura le permitiera cumplir ese sueño: “Durante toda la noche no podía pensar en dormir, era un sentimiento grandioso tener un coche [...] Y todo ello por mi Helada...”, su primera novela.

Los premios literarios son, además de azar y fortuna, una solución para una buena cantidad de escritores en espera de que la suerte los elija y les cambie la vida. De igual manera para los editores, o al menos en Latinoamérica, un contexto con varios obstáculos que la existencia de un incentivo de este tipo logra resolver. Ante la dificultad de que los libros circulen entre los países de la región, en los últimos años han surgido al menos dos proyectos colaborativos entre editoriales para sacudir el panorama literario con la noticia de un premio lo suficientemente seductor para atraer los mejores manuscritos inéditos, asegurando la publicación bajo condiciones excepcionales: su aparición en simultánea en una decena de mercados, respaldada por igual número de editores trabajando en su posicionamiento. Algo impensable bajo las circunstancias normales de incomunicación. Se trata del Premio Hispanoamericano de Narrativa Las Yubartas, que acaba de premiar a su primer ganador en la pasada Feria Internacional del Libro de la Ciudad de Nueva York, socio estratégico de la iniciativa junto a las editoriales Laguna Libros (Colombia), Hueders (Chile), Peso pluma (Perú), Sigilo (Argentina), Dum Dum (Bolivia), Severo (Ecuador), Hum (Uruguay), Las afueras (España), Antílope (México) y Chatos Inhumanos (Estados Unidos); y del Premio de No ficción Latinoamérica Independiente, que se prepara para revelar este mes los resultados de su tercera convocatoria, gracias a la organización de los sellos El Cuervo (Bolivia), Fósforo (Brasil), Godot (Argentina), Libros del Fuego (Venezuela), Luna Libros (Colombia), Elefanta (México), El Fakir (Ecuador), Trabalis (Puerto Rico) y Criatura (Uruguay), con el apoyo de la plataforma Bookmate y de Open Society.

En ambos casos, la gran recompensa para los autores, además del adelanto por la publicación, es lograr poner a circular un libro en el mercado de los lectores en español, sin importar el país en el que estén. A diferencia de otros premios tan prestigiosos como el Goncourt, el National Book Award, el Pulitzer, el Booker Prize, el Cervantes, el Casa de Las Américas, el Rómulo Gallegos y, obviamente, el Nobel, la formulación de este par de premios independientes se acerca más a la metodología de otros galardones históricos como el Prix Formentor, pues dejan en manos de los editores la elección de manuscritos inéditos que se convierten en publicaciones con el impulso de romper los límites tradicionales del libro: las distancias geográficas y los idiomas. Uno de los personajes cruciales detrás del Formentor fue el editor Carlos Barral. La idea del premio nació de las conversaciones sobre literatura sostenidas en el hotel Formentor, en Mallorca, España. Barral también fue la figura prominente detrás del premio que Seix Barral, su propia editorial, otorga de manera discontinua desde 1958: el Biblioteca Breve.

Para entender la importancia de que una editorial se embarque en un proyecto de esta naturaleza, más allá del revuelo mediático que se calma con los días, está la entrevista que le concedió Barral a Joaquín Soler, anfitrión del programa A fondo, en 1976. Soler le dice a Barral que a él se le considera, al menos en parte, el “creador del boom latinoamericano” al premiar a Vargas Llosa, en 1962, por La ciudad y los perros. Barral explica que el mérito es del premio: “Empezaron a acudir novelistas latinoamericanos que se conocían por eso, porque acudían al premio Biblioteca Breve, lo ganasen o no lo ganasen. Y eso, además de ponerlos en contacto con España, los puso en contacto entre sí, porque la literatura argentina no circula en México y viceversa [...]. Ese hielo se rompió y eso hizo posible esa gran eclosión de novelistas, que yo creo que es uno de los fenómenos serios de la historia literaria”. Detrás de ese “boom” de autores debutantes, concluye Barral, ocurrió algo inesperado: se despertó toda una literatura, voces anteriores y aún más potentes pero desconocidas para el resto del mundo como las de Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges y Miguel Ángel Asturias.

Pensar como latinoamericanos

La primera edición del Premio de No ficción Latinoamérica Independiente fue declarada desierta por falta de unanimidad en el jurado. De la segunda edición, 2022, resultó ganador el colombiano Efrén Giraldo con su libro Sumario de plantas oficiosas, un ensayo dedicado a coleccionar las maneras de las que se vale la flora para desplegarse en el espacio y en la cultura. Fue un texto que nació en pandemia, al igual que la idea del premio, en cabeza de Víctor Malumián de la editorial argentina Godot y creador de la Feria de Editores (FED). “En un momento de encierro, cuando nadie sabía qué iba a pasar con la vida y menos con las editoriales, el premio fue una apuesta al futuro y nos dio esperanza. También nos impulsó a participar el trabajo en grupo. Como dicen los amigos de Godot, ‘la salida es colectiva’”, explica Catalina González, de Luna libros.

Los participantes del premio diligencian un formulario en línea y adjuntan el manuscrito que será revisado en primera instancia por los editores. Luego de esta primera criba, remiten los preseleccionados a tres escritores que hacen de jurados para que escojan al ganador. El elegido firma un contrato con la editorial de su país de origen en el que consta en qué otros mercados saldrá la publicación y en qué condiciones. Para los derechos a otros idiomas, acudieron a la intermediación de la agencia Casanovas & Lynch. “A nosotros por supuesto que nos interesaba estar porque aquí hay una premisa sobre la distribución, que es un tema complicado en Latinoamérica, incluso para las multinacionales. Me parece que el premio viene a solucionarlo de una manera súper práctica porque el libro ganador circula en 10 países, nueve de Latinoamérica y España, más el ebook”, dice Fernando Barrientos, de El Cuervo.

Los géneros de la no ficción, en este caso el ensayo, vinculan a todas las editoriales involucradas en un propósito amplio de revisar la realidad latinoamericana, aunque el contenido produzca ecos diferentes en cada uno de los catálogos: “Lo que nos interesa es poder encontrar temas que nos atraviesen como región, que puedan dialogar de distintas formas, promover el pensamiento”, dice Emiliano Becerril de Elefanta. “Uno entiende que cada libro que va ganando puede acercarse más o menos a la idea del catálogo, pero te vas dando cuenta de que no es que el libro se acerque sino que uno amplía el espectro y entiende realmente que el catálogo es algo que va mutando todo el tiempo, va ampliando sus fronteras”, concluye Alberto Sáez, de Libros del fuego.

El mar que nos une

Premio Hispanoamericano de Narrativa Las Yubartas fue bautizado como un gesto de hermandad entre cuatro editoriales con vistas al Pacífico, lideradas por la mexicana Antílope, que luego se extendió al resto del continente y consiguió el apoyo de la feria. Esta se encarga de financiar el adelanto hecho al autor, que se reparte de manera equitativa entre todas las editoriales participantes, además de algunos viajes para promocionar el libro. Los derechos para otros idiomas los maneja la agencia Indent, igual que la formalización del contrato que le asegura a los diferentes sellos los derechos sobre la obra por el término de cinco años y en cada uno de sus territorios. Recientemente se conoció que el ganador de la primera versión es el mexicano Amaury René Sánchez Colmenares con su novela Acequia. Sobre el libro, los editores de Chatos Inhumanos señalan “que se mueve entre la tradición de Rulfo y el humor desenfadado de Ibarguengoitia”.

“Yo nunca dudé en participar. Me encantan todas las ideas que sean de vinculación y de sinergia. Cada vez más tenemos que pensar en la lógica de que viajen los contenidos y cada quien trabaje su mercado porque si no le dejamos todo el dinero a DHL”, explica Rafael López de Hueders. Gracias al éxito de la convocatoria, vieron llegar más de 2.800 manuscritos que dividieron en cinco partes, para garantizar que cada uno fuera leído por dos editores. Cada sello propuso una selección de cinco para formar una muestra de cincuenta archivos que se dedicaron a leer con más minucia. Luego 10 finalistas, antes de llegar al ganador.

“Que nos hayamos unido para un premio de alcance hispanoamericano es una gran oportunidad para proclamar los criterios y valores (no solo literarios) que nos animan como editoriales independientes. Pero además el premio y su proyección internacional nos da la posibilidad de premiar propuestas narrativas que sería muy riesgoso o aventurado publicarlas cada editorial por nuestra cuenta”, dice Maximiliano Papandrea, de Sigilo.

El premio volverá a fallarse hasta dentro de dos años. Mientras tanto, el autor celebrará las diez ediciones de su libro, con diez portadas distintas, reflejo de la estética de cada editorial. Para los organizadores, es también la oportunidad de seguir asentando el ejercicio, “arduo pero feliz”, y de probar cómo reaccionan los lectores al experimento. “Esta es nuestra primera experiencia con un premio, y es una gran experiencia para arrancar”, dice Fausto Rivera, de Severo. “Nosotros llevamos cinco años como editorial y más bien nos ha servido mucho para ir madurando, teniendo como referente a estas editoriales que participan, que tienen más experiencia, que tienen un trabajo muy envidiable. Nos sentimos muy privilegiados de estar aprendiendo junto a ellas”.

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