“La literatura crea empatía entre el escritor y el lector”, dice Piedad Bonnett, con quien conversamos a propósito de este reconocimiento hecho por aquellos que la siguen y para quienes se ha convertido en una escritora imprescindible en el catálogo de autores colombianos.
Los tres libros elegidos por las personas consultadas por Generación son Lo que no tiene nombre (obra de no ficción), Qué hacer con estos pedazos (novela) y Los habitados (poesía). Tan distintos en su estructura y en su género, tan singulares en su propuesta y, sin embargo, tan unidos por un asunto profundo: los tres están ligados a la vida de la autora, nacen de sus entrañas, como una revelación, primero para ella, luego para sus lectores.
¿Qué hay en sus palabras? Su obra está hecha con la fibra de su ser. Íntima y profunda, sus búsquedas la han llevado a transitar caminos no imaginados por ella. Piedad Bonne
tt, quien recién publicó la novela La mujer incierta y quien fue reconocida este año con el XXXIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, se sorprende de la acogida que tiene su escritura en lectores de distintas procedencias y formación. Adolescentes y mayores se encuentran en sus textos y ella logra unirlos, comunicarlos a través de ese hilo invisible hecho de literatura y poesía.
Antecedido por Los Ejércitos, de Evelio Rosero, Lo que no tiene nombre ocupó el segundo lugar en esta selección convocada por Generación, en la que participaron 61 escritores, académicos, editores, periodistas, libreros, críticos literarios, buenos lectores todos, que definieron esos 26 libros que han marcado la historia de las letras en Colombia en lo que va corrido del siglo XXI.
Lo que no tiene nombre está inspirado en la vida y la muerte de su hijo Daniel. Su suicidio, el 14 de marzo de 2011, en Nueva York, marcó la existencia de la escritora, como la marcó su vida. Su escritura construida como una delicada filigrana en la que los detalles significan, definió un trayecto en su obra. Y también en sus miles de seguidores, que han descubierto en él la fuerza capaz de narrar lo abismal de la existencia: “un suceso irreversible en el tiempo y el espacio, que nadie puede cambiar con una metáfora o con un relato diferente”, lo dice Piedad en estas páginas que tienen un trágico sentido.
Sobre esta obra habló Piedad Bonnett para Generación. ¿Por qué su fuerza? ¿Qué hay en su tejido que logra conectar con tantos? La escritora, quien cuando la llamamos estaba en Cali asistiendo a la premiación de un concurso de danza que tuvo como inspiración su obra poética y narrativa y en el que hubo 41 propuestas, señaló que “la literatura crea empatía entre el escritor y el lector, que es capaz de ponerse en el lugar del otro. En Lo que no tiene nombre hubo una gran compenetración con la historia, un gran deseo de compartir lo que el personaje vive. Esta es la historia de un muchacho común y corriente, un ser sensible, con un futuro maravilloso y con un entorno familiar muy presente. A la gente le gusta sentir, sensibilizarse”.
Es un volumen que hace una ruptura con respecto a un tema tabú, como es el suicidio, que se esconde, del que nadie quiere hablar. La sinceridad de Piedad logró, sin proponérselo, un vínculo. “Hubo muchas conexiones, no se trató de una sola historia, mostró muchas otras historias”, dice la escritora, quien recuerda las conversaciones con desconocidos que se le acercaban en las presentaciones de este libro (y de otros) a confesarle, también, sus propias experiencias, algunas similares a la de ella.
Una obra que, desde la literatura, habla de lo particular, sin embargo, se hace universal. Y eso es lo que encanta, esa universalidad logra una particular conexión. Además, dice Piedad, que, si bien en sus páginas se cuenta una historia muy emocional y personal, hay en ellas un pensamiento que propone una reflexión. “Hay que tener en cuenta otra cosa importante: lo íntimo es también político. Se habla del suicidio, de la dignidad del suicido, de la reivindicación de la enfermedad mental y eso tiene una dimensión ética”.
Otro punto significativo es que, además de la historia del joven, hay una madre, y la figura de la madre es universal. Se ve el sufrimiento de esta mujer, sus desafíos, sus dudas, sus miedos, su necesidad de entender, su humanidad. Muchas de las personas que lo leyeron (y leen) sintieron (y sienten) que eso les podría pasar a ellas o a alguien cercano.
Es un libro escrito con una sencillez capaz de llegarle a todos. “Hay que pensar que hondura y sencillez no riñen, que no es necesario hacer análisis exhaustivos sobre la enfermedad y el suicidio, entre otros asuntos. Queremos que nos cuenten, hay una gran fascinación con que le cuenten a uno”.
Lo que no tiene nombre es una confesión. A los lectores les gusta saber lo que ha ocurrido en la realidad. Piedad pone en sus páginas, con honestidad y de una manera muy poética, la contundencia de esa realidad. Una obra testimonial, “en la que el yo tiene un lugar muy importante, que hace sentir a los lectores que su historia puede ser contada, también”.
Su fuerza está en su alma. Hay luz y oscuridad; claridad y sombras. Y como otros de los títulos de la autora, habla de un hecho concreto. Se decía en la presentación de Lo que no tiene nombre: “Piedad Bonnett alcanza con las palabras los lugares más extremos de la existencia. La naturalidad y la extrañeza conviven en sus páginas igual que en su mirada conviven la sequedad de la inteligencia y el latido más intenso de la emoción”.
Las obras de Piedad conectan con los lectores porque narran experiencias que no les son ajenas y, por tanto, las sienten como propias. A ella le interesa una literatura impregnada de poesía, así lo ha dicho y así ocurre con Qué hacer con estos pedazos, la novela que también está en esta selección. Aunque no es testimonial, es de una intimidad profunda. En ella trata temas relacionados con el matrimonio, el maltrato, el agotamiento de lo cotidiano, la soledad. Muchos lectores y lectoras se sienten representados por esa voz, como ocurre en ese conmovedor, en ese lúcido poemario titulado Los Habitados, también escogido por los lectores consultados por Generación.
Piedad en su poesía y en su narrativa tiene una relación directa con la vida, con la memoria. Y eso lo entienden sus lectores: “desde siempre he tenido la debilidad por la literatura de lo íntimo, yo la defino de tono menor. Me interesan las pequeñas historias, lo testimonial, no las grandes narraciones ni lo épico. Es una poética de lo cotidiano”.