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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • Provenza es protagonista en la canción de Karol G. Fotos: Archivo
    Provenza es protagonista en la canción de Karol G. Fotos: Archivo
  • Barrio Antioquia.
    Barrio Antioquia.
  • Parque Lleras.
    Parque Lleras.

Esta eterna canción de reguetón

La música es un referente para viajar por el mundo. Medellín está en las letras de las canciones urbanas.

Daniel Rivera Marín | Publicado

Medellín pagana, lujuriosa, trabajadora, violenta, católica, lasciva, cadenciosa, estrepitosa, juego de luces y sonido, puro brillo. Medellín, que es ciudad industrial, significado de pujanza, de austeridad, de aguardiente y comida abundante, lágrima del narcotráfico, riqueza del narcotráfico, hoy es —sobre todo— una canción de reguetón.

¿Qué es Nueva York? Una canción, desde Frank Sinatra y Billy Joel, pasando por El Gran Combo de Puerto Rico, hasta Alicia Keys y Jay Z. Los rascacielos de La Gran Manzana suenan a las cadenciosas trompetas de la canción del hijo cantante de la mafia italiana o al beat de Alicia. Cuando una ciudad se convierte en canción ya tiene un lugar en el imaginario colectivo. Desde Pablo Escobar, Medellín ya estaba en esa categoría que la ponía en estatus de mito, ahora el reguetón sopló espíritu sobre esa ciudad prometida en la que todo era posible.

¿Una ciudad adquiere sentido, vocación, cuando sus artistas le cantan loas?

Estas son nuestras loas.

Barrio Antioquia.
Barrio Antioquia.

En Provenza, Karol G canta: “No sé si te convenza, nos damos un rocecito por Provenza (...) Pasamos por El Barrio, por hierba”. Conozco a varios bogotanos que en los últimos meses llegaron a vivir a Medellín. Todos hablan de Provenza, esa calle, aleph del mundo donde hay restaurantes de todo tipo —comida japonesa, vietnamita, italiana, tailandesa, criolla—, y esos visitantes la conocen mejor que cualquier paisa nacido y criado en el barrio Belén. El lugar adquirió su importancia primero que la canción, pero ahora, cuando millones y millones han visto el video de Provenza en Youtube, y es una de las canciones del verano español, el lugar adquiere los atributos de un fetiche por visitar.

Pero en esa letra no solo está la ciudad sexy, de brillos, mujeres medellín y cirugías medellín, carros y motos medellín, como en los casos del rap norteamericano, también aparece la ciudad oculta. Dice Karol G: “Pasamos por El Barrio, por hierba”. El Barrio que es casi una entidad en Medellín, una clave. Decir “ir al barrio” es lo mismo que decir “vamos a mercar”: comprar drogas, vicio, marihuana. El Barrio, claro, es El Barrio Antioquia, una de las ollas más grandes de Colombia donde familias enteras viven del negocio.

Parque Lleras.
Parque Lleras.

En la canción Medallo, de Blessd —la nueva estrella inversa del reguetón de Medellín—, se subraya lo mismo: “Campeamo’ phillie en El Barrio”, y más adelante: “¿Y si te paso a buscar y nos fumamos algo ahí en el mirador?”. Las canciones revelan una ciudad que parecía inadvertida para generaciones más grandes. Los nuevos sitios de encuentro son disímiles: Provenza o los miradores de la vía a Las Palmas. Además tiene una invitación a la diversión, a la lujuria. La industria del reguetón —la industria textil transformada— hizo de la fiesta, un negocio; y de la promesa de los narcos de tener una ciudad en eterna parranda, una realidad, una quimera posible.

Fiesta, drogas y, por supuesto, sexo. ¿Viaje a Medellín? Pues la fuerza del cliché dice que hay que hospedarse en El Poblado y eso también tiene canción, es de J Balvin: “En un PH (pent house) en El Poblado me la comía...”. Se trata de la descripción de un fin de semana cualquiera: excesos en un buen edificio. Las canciones no inventan, hablan de lo que vive una ciudad en clara expansión, donde el turismo hace correr dólares cada día en restaurantes y discotecas. No hay una invitación para conocer estas calles, como la que hace el reguetón.

Y como en toda ciudad, aquí también hay una promesa. La única promesa que importa: volver a la juventud. En Medellín, la canción de Madonna y Maluma, ella canta: I took a pill and had a dream (yo también) / I went back to my seventeen year / Allowed myself to be naive (dime) / To be someone I’ve never been (me encanta) / I took a sip and had a dream / And I woke up in Medellín (¿te gusta?) / The sun was caressing my skin (dime) / Another me could now begin (woo)”. Madonna —su personaje— toma una píldora y vuelve a la juventud y —oh maravilla— despierta en esta ciudad: el sol le acaricia la piel y con él ese llamado a una nueva vida. Estas calles se erigen como faro: el que viaja quiere encontrar una nueva y aquí hay una, la vida de la juventud, la vida de la promesa.

Todo ha sido un azar. En 2002 los reguetoneros puertorriqueños encontraron que su música, su masacote, sonaba en Medellín como la nueva vanguardia. Viajaron, hicieron conciertos, fama y plata; les gustó la estética, el eclecticismo entre trabajo duro, fiesta dura y ruinas mafiosas. Así empezó una industria. Hoy Medellín está en la vanguardia, letristas y productores hacen campamentos de semanas en las que componen cada día cinco canciones en medio de fumadas largas de marihuana y tragos de Red Bull y whisky blend, hablan de las calles que visitan cada noche, en ellas encuentran inspiración: El Poblado, Provenza, los miradores, El Barrio.

El azar agita los dados de la composición, mueve con afán las letras que dibujan a la nueva-vieja Medellín, la estética es muy parecida a la de hace treinta años.

Pero en medio de la máquina de la industria, también está la ciudad independiente. Los ninjas, los Acolýricoz, cantan en Aranjuez: “Este barrio nos pario por cesárea (Ajá) / Innecesaria guerra que no cesaría de Medallo parias (Aranjuez) / Es el idioma de las balas, breques, precios, cifras /

Aquí todo se dispara / Las casas se abrazan cuando dormimos / Tan estrechas que todos soñamos lo mismo / Desde temprano martilla el vecino (Ajá) / Territorio bautizao’ por colonos, habitao’ por campesinos / Mi primer cassetto, se lo robé al Comegatos / Por ser de Aranjuez casi me mata en Santa Cruz un santo (Aranjuez) Es un monstruo / Si me voy nada cambia, lo combato desde adentro Tanto amor me puede matar (Si, si) / Tengo espejos de soldados como Nipsey /

El fuerte sobrevive, Priscos miles (...)”.

Está la ciudad de lujo, la ciudad fancy, y del otro lado la que crece contra todo pronóstico. Las dos se abren paso codo a codo. Cada una tiene sus loas, sus alabanzas, su construcción armónica. Y, aunque parezca contradictorio, las dos existen: no sabemos cómo.

Si quiere más información:

Daniel Rivera Marín

Editor General Multimedia de EL COLOMBIANO.

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