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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • María Takemoto hace parte de la compañía del Ballet Metropolitano de Medellín. Vive en la ciudad hace poco más de tres años.
    María Takemoto hace parte de la compañía del Ballet Metropolitano de Medellín. Vive en la ciudad hace poco más de tres años.

María Takemoto, la vida en cuatro tipos de escritura

Radicada en Medellín y esposa de un bogotano, la bailarina profesional María Takemoto hace parte de la compañía del Ballet Metropolitano. La suya es una vida construida en tres idiomas y cuatro escrituras.

Por: Ángel Castaño Guzmán | Publicado

La vida diaria de la bailarina María Takemoto transcurre en tres lenguas. Habla en español con su esposo Sebastián González. Por hacer parte del Ballet Metropolitano de Medellín las palabras en francés –los nombres de los movimientos y de los pasos de las coreografías– están presentes en sus rutinas de ensayo. Y en japonés ve las telenovelas y los programas de internet con los que mata los tiempos libres. En parte, ese poliglotismo es la razón por la que María responde despacio las preguntas. También lo es el mutismo de los japoneses, propensos a la brevedad. A fin de cuentas fueron los inventores del haikú.

La madre de María pertenece a la pequeñísima parte de la población japonesa que profesa la fe cristiana. De ahí que haya decidido que su hija llevara el nombre de uno de los personajes principales del catolicismo. Decir que alguien pertenece a una religión minoritaria parece sencillo, pero pocas cosas están más distantes de serlo. La religión hace parte de esos tejidos simbólicos que configuran las visiones de mundo de las comunidades y de los individuos. Teniendo esto claro no resulta asombroso que en las dos entrevistas que sostuvimos –una en la mitad de un ensayo del ballet y la otra en una gasolinera de Aguacatala– María use el “ellos” en lugar del “nosotros” para hablar de los japoneses. “Ellos no hablan de sus sentimientos... ellos no son tan expresivos...ellos prefieren los karaokes al baile”.

En un momento de la primera entrevista, María se quita las zapatillas de puntas, masajea los dedos de su pie izquierdo, pone pedazos de algodón en los espacios entre el meñique y el anular y el índice y el pulgar. Hace esto cada vez que termina un ensayo o una presentación. Además del rigor normal del baile, su pie izquierdo, por ser más largo, recibe un castigo mayor al derecho. “Mi pie izquierdo está metido en una zapatilla de menor tamaño”, dice. El espectador no percibe la molestia. En el escenario María levita con soltura y donaire. El cuerpo ejecuta los movimientos con precisión.

–¿Qué ha sido lo más complicado de bailar en Colombia?

–Al principio lo fue la expresión. En el Japón los bailarines no son tan expresivos.

Desencantada del ballet, María viajó a Colombia con la idea de aprender español. En un principio se radicó en Bogotá, donde tomó las primeras clases. Allá conoció a Sebastián, que recién había regresado de los Estados Unidos y que muy pronto se radicó en Medellín. Toda historia de amor se construye sobre la idea de lo inevitable, de la predestinación. La de María y Sebastián no es la excepción. Al saber que estaba de paso en la ciudad, una amiga coreana de él le insistió en salir de copas con ella y unas compañeras. “Yo le dije que no, que me iba para Medellín, pero insistió en que saliéramos a tomar una cerveza. Esa noche terminé yendo, y ahí estaba María”, dice él en la gasolinera de Aguacatala.

Ya en Medellín, a instancias de su esposo, María se matriculó en el curso de principiantes de Ballet Metropolitano de Medellín. Lo hizo por un error de traducción: pensó que la palabra hacía alusión a los que recién llegados a la escuela y no a los neófitos en la danza. Apenas el cuerpo se sacudió de los años de inactividad, María pasó rápidamente los escalones formativos hasta llegar a la compañía de baile. Le pregunto por la duración de la vida profesional de los bailarines. Ella, que tiene treinta, dice que más o menos se extiende hasta los treinta y cinco. Es decir, le quedan tres años de baile a alto nivel. El cálculo le congela el rostro por unos segundos. Sebastián la mira: del fondo del rostro de María emerge una sonrisa. Para cambiar de tema le pregunto por la escritura en japonés. Habla de la escritura Kanji –que adapta los caracteres chinos–, la Hiragana –la usual para la mayoría de la población– y la Katakana –que sirve para los extranjerismos, en particular los provenientes del inglés–. Le pido una demostración. Ella escribe en una hoja las tres formas de su nombre. El inicio de este artículo sirve para cerrarlo. La vida diaria de la bailarina María Takemoto transcurre en tres tipos de escritura. Cuatro, si pensamos en el español.

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