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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • En las fotografías podemos ver a algunos de los esctiores mencionados en el texto. 1. Sara Jaramillo 2. Esteban Duperly. 3. Lina Parra Ochoa. 4. Isabel Botero. 5. Jorge Iván Agudelo. 6. Lorena Salazar Masso. 7. Gilmer Mesa.
    En las fotografías podemos ver a algunos de los esctiores mencionados en el texto. 1. Sara Jaramillo 2. Esteban Duperly. 3. Lina Parra Ochoa. 4. Isabel Botero. 5. Jorge Iván Agudelo. 6. Lorena Salazar Masso. 7. Gilmer Mesa.

Lista azarosa: Lo que se lee hoy en Medellín

En estos años la gente de Medellín lee libros sobre el duelo, la vida en el barrio, las transiciones del campo a la ciudad y las vivencias en medio del trajín de una ciudad que es el epicentro del reguetón y el turismo colombiano.

Por: Mateo Navia Hoyos | Publicado

Preguntas sobre la identidad, el duelo o la magia; vivencias colectivas en la familia, el barrio, la ciudad, el campo o el mar, están entre los temas y escenarios principales escritos por algunas nuevas voces de novelistas medellinenses recientes. Alejándome del académico que podría ser yo mismo, y necesitaría varios meses para entregar una presentación pormenorizada y detallada de todos y todas las novelistas de la Medellín contemporánea, nacidas por ejemplo a partir de 1975, aventuro en estas líneas, diligente, algunas menciones y comentarios.

Antes de iniciar, una acotación: se podrá juz-gar, contrario al gusto, que hay muchas listas en este escrito. No ha podido ser de otra manera. Solicito su indulgencia, lector y lectora; le he dado prelación a la pretensión de bosquejar la cartografía de las escritoras y los escritores naci-dos en Medellín en los años recientes, y cómo estos se aúna a una constelación de escritores y escritoras de un extenso país.

Coincido con la crítica colombiana que ha aplaudido las novelas La cuadra (2016), de Gilmer Mesa; Cómo maté a mi padre (2020), de Sara Jara-millo; Esta herida llena de peces (2021), de Lorena Salazar Masso. Tres novelas sobre el duelo: de los amigos y familiares del barrio, de la ciudad; de un padre asesinado, amado y extrañado; de un hijo aco-gido, y que es y representa un viaje. Tres novelas ya bastante comentadas y que son, miradas de cerca, la punta de un iceberg, el extremo de un hilo que, al ser halado, conduce a una madeja. De un lado, cua-tro novelas publicadas posteriormente por quienes firmaron las anteriores. Él, Las Travesías y Aranjuez, dos viajes: uno al pasado de los abuelos, y otro al pa-sado del padre. Ellas, respectivamente, Escrito en la piel del jaguar, en la que las percepciones se con-vierten en palabras, oraciones, párrafos y páginas, permitiendo ahondar en lo que provoca dejar atrás la ciudad y volcarse a la convivencia con el mar, y Maldeniña, en la que se fuerza con dulzura al lector a acompañar la soledad de una niña, con un padre ausente y una madre inexistente, en un pueblo di-minuto. De otro lado, una sucesión de novelas vigo-rosas y firmes de escritores y escritoras, la mayor de las veces debutantes.

Con trayectoria como periodistas, en 2021 se iniciaron como novelistas Josefina Aguilar Ríos, también poeta, con Solferino, un cruce epistolar en-tre un campesino colombiano y su amigo chileno en el que se repasan las situaciones cruciales de sus contextos violentos nacionales particulares; y David Eufrasio Guzmán, además cronista y cuentista, con Pichón de diablo, un drama satírico, melviliano y kafkiano, de un joven endeudado por sus estudios universitarios que se ve obligado a convertirse en burócrata, teniendo que retrasar sus deseos juveni-les de convertirse en actor.

Esteban Duperly, periodista y comunicador social, además de fotógrafo, gestor, curador y edi-tor, publicó en 2023 El medidor de tierras, su se-gunda novela después de Dos aguas, que salió cinco años antes, en la que un ambiente militar sirve de escenario para acercar y escudriñar cómo se comportan los seres humanos alrededor del poder y la violencia.

En 2023, Isabel Botero y Lina María Parra Ochoa, que hasta la fecha solo habían publicado cuentos, debutaron: la primera, con Edificio Wolf, una narración que mezcla de manera hábil el pro-ceso de independización de una mujer, que deja la casa de sus padres para vivir en el sótano del edifi-cio que titula el libro, con varias historias trepidan-tes de los antiguos propietarios y moradores; y la se-gunda, con La mano que cura, en la que el duelo por la muerte de un padre desata una reconfigura-ción de los roles familiares de dos hijas y una ma-dre, hasta llegar incluso a despertar acontecimien-tos del pasado que habían permanecido velados.

Jorge Iván Agudelo, que ha publicado ya varios libros de poesía, en 2023 se estrenó como novelis-ta con Muerde perra espléndida, un texto labrado con zanjas de metáforas, en la que a un personaje se le desata vagar por recuerdos y reflexiones pre-sentes, embriagándose con whisky mientras espe-ra a un amigo de antaño que lo citó en un bar del centro de Medellín.

A una obra plástica consolidada, David Roble-do Ardila le añadió en 2020 la novela Ese hombre ha muerto de milagro, un libro en el que cohabitan la plástica y la narración, dibujos polifónicos y mo-nólogos en torno a la historia de David y Goliat, con sus resonancias en la historia y cultura latinoameri-cana. Sin incluir imágenes de obra plástica, pero ac-tivo con exposiciones, Guillermo Correa Montoya, quien ha publicado varios libros académicos, incur-sionó con la novela Loca mitómana en 2023, un drama hilarante en el que dos personajes se aproxi-man y tropiezan con las posibilidades de ser amigos o iniciar una relación homoerótica. Desobedeciendo la periodización planteada al inicio de las escritoras nacidas a partir de 1975, valga mencionar a la pintora, dibujante y grabadora Male Correa, quien publicó en 2023 Dosconocidos, un mo-saico a manera de novela que profundiza con delica-deza si amar o no, perdonar o no al padre ausente, y cómo desentrañar su propia identidad por ser gemela. La docente María Lopera Rendón, que firma Ma-rita Lopera, debutó en 2022, en todo el sentido de la expresión por no haber publicado antes libro alguno, con la ópera prima La vida fue hace mucho, una no-vela que transcurre a orillas, sobre y dentro del mar, con marcados acentos en el diálogo existente entre la vida humana y la naturaleza, cada una provista de sus fuerzas depredadoras y de renovación.

Estas nuevas voces de novelistas de Medellín están dispuestas para ser leídas, en silencio o a viva voz. Que cada quien elija el timbre que piense o sienta se acopla a su voz. Como posibles, están dis-ponibles. Sin ser leídos son, como dijo el crítico es-pañol Juan Marqués hace poco: “Como cachorrillos en una perrera, aullando por un poco de cariño, de-seando ser los elegidos, los aceptados, los siguien-tes”. Coda: Estas nuevas voces de novelistas de Me-dellín, sin duda están impregnadas y dialogan con novelas colombianas ya insignes de las décadas re-cientes como Primero estaba el mar, Un beso de Dick, El desbarrancadero, El olvido que seremos, Los amigos míos se viven muriendo, Los ejércitos y Lo que no tiene nombre; se suman al nutrido grupo de otras escritoras y escritores nacidos en otras ciu-dades como Giuseppe Caputo, Andrea Cote Botero, Daniel Ferreira, Margarita García Robayo, Andrea Mejía, Juan Esteban Constaín, Juan Cárdenas, An-drés Felipe Solano, Melba Escobar, Ricardo Silva Romero y Carolina Sanín, y, finalmente, van inte-grándose de manera paulatina a esa otra ya consoli-dada novelística colombiana de escritoras y escrito-res como Juan Gabriel Vásquez, Pilar Quintana, Luis Miguel Rivas, Santiago Gamboa, Mario Men-doza, Pablo Montoya, Jorge Franco, Alonso Salazar, Evelio Rosero, Héctor Abad Faciolince, William Os-pina, Juan Diego Mejía, Piedad Bonnett, Tomás González, Laura Restrepo, Eduardo Peláez, Fanny Buitrago y Fernando Vallejo.

La mayoría de los nuevos novelistas de Mede-llín dialogan con otras maneras del arte; como pun-to de partida han tenido formas de expresión como la poesía, la plástica y el cuento, e incluso, algunos tienen marcada una trayectoria como investigado-res y docentes. Dichos trasfondos impactan en sus novelas. El poeta está siempre atento al ritmo y la melodía; el artista plástico, a la composición y la ar-monía; el cuentista, a la contundencia y coheren-cia; al investigador y al docente le es consubstancial el rigor. Adicionalmente, debe decirse que en todas las nuevas voces se encuentra un rasgo común: un correcto tratamiento del tiempo, del espacio, de los personajes y de las situaciones, y, de manera subra-yable, una decantación de la escritura volcada a una finalidad: expresar las percepciones –lo visto, lo oído, lo olido, lo tocado, lo gustado– por parte de los narradores y de los personajes en las realidades construidas. Es fácil augurar, que si estas voces de-butantes de Medellín continúan arando páginas con oraciones meditadas poblarán universos pro-pios que los lectores y las lectoras les agradecere-mos, hambrientos como estamos de realidades al-ternas a una única realidad.

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