Preguntas sobre la identidad, el duelo o la magia; vivencias colectivas en la familia, el barrio, la ciudad, el campo o el mar, están entre los temas y escenarios principales escritos por algunas nuevas voces de novelistas medellinenses recientes. Alejándome del académico que podría ser yo mismo, y necesitaría varios meses para entregar una presentación pormenorizada y detallada de todos y todas las novelistas de la Medellín contemporánea, nacidas por ejemplo a partir de 1975, aventuro en estas líneas, diligente, algunas menciones y comentarios.
Antes de iniciar, una acotación: se podrá juz-gar, contrario al gusto, que hay muchas listas en este escrito. No ha podido ser de otra manera. Solicito su indulgencia, lector y lectora; le he dado prelación a la pretensión de bosquejar la cartografía de las escritoras y los escritores naci-dos en Medellín en los años recientes, y cómo estos se aúna a una constelación de escritores y escritoras de un extenso país.
Coincido con la crítica colombiana que ha aplaudido las novelas La cuadra (2016), de Gilmer Mesa; Cómo maté a mi padre (2020), de Sara Jara-millo; Esta herida llena de peces (2021), de Lorena Salazar Masso. Tres novelas sobre el duelo: de los amigos y familiares del barrio, de la ciudad; de un padre asesinado, amado y extrañado; de un hijo aco-gido, y que es y representa un viaje. Tres novelas ya bastante comentadas y que son, miradas de cerca, la punta de un iceberg, el extremo de un hilo que, al ser halado, conduce a una madeja. De un lado, cua-tro novelas publicadas posteriormente por quienes firmaron las anteriores. Él, Las Travesías y Aranjuez, dos viajes: uno al pasado de los abuelos, y otro al pa-sado del padre. Ellas, respectivamente, Escrito en la piel del jaguar, en la que las percepciones se con-vierten en palabras, oraciones, párrafos y páginas, permitiendo ahondar en lo que provoca dejar atrás la ciudad y volcarse a la convivencia con el mar, y Maldeniña, en la que se fuerza con dulzura al lector a acompañar la soledad de una niña, con un padre ausente y una madre inexistente, en un pueblo di-minuto. De otro lado, una sucesión de novelas vigo-rosas y firmes de escritores y escritoras, la mayor de las veces debutantes.
Con trayectoria como periodistas, en 2021 se iniciaron como novelistas Josefina Aguilar Ríos, también poeta, con Solferino, un cruce epistolar en-tre un campesino colombiano y su amigo chileno en el que se repasan las situaciones cruciales de sus contextos violentos nacionales particulares; y David Eufrasio Guzmán, además cronista y cuentista, con Pichón de diablo, un drama satírico, melviliano y kafkiano, de un joven endeudado por sus estudios universitarios que se ve obligado a convertirse en burócrata, teniendo que retrasar sus deseos juveni-les de convertirse en actor.
Esteban Duperly, periodista y comunicador social, además de fotógrafo, gestor, curador y edi-tor, publicó en 2023 El medidor de tierras, su se-gunda novela después de Dos aguas, que salió cinco años antes, en la que un ambiente militar sirve de escenario para acercar y escudriñar cómo se comportan los seres humanos alrededor del poder y la violencia.
En 2023, Isabel Botero y Lina María Parra Ochoa, que hasta la fecha solo habían publicado cuentos, debutaron: la primera, con Edificio Wolf, una narración que mezcla de manera hábil el pro-ceso de independización de una mujer, que deja la casa de sus padres para vivir en el sótano del edifi-cio que titula el libro, con varias historias trepidan-tes de los antiguos propietarios y moradores; y la se-gunda, con La mano que cura, en la que el duelo por la muerte de un padre desata una reconfigura-ción de los roles familiares de dos hijas y una ma-dre, hasta llegar incluso a despertar acontecimien-tos del pasado que habían permanecido velados.
Jorge Iván Agudelo, que ha publicado ya varios libros de poesía, en 2023 se estrenó como novelis-ta con Muerde perra espléndida, un texto labrado con zanjas de metáforas, en la que a un personaje se le desata vagar por recuerdos y reflexiones pre-sentes, embriagándose con whisky mientras espe-ra a un amigo de antaño que lo citó en un bar del centro de Medellín.
A una obra plástica consolidada, David Roble-do Ardila le añadió en 2020 la novela Ese hombre ha muerto de milagro, un libro en el que cohabitan la plástica y la narración, dibujos polifónicos y mo-nólogos en torno a la historia de David y Goliat, con sus resonancias en la historia y cultura latinoameri-cana. Sin incluir imágenes de obra plástica, pero ac-tivo con exposiciones, Guillermo Correa Montoya, quien ha publicado varios libros académicos, incur-sionó con la novela Loca mitómana en 2023, un drama hilarante en el que dos personajes se aproxi-man y tropiezan con las posibilidades de ser amigos o iniciar una relación homoerótica. Desobedeciendo la periodización planteada al inicio de las escritoras nacidas a partir de 1975, valga mencionar a la pintora, dibujante y grabadora Male Correa, quien publicó en 2023 Dosconocidos, un mo-saico a manera de novela que profundiza con delica-deza si amar o no, perdonar o no al padre ausente, y cómo desentrañar su propia identidad por ser gemela. La docente María Lopera Rendón, que firma Ma-rita Lopera, debutó en 2022, en todo el sentido de la expresión por no haber publicado antes libro alguno, con la ópera prima La vida fue hace mucho, una no-vela que transcurre a orillas, sobre y dentro del mar, con marcados acentos en el diálogo existente entre la vida humana y la naturaleza, cada una provista de sus fuerzas depredadoras y de renovación.
Estas nuevas voces de novelistas de Medellín están dispuestas para ser leídas, en silencio o a viva voz. Que cada quien elija el timbre que piense o sienta se acopla a su voz. Como posibles, están dis-ponibles. Sin ser leídos son, como dijo el crítico es-pañol Juan Marqués hace poco: “Como cachorrillos en una perrera, aullando por un poco de cariño, de-seando ser los elegidos, los aceptados, los siguien-tes”. Coda: Estas nuevas voces de novelistas de Me-dellín, sin duda están impregnadas y dialogan con novelas colombianas ya insignes de las décadas re-cientes como Primero estaba el mar, Un beso de Dick, El desbarrancadero, El olvido que seremos, Los amigos míos se viven muriendo, Los ejércitos y Lo que no tiene nombre; se suman al nutrido grupo de otras escritoras y escritores nacidos en otras ciu-dades como Giuseppe Caputo, Andrea Cote Botero, Daniel Ferreira, Margarita García Robayo, Andrea Mejía, Juan Esteban Constaín, Juan Cárdenas, An-drés Felipe Solano, Melba Escobar, Ricardo Silva Romero y Carolina Sanín, y, finalmente, van inte-grándose de manera paulatina a esa otra ya consoli-dada novelística colombiana de escritoras y escrito-res como Juan Gabriel Vásquez, Pilar Quintana, Luis Miguel Rivas, Santiago Gamboa, Mario Men-doza, Pablo Montoya, Jorge Franco, Alonso Salazar, Evelio Rosero, Héctor Abad Faciolince, William Os-pina, Juan Diego Mejía, Piedad Bonnett, Tomás González, Laura Restrepo, Eduardo Peláez, Fanny Buitrago y Fernando Vallejo.
La mayoría de los nuevos novelistas de Mede-llín dialogan con otras maneras del arte; como pun-to de partida han tenido formas de expresión como la poesía, la plástica y el cuento, e incluso, algunos tienen marcada una trayectoria como investigado-res y docentes. Dichos trasfondos impactan en sus novelas. El poeta está siempre atento al ritmo y la melodía; el artista plástico, a la composición y la ar-monía; el cuentista, a la contundencia y coheren-cia; al investigador y al docente le es consubstancial el rigor. Adicionalmente, debe decirse que en todas las nuevas voces se encuentra un rasgo común: un correcto tratamiento del tiempo, del espacio, de los personajes y de las situaciones, y, de manera subra-yable, una decantación de la escritura volcada a una finalidad: expresar las percepciones –lo visto, lo oído, lo olido, lo tocado, lo gustado– por parte de los narradores y de los personajes en las realidades construidas. Es fácil augurar, que si estas voces de-butantes de Medellín continúan arando páginas con oraciones meditadas poblarán universos pro-pios que los lectores y las lectoras les agradecere-mos, hambrientos como estamos de realidades al-ternas a una única realidad.