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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • Leer es fundamental en el desarrollo del pensamiento crítico. Ilustración: Elena Ospina
    Leer es fundamental en el desarrollo del pensamiento crítico. Ilustración: Elena Ospina

Leer y pensar: esa relación fundamental

Se dice y se repite: leer ayuda a formar un pensamiento crítico. Una reflexión sobre cómo esto sucede, a partir de una obra de arte y reflexiones de especialistas.

Kirvin Larios | Publicado

La mirada fija en el suelo, el puño clavado en el mentón, la mano libre en la rodilla izquierda, desnudo sobre una gran roca. El pensador que inmortalizó el artista francés Auguste Rodin en la famosa escultura de ese nombre contiene la figuración del sujeto pensante, abstraído del mundo que habita o inmerso en un mundo propio, el de su mente. El mundo que también es su cuerpo a juzgar por esa manera de sentarse sin ropa sobre una gran piedra que bien podría ser un planeta.

Inicialmente, dijo Rodin alguna vez, esa escultura de comienzos del siglo XX se llamaría “El poeta” e iba representar a Dante Alighieri en el proceso de imaginar su Divina comedia. ¿Se imaginan a la cabeza —el cuerpo— de ese pensador concibiendo un mundo tan intenso y original? Pareciera que acabara de terminar un libro —una obra maestra sin escribir o escrita por otro— y ahora se recogiera para no extraviarse del todo en el efecto causado por la lectura.

Si uno se la queda mirando, se da cuenta de que el sujeto no está cómodo y que tal vez sufre, tenso ante la posibilidad de levantarse o quedarse ahí, eternizado, inmortal. Esos hombros recogidos delatan fragilidad, no exactamente convencimiento. El puño en el mentón pareciera la imagen de un golpe autoinfligido, a punto de unir boca con mandíbula, de clausurar el hueco por donde se habla y come: por donde se emiten palabras y se devoran cosas.

La escultura de Rodin encarna al sujeto pensador, dije, de carácter y maneras hoscas e impenetrables; pero también al pensador en crisis, del que el artista nos revela su condición de náufrago —nada a su alrededor— a la espera de un rescate. Pensamiento y crisis o “pensamiento crítico” pesan en cada milímetro de bronce fundido.

Como el metal, el pensamiento es algo que se forja —se esculpe. Eso se dice: es un proceso, se construye, y por eso estudiamos, generalmente en instituciones académicas, en distintas etapas de la vida; y por eso leemos y nos informamos y escuchamos, atraídos por el deseo de saber, de aprender y desaprender constantemente. Por eso se dice que la vejez es sabia: la escultura de Rodin es también un comentario sobre el paso del tiempo: un bebé en la misma posición nos causaría risa o ternura, o nos haría pensar en una deidad infantil, o en un niño actor.

***

¿Puede la lectura ayudar a hacernos pensantes, como ese pensador esculpido —o cualquiera de otra índole—? Si traje a Rodin a este texto fue porque en principio me pareció que ilustraba una idea romántica y teórica: la del pensador como sujeto inmerso en sí mismo, aislado del mundo de la misma manera que el lector que se recluye en los mundos que habitan los textos. El lector como pensador y el pensamiento como un mundo en el que vive. Solo que, aunque lo pongamos así, no son mundos ni tan distintos ni tan distantes.

Para Sonia López, doctora en Humanidades de la Universidad Eafit, no leer nada es imposible. Se lee de todo: conversaciones, gestos, la realidad, la naturaleza... “El mundo está lleno de palabras, imágenes y textos”, dice. Y una lectura crítica sucede desde el momento en que nos preguntamos cosas sobre lo que estamos leyendo, dejamos de “tragar entero” y exploramos posibilidades semánticas. El lector se abre a las dimensiones espirituales, religiosas, psicológicas y afectivas del texto. Ahí, en ese desbordamiento, se vuelve un lector crítico: “Cuando las dimensiones propias se abren a partir de la lectura”.

Que eso ocurra obedece a un proceso cognitivo, psíquico y cronológico. Se comienza leyendo literalmente: se reconocen las letras y su tamaño; los subtítulos; las ilustraciones si las hay, lo cual exige identificar cada elemento. Después ocurre la inferencia, que para López es un momento muy “bello”: “A partir de mi mundo y el del texto, de los elementos y las pistas que me dan, empiezo a inferir y a asociar: si es una denuncia, una crítica o una carta de amor”. Ese proceso depende de la edad o del momento del aprendizaje: al principio leemos silábicamente, más tarde lo hacemos prosódicamente.

El docente José Cano, de la facultad de Educación de la UPB, relaciona la lectura crítica con la capacidad de “asumir una posición, esbozar argumentos, plantear preguntas e incluso ir en contra de lo leído”. Al leer se adquieren saberes nuevos, y eso hace que se cuestionen valores, principios y creencias. Un lector, así, puede poner en una especie de “balanza” qué asuntos tienen más argumentos y validez, teniendo en cuenta la propia experiencia y la de la lectura. “Cada texto es un universo que hace contrastar el mundo de uno con el del texto”, dice. De manera que el lector crítico analiza, propone argumentos, juzga la credibilidad de lo que lee, identifica un foco o el tema del asunto y se plantea preguntas. Es alguien que discute y muchas veces le da la razón a un texto, pero cuando ha indagado o corroborado en lo que dice. En ese sentido, la lectura tiene un papel “formativo”.

Cano trae el ejemplo de la lectura en tiempos de internet. En una aplicación como WhatsApp puede llegar el enlace de un texto lleno de información cierta o falsa. Un lector “desprevenido” podría caer redondo en los engaños de ese texto; uno que sea crítico se preguntaría antes por la fuente, la autoría, la certeza de lo que está leyendo, y tiene en cuenta el remitente, el sitio web o la plataforma, los datos proporcionados, el contenido.

Según la librera Patricia Melo, esta lectura en internet entraña otros peligros cuando no ofrece nada que interpele las ideas. “En redes sociales, por ejemplo, lees lo que el algoritmo presupone que quieres leer. Te afianza en tus opiniones en vez de cuestionártelas. Eso me parece grave”. De manera que, si alguien está en un error o tiene una idea equívoca sobre un asunto, sigue metido en ese error y pensando, además, que tiene el sustento. “La función más grande de la lectura es que te amplíe los horizontes, que te muestre cosas distintas; ahí es donde se forma el pensamiento crítico”.

Leer nos ayudaría a estar precavidos y a señalar falacias, cuando las hay. Sin embargo, la lectura nos entrega millones de cosas, y ninguna de forma concluyente: el lector más crítico también puede deslizarse torpemente por el texto. Y, como en la crítica, en ese error también surge el placer: el de equivocarse, porque la lectura se alimenta del ensayo y el error, del vacío del propio texto. Una lectura “no es garantía de nada, porque se puede leer y que eso te pase por encima”, dice Melo.

Leer también nos deja indiferentes: sin una crítica o sin un después, en crisis, como la escultura de El pensador, y en busca de otro texto que sea un nuevo porvenir en el pensamiento ◘

Si quiere más información:

Kirvin Larios

Periodista cultural de EL COLOMBIANO. Autor de “Por eso yo me quedo en mi casa”. Es el gemelo zurdo.

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