Gilmer Mesa: La salsa es un género híbrido. De hecho, hay escritores como César Miguel Rondón y César Pagano que hablan de la inexistencia del género, cosa con la que estoy de acuerdo, porque lo que se da en llamar salsa comercialmente en los 40, en los 50 y sobre todo en los 60, con la llegada de Fania, es una traspolación de géneros, sobre todo del son de Arsenio Rodríguez y del guaguanco y de bombas y plenas puertorriqueñas.
En Estados Unidos se grabó en sellos under y muy independientes, como Alegre y como Tico. Hasta que en el 63, Pacheco y Masucci se juntan y crean Fania. El nombre lo toman de una canción de Reinaldo Bolaño que hizo famosa Las Estrellas del Chocolate en Cuba, que se llama Fania Funché, que era dedicada a una vieja que vendía fritangas, llamada Estefanía. Y se hace popular en el mundo, pero sigue manteniendo una afinidad con esos ritmos cubanos. En los 70, cuando llegan las letras tesas de Tite Curet Alonso y Rubén Blades se vuelve muy, muy, muy urbana.
Dentro de ese conglomerado de ritmos que podríamos llamar “la” salsa aparece una experimentación muy interesante que mezcla todo eso y nos trae al siglo XXI, que es Siguarajazz. ¿En qué se incrusta Siguarajazz dentro de esa tradición?
Juan Fernando García: Es resultado de toda esa información. Siguarajazz suena con una influencia de ese recorrido de músicas. Como músico he sido muy enfático en la investigación.
En Nueva York pasa algo muy bacano, hermano. Y es lo que decís vos, la mezcla de toda esa información y el jazz. Los músicos americanos hacen parte también de eso. Mongo y Willie Bobo y todos ellos también colaboraban con las big band de jazz en Nueva York. Entonces se enriqueció la escena de una manera en los 40, que dio como resultado el Cu.Bop, pero en esa época todavía no se conocía como salsa. Eso ya fue con Masucci. Esa gente estaba evolucionando la música afroantillana como tal, y en especial la música cubana.
A Siguarajazz lo llamábamos era Siguaraya. Siguaraya empezó con un cubano, Orbe Ortiz, y mi hermano Nicolás, y con Edwin Marín, que es de Castilla, que era batería. Éramos un cuarteto.
G.M: ¿Era un cuarteto de qué?
J.F.G: Batería, congas, bajo, a veces con guitarra. Con Orbe tocábamos Latin jazz así, ese cuartetico. Y empezamos a buscar en internet y resulta que había un montón de grupos que ya se llamaban Siguaraya. Y yo... ay, marica, ¿qué vamos a hacer güevón? Y entonces una vez iba bajando con Edwin Marín por Caracas con el Palo, casi llegando al Gran Hotel, cuando me va mirando y dizque: Siguarajazz.
G.M: Una epifanía.
J.F.G: Desde el 2000 nos llamamos Siguarajazz, con mi socio José Tobón, pero muy bien ese aporte de Edwin, porque dentro de la música que hacemos, hemos jugado mucho con el jazz, el Latin jazz y la salsa.
G.M: ¿En qué momento el jazz absorbe a la salsa? Porque el jazz también es una música de absorción, que coge un montón de cosas.
J.F.R: Hubo un boom muy importante en el que el Latin jazz jugó un papel, al principio, pero era una estética diferente, de Big Band. Ahí fue la explosión. Después del rezago de la salsa hubo una explosión de Latin jazz. Unos se dedicaron, como Willie Rosario y otros, a explorar la música romántica, salsa que estaba en boga. Y los demás se dedicaron al jazz y al Latin jazz, más o menos a finales de los 70. En los 80, Tito Puente se la pasó grabando Lps de Latin jazz. Ray Barreto se dedicó a su grupo de jazz, que se llamaba New World Spirit, y empezó también a sacar discos de jazz. Y entonces nosotros, ahorita de los 2000 para acá, empezamos a participar de festivales y a parchar con esa gente.
G.M: ¿Cómo era el movimiento del jazz aquí, en Medellín? Si había...
J.F.G: Sí, desde el 94, 95, más o menos, que empezaron los de Matacandelas con el festival de jazz. Desde esa época ha habido un muy buen movimiento, se han creado otros festivales. También, por ejemplo, Cristian con el Club del Jazz. Las escuelas de jazz que ya montaron en EAFIT, en Bellas Artes y en la Universidad de Antioquia. Cuando yo empecé, no había nada de eso.
G.M: Hay una cosa muy poderosa con la salsa y es que aparece ese genio que es Rubén Blades, antes de él Tite Curet Alonso le había dado un viraje a lo que era la salsa bailable y eso me lleva a un tema que siempre me ha parecido un exabrupto y es que llamen al reguetón música urbana. Porque en realidad no solo sus letras no son casi urbanas, sino que no dan cuenta del hombre en una ciudad latinoamericana. Y en cambio sí hay géneros que se han especializado en eso, el tango primero, el rock y, por supuesto, la salsa, sobre todo en Rubén que saca esos dos álbumes magníficos que son El Maestra Vida y crea un término nuevo para designar lo que él estaba haciendo con las letras que se llama FOCILA (Folclor de Ciudad Latinoamericana), que me parece muy acertado pero que además de ahí en adelante se pegaron muchos. Y creo que Siguarajazz también se inscribe en eso.
J.F.G: Total. Es que esa salsa de los 70 da fe de esos personajes, de esos lugares, de los barrios. La salsa es eso. El segundo disco de nosotros se llama Manrique Mambo, porque el primer disco, que es 063, era en homenaje a la música colombiana, a la música de nuestros abuelos y es un disco de puro jazz colombiano. Pero yo ya tenía lista la producción de Manrique Mambo y ahí se puede dilucidar unas letras que hablan de nosotros, de algunos personajes, de unos amores, cosas así, como por ejemplo “Sabor a miel”. Yo tengo que ver mucho con la salsa brava, con el Latin jazz y con el jazz original, por el contrabajo, me llevó mucho al jazz y en la universidad tuve la posibilidad de aprender. Por eso hago tanto jazz colombiano, porque jazz americano que lo hagan ellos.
G.M: ¿Quién es el mejor jazzista de todos los tiempos?
J.F.G: John Coltrane.
G.M: San John Coltrane.
G.F.G: El heredero, güevón. No solamente estamos hablando de tocar como tal, sino del concepto, de lo que él propuso a nivel de la estética y de la composición, muy espiritual. Algo que mucha gente no comprende, pero uno que se metió en la vuelta sabe pa dónde va la cosa. Coltrane cogió la música que venía de una forma muy desaforada, muy rápida, de Charlie Parker y de la época del bebop. Llegaron a tal nivel que ya había que devolverse y el puente fue Miles Davis, para relajar esa vuelta, y John Coltrane el elegido. Él hace una investigación muy tenaz de las religiones del mundo y llegó a una conclusión, que es “El Amor Supremo”, y lanza un disco A Love Supreme.
G.M: Las tablas de la ley.
J.F.G: En este momento estoy haciendo un disco, TruColtrane, homaneje a John, y todas las composiciones son en estética coltranianas, pero mías. He desarrollado una estética que reconocen en la ciudad y en el país. Inclusive en Nueva York y en otras partes. La música de nosotros suena a Nueva York, pero a Manrique, a Medellín.
G.M: Desde otra orilla, obviamente, Alcolirykoz está reivindicando una visión del barrio tesa y vos también con esa influencia del jazz, de la salsa, pero que tenga ese sabor del barrio.
J.F.G: No perder la idiosincracia de nosotros acá. La influencia de nosotros es la salsa brava de Nueva York, porque aquí en Medellín y en Manrique no ha penetrado tanto la música moderna cubana, aquí somos muy apegados al jazz.
G.M: Hay gente que fue famosa aquí, La Narváez, por ejemplo, y por fuera no se conoce.
J.F.G: No lo conocen en ninguna parte, sino aquí. Esa gente viene y se sienten los dioses. Y muchas de las orquestas de Puerto Rico que vienen los conocen aquí en Medellín.
G.M: Creo que es porque estos manes cantaban unas temáticas muy barriales. ¿Cuál es la relación del barrio con la salsa?
J.F.G: Manrique ha sido un barrio que ha absorbido durante generaciones muchas músicas. En los 60 se metió la música de Lucho Bermúdez, Pacho Galán, y empezó el fenómeno de Fruko, y ahí fue cuando empezó a meterse la salsa aquí a Manrique. Entonces aquí hubo mucha influencia y se empezaron a generar muchos coleccionistas de LP.
G.M: Y lo del fenómeno de las orquestas, que por lo regular la mayoría de los músicos son de de este barrio...
J.F.G: De salsa en especial y de música bailable. El caso de Jairo Grisales, el conjunto Miramar, que son los primeros. Y los músicos de las orquestas de baile anteriores, la mayoría eran de Manrique, de esas orquestas de baile de los 50 y de los 60. Ya después en los 90 sale Tito Montoya a reivindicar la salsa y las letras y todo lo de Tito con Pachanga Orquesta. Y ya de ahí viene el 95 y de ahí pa allá son los pupilos, que éramos Juancho Valencia, el hijo de Vale, y yo con Siguarajazz, y ahí empezó la cosa.
G.M: Bueno, Trucu, una pregunta tesa, compadre, ¿por qué insistir y resistir desde un género que para mucha gente entró en decadencia hace tiempo y, sobre todo, en una ciudad permeada por el reguetón y reguetonizándose cada vez más? A mí esa terquedad no deja de parecerme muy admirable, de una nobleza alta, pero ¿por qué persistir con estos ritmos en una ciudad como esta?
J.F.G: Tiene que ver mucho con la pasión, con el amor y con la terquedad, porque no queremos renunciar a hacer lo que nos gusta. A mí me gusta la buena música y si quiero hacer un disco, me lo hago para mí. Los últimos discos que voy a producir son de jazz, porque estoy muy cansado de luchar contra la corriente. En estos momentos estoy produciendo un disco que se llama Colombiando, que es de jazz colombiano, y tengo el otro, TruColtrane. Eso es lo que voy a hacer, hermano, con un quinteto, tiene más proyección, me puedo sentar con más confianza a gestionar porque como lo he hablado con mi mamá, ¿cierto, ma?, le he dicho, mami no voy a hacer más salsa, ya estoy cansado...
Mamá de Trcu: Da mucha tristeza, la salsa es muy linda.
*Gilmer Mesa escritor del barrio Aranjuez y Sara Kapkin periodista del área de Tendencias de El Colombiano.