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En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • “La rabia es un poder, una diosa”: Andrea Cote

“La rabia es un poder, una diosa: Andrea Cote

Conversamos con la poeta colombiana Andrea Cote a propósito de su próximo poemario Querida Beth, que se ganó semanas atrás uno de los premios más importantes de la poesía americana y se publicará a comienzos de 2025, calificado por el jurado como un libro con un “tono rabiosamente contemporáneo”.

Por Juan de frono | Publicado

Del primer libro de la poeta colombiana Andrea Cote, Puerto calcinado, podemos decir que fue un acontecimiento, de la misma manera que lo es la nieve donde la nieve no se deja ver a menudo. Fue 2003, ella tenía poco más de veinte años y entregaba a lectoras y lectores de poesía un milagro, un libro que se convirtió con rapidez en uno de los más significativos de la literatura colombiana en el siglo XXI, al punto de recibir el Premio Internacional de Poesía Puentes de Struga, que entrega la Unesco en asocio con el Festival de Poesía de Struga, Macedonia del Norte, para reconocer a la mejor ópera prima de poesía publicada en el mundo.

El pasado 28 de octubre esta poeta nacida en Barrancabermeja recibió otro premio importante para su trayectoria: el XXIV Premio Casa de América de Poesía Americana, que se otorga en Madrid y premia libros escritos en este lado del océano y que han obtenido poetas tan destacados como Piedad Bonnett, Yolanda Pantin o Eduardo Chirinos. A diferencia del Puentes de Struga, que reconoce libros ya publicados, el Casa de América lo ganó Cote con un manuscrito que envió, titulado Querida Beth, y que la editorial Visor publicará en febrero o marzo de 2025.

La Beth del título fue una tía de la poeta, una mujer que migró a Estados Unidos en los años setenta para casarse después de una oferta de matrimonio por carta con un hombre que no conocía y del que se separó un año después. Beth, la querida Beth, debió quedarse en Norteamérica porque del matrimonio breve quedó un hijo, y por ese amor maternal permaneció en un país siendo una casi fantasma, una mujer enredada en un sistema y un espacio del que no dominó la lengua y con tres o cuatro trabajos y donde nunca tuvo una casa y de donde debió regresar ya octogenaria cuando no pudo trabajar más.

Entre Puerto calcinado y Querida Beth Cote escribió los poemarios La ruina que nombro (2025), Chinatown a toda hora (2011) y En las praderas del fin del mundo (2019), agrupados y publicados este año por la editorial Tusquets en Fervor de tierra, poesía reunida. Beth, la querida Beth, ya había aparecido en algunos poemas de La ruina... y En las praderas..., pero ahora es la columna de un próximo libro que mostrará su historia, que es la de muchas personas en el mundo, con el propósito de pensar “el ciclo completo de irse del país, buscando un sueño -en este caso detrás de una promesa de amor-, vivir en un país donde no conoces la cultura y el idioma, y ser admitido allí, pero siempre desde un espacio de vulnerabilidad, como una fuerza de trabajo”, dice la poeta.

“Beth me dijo un día 'Escribe mi vida', y yo la escuché como quien oye llover, 'la vida de una colombiana en los Estados Unidos: la pesadilla americana'”, explica. Y cuando Beth murió, en 2020, Cote comenzó a escribir un poema llamado “La pesadilla americana”, pero tuvo que esperar para encontrar la forma y el tono del libro, que llegó después de hablar y leer en red, como suele hacerlo en El Paso, Estados Unidos, donde vive con sus dos hijos y es profesora de escritura creativa en la Universidad de Texas de esta ciudad. “Aquí una cosa que hacemos mucho es escribir en comunidad, y hay una colega narradora con la que me reunía a escribir, y yo tenía la idea de escribir de esta historia, pero no sentía que fuera un libro de poemas... y ella me dijo: '¿Por qué no empiezas?' Pero no era capaz y entonces hicimos un grupo de WhatsApp y le mandaba audios de cosas que recordaba de mi tía”.

Así nació un libro que necesitaba otra estructura, un estilo mudable, híbrido, con poemas que toman diferentes formas, porque contar la historia de perder la patria y la lengua, las conexiones más profundas, debía hallar un espíritu abierto, disponible a la multiplicidad de voces. “Esta narrativa poética supone una manera de resolver esta imposibilidad de contar historias difíciles, contando fragmentariamente, porque no tenemos el derecho ni la posibilidad de hacerlo completamente”, dice.

Cuando este poemario llegue a las librerías, las lectoras y lectores nos encontraremos con un nuevo ejercicio de estilo en la trayectoria de esta poeta. Hay un personaje central, sí, Beth, la querida Beth, su historia, y es esa historia la que se sigue poema a poema, pero también se admiten otras historias de migrantes, otros cruces, incluyendo la historia personal de la autora. Está el poema “Inventario”, hecho a partir de las preguntas de los formularios migratorios o hay un found poem creado a partir de fragmentos de las descripciones que hacen mujeres para acompañar sus fotografías en una plataforma en la que americanos buscan esposa: “Soy una mujer educada” “Soy mujer de un solo hombre” “Creo en la familia y en Dios” “Nunca te diré mentiras”.

En el camino de encontrar la forma de Querida Beth, Andrea Cote se acompañó de lecturas de libros híbridos que ella misma enseña en una cátedra que se llama precisamente El libro híbrido. Obras en su mayoría de la tradición norteamericana, como La belleza del marido, de Anne Carson; Citizen, de Claudia Rankine; Bluets, de Maggie Nelson; República sorda, de Ilya Kaminsky; y los poemarios de la mexicana Elisa Diaz Castello. “Me di cuenta que todos estos libros son de esta manera porque tratan temas que requieren una aproximación más fragmentaria, menos definitiva y que deje abierto, dentro de las grietas y las formas incompletas del discurso, la idea que, aunque se diga algo, las preguntas siguen abiertas”.

Un libro con un “tono rabiosamente contemporáneo”, destacó el jurado que entregó el Premio Casa de América a Querida Beth, y al preguntarle a su autora por esta apreciación dice: “Me he preguntado de dónde sacó eso el jurado, pero con esta conversación me he dado cuenta que yo lo puse en el último fragmento del libro”. Sí, un fragmento en que se habla de la tierra que se espera y se promete como la “lustrosa piedra pulida de la rabia” o en que se lee (leerá) “Nunca aprendieron otra lengua que no fuera la rabia”. Pero además de preguntarse de dónde salió esta calificación del jurado, a Cote también le llamó la atención esa frase porque últimamente ha estado escribiendo sobre la rabia, a propósito de otro tema, ese “sentimiento que es una ira que llega y te posee por encima de la racionalidad. Y descubrí que ese sentimiento es exactamente lo opuesto al medio. El miedo es un sentimiento paralizante en el que uno se siente inferior a todas sus circunstancias. Y la rabia es un poder. Inesperado. Irracional. Efímero. La rabia es una diosa. Se lo decía a una amiga: es una diosa, aférrate a ella. Una diosa telúrica, que está en La Orestíada. La ley de la sangre. Es una manera de hablar, una lengua de la urgencia, de la necesidad, de la imposición”.

Esa urgencia, esa misma necesidad, esa rabia que es también una lengua para una persona migrante. Un grito para hablar de lo que menciona Cristina Peri Rossi en sus emblemáticos versos sobre el exilio: “Tengo un dolor aquí / del lado de la patria”. “Si me pongo a pensar en la rabia como una identidad, me parece que es un ejercicio de la individualidad, del autorreconocimiento, de decir estoy aquí, soy alguien existe”, reflexiona Cote.

Hay algo que permanece de la voz y del estilo de los otros libros de esta poeta en Querida Beth, y lo muestra muy bien el mismo título, que remite a la idea de una carta, de un destinatario. Esta fue una herramienta fundamental en Puerto calcinado: “También acuérdate, María, / de las cuatro de la tarde / en nuestro puerto calcinado. / Nuestro puerto / que era más bien una hoguera encallada / o un yermo / o un relámpago”. Y también en el libro En las praderas del fin del mundo: “Contemplo, / hijo, / la tribu de tus dones, / los que habrás de perder”. Y cuando se le pregunta por este tema, ella dice: “Lo conversacional es fundamental para mí, o sea el destinatario. Recientemente leí un libro de Tania Ganitsky sobre Emily Dickinson, donde ella insiste en la idea que para Dickinson todo era una carta, y me gustó mucho porque ver la poesía como una carta es algo acertado, porque depende mucho de la pregunta”.

La pregunta, claro, porque “todos los libros vienen de preguntas, que no necesariamente son de uno, sino que están ahí”, dice la poeta, y “Me pregunto”, por supuesto, se titula un poema de Querida Beth, uno de los pocos que compartió en primicia Casa de América después del anuncio del premio, que comienza así y es un fragmento justo para finalizar y quedar expectantes ante la aparición del libro:

Si es verdad que hace treinta años,

como dices,

el paisaje era otro:

la nieve más alta

la casa más baja,

más fuertes las ganas de llegar.

Me gustaría saber si ya lo conseguiste

TODO.

Ya sabes:

la casa,

el abrigo de piel,

las botas de cuero,

la nacionalidad,

la tabla de esquiar.

¿Y dime, Beth

qué trajiste de casa?

¿qué de todo lo que fue arrasado perduró?

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