Viajar y vivir en Santa Fe Antioquia hace 30 años, cuando era un pueblo virgen turísticamente, fue un reto enorme. No existía la autopista ni el túnel de hoy y desde el aeropuerto Rionegro nos podíamos demorar más de cuatro horas para llegar al rodaje. Duramos año y medio grabando, estábamos tres o cuatro semanas regresábamos a Bogotá a editar.
Fueron momentos inolvidables y retos superagradables. El proyecto nos llegó al alma gracias a Martha Bossio Martínez (fallecida el 19 de junio de 2022), que no solo adaptó La Casa de las dos Palmas, sino que tomó elementos de otras novelas de Manuel Mejía Vallejo para la producción. Precisamente a él tuve la oportunidad de conocerlo durante las grabaciones, nos visitó en distintos momentos y fue muy feliz viendo lo que estábamos haciendo con su libro.
Recuerdo que cuando estábamos buscando locaciones en Santa Fe de Antioquia nos hablaron de una casa maravillosa en las afueras del pueblo y fuimos hasta allá para conocerla. Yo estaba recorriendo uno de los patios cuando escuché un grito de mi mujer (Bellien Maarschalk), fui corriendo y la encontré parada frente a las dos palmas, eran tal y como las describe el libreto.
El tema era que estaban en la parte de atrás, tapadas por una tapia y desde el frente no se veían, así que decidimos, de la mano de nuestro escenógrafo Iván Martelo, construir por ese lado una entrada majestuosa. Abrimos un pórtico y construimos unas escalinatas, todo quedó perfecto. Esa era la casa que se vio en televisión. Hoy ya las palmas no existen y esa entrada la cerraron.
La casa nos permitió ambientar dos residencias en una sola, por un lado era la casa roja y por el otra lado la azul.
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Cuadrar una cámara de ese entonces para que diera el blanco perfecto podía demorar de hora a hora y media, eso sin hablar de las pesadas grúas que se enterraban en la tierra y eran imposibles de mover.
Grabamos sobre un terreno muy empinado y levantamos grandes estructuras de madera para montar rieles y hacer los movimientos de cámaras, casi que cada día teníamos que montar y desmontar, porque como director siempre buscaba planos perfectos. Cada toma era una proeza.
Con La casa de las dos Palmas hicimos un trabajo enorme, el pueblo se portó de maravilla con nosotros, nos permitieron hacer muchas cosas como echarles tierra a las calles principales para tapar el empedrado y pintar las fachadas. Fue maravilloso.
Todo se hizo de una manera muy rudimentaria.
Hacer exteriores de la casa era otra proeza: teníamos que transportar a lomo de mula y a hombros la planta eléctrica para encender luces.
Contamos con un elenco maravilloso con Vicky Hernández (Florentina Herreros), Gustavo Angarita (Efráin Herreros) y la inolvidable Carolina Trujillo como Francisca García Muriel, un personaje que está indeleble en la memoria de los televidentes de ese entonces y de las nuevas generaciones que han visto las repeticiones, en especial las que ha hecho Teleantioquia. A veces nos daba miedo que quedara convertida en ella. Lo vivió desde lo más íntimo, de una manera tan sobrecogedora que se le metió en la piel. Todo el elenco que interpreta a los Herreros, en las dos generaciones, fue fantástico.
Tengo una anécdota con el tema de los extras y los actores secundarios, que cuando necesitábamos un actor para tres o cuatro episodios los buscábamos en Medellín, en la academia Efraín Arce Aragón. Una vez nos mandaron un muchacho que era una mata de nervios, era su primera vez en televisión, temblaba y sudaba, lo hacía muy bien en medio de su angustia. Ese actor era Róbinson Díaz. En las grabaciones le dije que iba a ser un gran actor y que para lograrlo tenía que poner a su servicio los nervios, no al revés.
La casa de las dos Palmas es el proyecto más importante de mi carrera, el número uno en recuerdos, añoranzas y simpatías.
Fue un trabajo delicioso de hacer y eso se reflejó en el resultado y la aceptación que tuvo. Está en la cumbre, fuera del lote de toda mi filmografía. Es el proyecto más memorable en mi currículum” ■
