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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • Ilustración de Laura Ospina
    Ilustración de Laura Ospina
  • El librero Rodnei Casares hizo un mapa de las librerías de Medellín. Foto Juan Antonio Sánchez
    El librero Rodnei Casares hizo un mapa de las librerías de Medellín. Foto Juan Antonio Sánchez

El viaje de un librero

Mientras Rodnei viajaba en el bus que cubre la ruta Cúcuta-Medellín, y justo acababa de cruzar la frontera colombo-venezolana, dijo sí a escribir este artículo sobre cómo ha sido migrar.

Rodnei Casares | Publicado

Para mamá

Nací en Caracas, Venezuela, en una familia humilde, liderada por mujeres. Desde niño me interesé por los libros: en primer grado gané un concurso de lectura y pasé muchas horas en la biblioteca de mi colegio. No leía libros de aventuras ni de viajes, no era ese tipo de niño que cuando le preguntan qué quieres ser cuando grande tenía una respuesta, simplemente leía. Llegaban a mí libros que el bibliotecario Carlos ponía en mis manos. Recuerdo con especial cariño La calle es libre, de Kurusa, un libro que narra las peripecias de un grupo de niños de una barriada caraqueña que no tienen un parque donde jugar —y que leí varias veces —. Era mi historia y la de mis amigos de la calle El Desvío, mi barrio.

Cuando estaba en 5to grado las visitas a la biblioteca dejaron de ser tan frecuentes, empecé a preferir el patio, el aro de baloncesto, jugar voleibol, hablar con los amigos, molestar y ser molestado. Mi mamá, que se llama Luisa, trabajaba como mesera en un restaurante, hacía largas jornadas, llegaba muy tarde a la casa. Mi tía Lucía era la encargada de hacernos la merienda y llevarnos al colegio; mi mamá necesitaba descansar. Finalizando ese año escolar llegaron muchas quejas, así que mi mamá decidió enviarme a vivir con mi papá, que vivía en otro barrio, también sin parque.

Pongamos que tenía 12 años, obviamente debía seguir estudiando. Mi papá, que se llama Rogelio, trabajaba en el hipódromo La Rinconada, como caballerizo, era la otra cara de la moneda: tenía que madrugar para estar a tiempo en su trabajo, así que a mí me tocaba recorrer seis kilómetros todos los días en un autobús para llegar al colegio. Hoy no me imagino a mi hijo de 10 años haciendo ese recorrido solo, ni en Uber y con un celular con la ubicación real activada. Eso pasó durante dos meses, lo que no sabía es que al año siguiente tendría una sorpresa, nos mudábamos de ciudad, íbamos a un barrio, con parque, pero a 45 kilómetros del colegio. También me tocaba irme solo.

¿Por qué cuento esto y qué tiene que ver con mi historia como migrante?

Hace unos meses a mi mamá la diagnosticaron con Alzheimer, claramente no haber dormido bien durante su juventud afectó su sistema neurológico y yo en la búsqueda de respuestas que aún no tenía —y que ya no voy a tener de parte de ella—, empecé a pensar qué cosas me hicieron tan independiente. Encontré la respuesta en eso que acabo de narrar y que no le había dado la importancia que ahora sé que tiene.

Lea más: Recorrer fragmentos del mundo en la exposición del Museo de Antioquia

En 2004 me monté por primera vez en un avión, fui becado por el Cerlalc para participar de un curso para libreros de la región que se iba a dictar en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Ese viaje fue muy importante para muchas cosas en mi vida: me encaminó definitivamente al oficio de librero y fue el detonante de mi decisión de convertirme en migrante.

Entre 2012 y 2013 llevaba adelante un blog llamado Libro del Día, hacía recomendaciones de libros, entrevistas y reseñas. El encargado de las reseñas era Alberto Sáez, un día después de reseñar un libro le dije: “Deberíamos montar una editorial algún día”. Nos reímos y seguimos en lo nuestro, meses más tarde llegó Alberto a la librería y me dijo: “Me dieron una plata para montar una editorial, vamos a hacerla”. Al finalizar ese año tendríamos registrada Libros del Fuego, la editorial que me trajo a Medellín.

Después de aquel viaje a Bolivia sucedieron muchos más, Guadalajara, Buenos Aires, Bogotá, cada viaje me acercaba más a la idea de vivir fuera de mi país.

En junio de 2016 llegó un correo desde Librería Grámmata invitando a nuestra editorial a ser parte del I Salón de Editoriales Independientes que se iba a realizar durante la Fiesta del Libro y de la Cultura. Dijimos que sí, enviamos nuestros libros y además pedimos nos dieran un espacio para conversar sobre la industria editorial venezolana y la edición independiente. Vinimos Alberto y yo y entonces sucedió la magia.

Llegué a Medellín el 30 de agosto de 2016, fue amor a primera vista.

Después de esos días de feria —donde la ciudad está más linda que nunca — decidí que Medellín sería el lugar para mudarse, volví a Caracas y regresé con mi familia en octubre para que conocieran la ciudad. Les gustó y en noviembre hicimos maletas y nos mudamos definitivamente.

Hace muy poco Marcela Fernández, que es una gran promotora de la lectura en la ciudad y que se ha hecho muy amiga mía, me invitó a un espacio que lidera donde leen cuentos en voz alta. Ese día llevé conmigo un libro que habla de faros. La primera pregunta que hice fue: ¿Qué buscan ustedes cuando van a una ciudad? ¿Cuáles son sus faros? Todos respondieron de distintas formas, cada uno tenía algo que los movía, que los guiaba, yo también respondí: mis faros son las librerías.

Ya instalado en la ciudad lo primero que hice fue pedir un mapa en una oficina de turismo que funcionaba en el Parque de las Luces, llegué a mi casa en La América y lo desplegué sobre el piso —no había muebles todavía —, abrí el buscador de Google y tecleé: Librerías de Medellín. Empecé a rayar, caminé hasta las que estaban más cerca, cada día hacía una ruta distinta, iba y venía, empezaba a conocer la ciudad y lo que las mueve, sus librerías.

Desde que estoy en Medellín me han pasado cosas increíbles, en principio me sentía un poco fuera del circuito, creía que no me veían. Gracias a otro gran amigo, quizás el primero que hice en esta ciudad, pude reponerme, dejar a un lado mi ego y seguir trabajando en lo que sé hacer.

En febrero de 2022 pasó algo que consolidó definitivamente mi amor por esta ciudad y sus habitantes.

Un día hice una convocatoria para hacer un recorrido por las librerías de La Floresta, la intención era dar los primeros pasos para la creación de un Mapa de Librerías de Medellín. Pensé que no asistiría nadie y finalmente llegaron 25 personas. A partir de esa experiencia recorrimos toda la ciudad, pude abrir mi librería física, nos ganamos un Estímulo de la Alcaldía, con el apoyo de Santiago Villegas editamos el Mapa de las Librerías.

Hoy agradezco el momento cuando mi mamá me envió a vivir con mi papá, esos viajes de niño me hicieron una persona independiente, me dieron seguridad y me mostraron que siempre es más importante el camino que el viaje mismo. A Medellín le agradezco por ser tan bacana y tratarme tan bien. Hoy si pongo otra vez en el buscador de Google Librerías de Medellín, aparece mi nombre por ahí colado.

Hace poco alguien me preguntó que si no me hacía falta Caracas, ir a la casa. Le dije que Caracas sí, pero que mi casa estaba aquí, en Medellín.

*Librero y editor.

$!El librero Rodnei Casares hizo un mapa de las librerías de Medellín. Foto Juan Antonio Sánchez
El librero Rodnei Casares hizo un mapa de las librerías de Medellín. Foto Juan Antonio Sánchez
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