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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • “Hay que volver a lo natural, se nos va a acabar el tiempo”

“Hay que volver a lo natural, se nos va a acabar el tiempo”

El colombiano Mauricio Diazgranados libra una carrera contra el tiempo desde la dirección científica del Jardín Botánico de Nueva York para combatir la crisis climática mundial.

daniela r. gómez | Publicado

Mauricio Diazgranados es una autoridad mundial en materia de frailejones, además, ha investigado las múltiples utilidades de las plantas en todo el planeta. En el 2020 publicó la lista completa de las plantas útiles del mundo, un registro con 50.000 especies con usos reportados y cuyo conocimiento se transmite de generación en generación. Diazgranados es colombiano, estudió Biología de la Pontificia Universidad Javeriana y fue director científico del Jardín Botánico de Bogotá antes de dejar el país para ser el líder de investigación del Real Jardín Botánico de Kew en Londres, y desde hace aproximadamente un año es el director científico del Jardín Botánico de Nueva York (NYBG, por sus iniciales en inglés).

Desde su oficina en el Bronx confiesa que su amor más grande siempre serán los frailejones, por los que empezó su vocación por las plantas. En GENERACIÓN conversamos con Mauricio sobre la crisis climática actual, las altas temperaturas y los incendios forestales. Además de su rol en el NYBG.

¿Cómo es la rutina de Mauricio Diazgranados como director científico del NYBG?

“Uno se imagina que en mi cargo visito las plantas y los invernales, pero realmente alguien más se encarga de las colecciones vivas. En mi posición, proporciono guianza y el marco estratégico para fortalecer la investigación del Jardín Botánico. Desde la primera hora hasta el final de mi día tengo reuniones, a veces diez por día y cada una tiene que ser muy eficiente porque tengo una agenda apretada. Y, por supuesto, la consecución de los fondos que se requieren para hacer la investigación científica, que implica estar en contacto con entidades y potenciales financiadores. El otro frente es garantizar que el Jardín pueda seguir incrementando su impacto en la política nacional, internacional, y eso implica visibilizar la institución. Tengo un pequeño espacio para adelantar mis investigaciones y, por supuesto, las hago también en horas adicionales porque continúo trabajando con la base de las plantas útiles del mundo”.

¿Cómo es el Jardín Botánico de Nueva York?

“Es un bosque nativo que no ha sido intervenido por el hombre, tiene 50 acres y tenemos datos de los árboles y la vegetación desde 1906. Es uno de los bosques mejor conservados del mundo. Los botánicos colombianos se han beneficiado y se han formado con su influencia. Fue creado en 1891, ya tiene 133 años de historia y un equipo de 122 personas en la división científica”.

¿Cuál es su valor científico?

“Descubrimos entre 20 y 30 especies nuevas cada año, tenemos en promedio 120 artículos cada año en todo el espectro de las áreas de la botánica y tenemos colecciones vivas que son fundamentales y hermosísimas. Un atractivo que nos permite recibir cada año más de un millón de visitantes y a partir de su visita incrementamos la conciencia sobre la importancia de la conservación de los recursos naturales”.

¿Cuál es su impacto en la educación?

“El jardín es tremendamente importante en temas de educación ambiental, horticultura, botánica. Con el programa de educación dictamos clases a 340.000 personas al año, incluyendo 3.000 profesores de Nueva York. Trabajamos en una escala local, tenemos el proyecto Bronx Forward y es el centro más verde que tiene Nueva York. Manejamos entre 200 y 300 huertas urbanas con las comunidades, tenemos proyectos de restauración y manejo de toda la cuenca del río Bronx, que es un río bellísimo de aguas limpias, con cascadas, que atraviesa el Jardín. También tenemos un programa de conservación urbana, queremos que Nueva York sea un ejemplo mundial de cómo una ciudad puede tener un compromiso con el medio ambiente”.

Conversemos sobre sus investigaciones...

“La base de las plantas útiles del mundo la comencé en mi anterior cargo en el Jardín Botánico Real de Kew desde el 2016. En el 2020 publiqué la lista completa de las plantas útiles del mundo y hace unos meses salió un artículo en Science con la distribución global de las plantas útiles del mundo y cómo se relacionan con la presencia de las áreas de conservación y las culturas indígenas. Tenemos cerca de 50.000 especies de plantas con usos reportados que son transmitidos de generación en generación. Tiene muchas ramificaciones desde conocer cuáles son las plantas comestibles que tenemos en el mundo hasta casos locales, como cuántas plantas comestibles o frutas tenemos en Colombia. Hoy sabemos que el país tiene más de 1.200 frutas y cerca de 4.000 especies comestibles, que es una cifra enorme, pero la oferta es más limitada porque la mayoría no son conocidas ni comercializadas. Hay muchos alimentos que no estamos usando, eso es parte de mi investigación”.

¿Podría dar un ejemplo?

“Es el caso del guáimaro, un árbol de 40 metros de altura, de bosque seco tropical, que trabajamos mucho en la serranía del Perijá. Es un árbol maravilloso, que lamentablemente fue talado porque tiene una madera muy buena. Su ecosistema está amenazado, solamente nos queda el 6 % del bosque seco tropical y el resto lo talamos para meter ganado. Lo que descubrimos es que las semillas de ese árbol las limpian, las secan, las muelen y con ese molido hacen un sustituto del café, y también de harina, para hacer productos de panadería. Para obtener la semilla hay que conservar el árbol, proteger el bosque, y lo que hicimos fue un acompañamiento con esas comunidades que se encuentran en municipios fuertemente afectados por la violencia. Hoy se ofrecen productos como la harina del guáimaro y estas comunidades están protegiendo y propagando los árboles del guáimaro”.

En uno de los incendios forestales recientes en el país se perdieron 100 hectáreas de frailejones en el Páramo de Berlín, ¿qué implica que se pierdan tantas hectáreas de vegetación y cómo podemos recuperarlas?

“El ecosistema del páramo ha evolucionado con la presencia de los incendios naturales. Es decir, que los páramos ardan no es una rareza y muchas plantas han evolucionado con estrategias de adaptación y de supervivencia. No es un milagro, como a veces lo dicen en las redes sociales, que después de un incendio los frailejones comienzan a renacer por arte de magia. Ellos han evolucionado para resistir un incendio y he tenido la oportunidad de ver frailejones centenarios, muy viejos, que han sobrevivido a estos fenómenos”.

¿Cómo es la restauración después de un incendio?

“No se pueden sembrar frailejones, de un páramo a otro, sin conocer qué especie estamos sembrando. Tenemos muchísimas especies de frailejones, estos son micro-ecosistemas que tienen beneficios, otras que pueden ser plagas o dañinas en otros contextos. Propagar frailejones sin saber su especie puede causar un daño mayor. Las actividades de restauración, de propagación y de siembra tienen que hacerse con especies locales del área y no con otras que provengan de otras partes”.

Algunos de los incendios forestales son producto del mismo hombre...

“Los incendios forestales no solo son un problema de la crisis climática, sino también un problema social. Hay que pensar por qué algunos hombres causan incendios y le hacen daño a la naturaleza. Debe haber un trabajo con las comunidades para que no haya quemas y reconozcan el daño de esos incendios y la importancia de conservar estos ecosistemas. Deben pasar de ser los agentes que causan incendios o deterioro de los ecosistemas a los guardianes de estos territorios. Es un tema que debe trabajarse con las comunidades y la solución de problemas sociales que puede haber allí”.

Hablemos de lo que la gente cree saber de los frailejones: dicen que retienen agua o que crecen un centímetro cada año...

“Que son los principales retenedores de agua es falso. Porque la diversidad de frailejones es muy grande. Tenemos 145 especies de frailejones, no es verdad que todos crezcan un centímetro al año. Hay frailejones adultos que son muy pequeños, no pueden crecer un centímetro al año. Y hay frailejones que tienen 15 metros de altura, tampoco pueden crecer un centímetro al año. Esa cifra fue reportada para un frailejón en Venezuela, ni siquiera crece en Colombia. Aproximadamente 10 especies en el país, de las 90 que tenemos, tienen estudios de crecimiento. Y muchas veces esos estudios están en literatura gris, en tesis. El resto no lo sabemos”.

¿Qué más desconocemos de ellos?

No conocemos cuáles son las interacciones de los frailejones con otras especies de animales. No conocemos cuál es exactamente el rol de los frailejones en la contribución del recurso hídrico. El agua proviene de los páramos y en los páramos hay muchos frailejones. Pero no entendemos muy bien qué pasa si yo reemplazo unos frailejones por otras plantas ni cuánto se afectaría el recurso hídrico. Nos falta muchísimo por estudiar y por entender. ¿Qué pasa si se extinguen las especies de frailejones? Ahora están siendo afectados en varios países por plagas de un hongo, un escarabajo y una polilla. Ese problema no se ha investigado. ¿Cómo afecta al recurso hídrico y a la biodiversidad local? No lo sabemos. Todavía hay mucho por estudiar”.

Científicos han asegurado que el 2024 podría ser el más caliente de la historia ¿Hay algún papel esencial de las plantas para contribuir a la disminución de las altas temperaturas?

“Las altas temperaturas dependen de las plantas. Se ha comprobado que en hábitats locales con árboles puede haber 5°C menos de temperatura que en los ambientes sin árboles en grandes ciudades. Las plantas son fundamentales para combatir esta crisis. Además, la estacionalidad del clima con picos marcados es producto del cambio climático. Una de las causas de esta crisis climática ha sido la deforestación continua. Mientras nosotros estamos hablando en esta entrevista, se están deforestando muchas hectáreas de bosque, y con cada hectárea de bosque que perdemos, el carbono se acumula en la vegetación y aumenta en la atmósfera. Conozco múltiples investigaciones en curso para desarrollar tecnologías que nos permitan captar carbono de manera eficiente, pero la mejor máquina que existe es una planta. Necesitamos plantar, sembrar todo el tiempo, proteger las que ya existen y evitar la deforestación”.

¿Cómo contribuir desde los hogares?

“Pueden plantar en los jardines, ojalá plantas nativas. Si tenemos una finca, plantar árboles y vegetación nativa y no ponerle cemento o pasto artificial. Esa es la antítesis. Hay que volver a lo natural, se nos va a acabar el tiempo”.

¿Hay un mensaje de esperanza para las próximas generaciones?

“Se respira un mensaje de cambio y esperanza. Creo que nunca antes la sociedad había sido tan consciente de la importancia de la naturaleza y la diversidad; cuando hacía mi carrera en Colombia sentía que mucha gente no comprendía que alguien se dedicara a esto, no conocían lo que Colombia representaba como país y potencia de biodiversidad y recursos naturales. Hoy la sociedad colombiana es mucho más consciente del tesoro verde y azul que tenemos en el país. Esta es una invitación para abrir los ojos a esa riqueza y apreciarla y conservarla. La conservación la tenemos que hacer todos y, por supuesto, debemos detener el cambio climático y eso implica cambiar nuestros hábitos de vida, pensar que cada una de nuestras acciones traen consecuencias para el planeta. Cada vez conocemos más y entendemos mejor cómo funciona la naturaleza y sabemos cómo protegerla. Estamos en una carrera contra el tiempo, todos lo estamos, así que este es mi mensaje”.

¿Cómo describiría lo que ocurrirá con la Tierra si no actuamos rápido?

“Estamos en un momento en el que el punto de no retorno es muy cercano. Si no actuamos rápido y de manera eficiente, el mundo que conocemos dejará de existir y la transformación afectará a millones de personas. La extinción es para siempre. Así que cada vez que perdemos especies de plantas, nunca más las volveremos a ver y estamos perdiendo la posibilidad de comprender y de utilizar usos innumerables, como la cura de enfermedades, nuevos productos que solucionarán problemas alimenticios. Hay que tomar decisiones urgentes con soluciones inmediatas. Empecemos por restaurar lo que hemos perdido”.

Daniela R. Gómez Isaza

Periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana. El sueño de ser médica lo cumplí haciendo periodismo de salud. También escribo sobre ciencia y de vez en cuando cultura.

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