La belleza no es una suma de rasgos armoniosos, exige un aura, el je ne sais quoi (cualidad que no puede ser nombrada fácilmente), que es difícil de describir cuando el otro no alcanza a percibir lo que uno mismo no ha visto. Es más que una cara que parece dibujada o un cuerpo largo y espigado, más que un atuendo que combina.
David Rodríguez mira fijo, da su atención, piensa lo que va a decir, se cuestiona y le resta importancia a todo lo que es. Como un milagro, salió de la comuna 8 de Medellín a ser el nuevo solista del Ballet de Hamburgo —con varias estaciones antes en
Cuba, Brasil y EE. UU. —, pero a cada rato parece decir, a mí no me mires tanto, no sabes de lo que estás perdiendo en los demás.
¿Quiénes son esas personas que te has encontrado en el camino?
“Son muchos, pero por ahí creo que son cuatro los más importantes en mi vida. La número uno, Olga Lucía Muñoz; la segunda sería el Ballet Folclórico de Antioquia, indiscutiblemente parte de mi movimiento y de la calidad de bailarín que soy; Ana Beatriz Gutiérrez, porque se enamoró de mí sin necesidad, un angelito; y mis amigos cercanos, son muy importantes, la casa de los Brownies, de los cinco me lleno mucho y aprendo mucho de ellos”.
¿La Casa de los Brownies?
“El nombre viene de la comunidad vogue afroamericana, que se está viendo mucho ahora, y el tema es la casa. Es un lugar en el que tú te sientes en familia, te sientes seguro y son personas con las que puedes contar. No son familia sanguínea, son personas que escoges y que están ahí para ti. Empezamos tres chiques, éramos los únicos bailarines de color en la compañía. Somos más de sesenta bailarines, entonces que hubiera solo tres es poco justo. Decidimos crear este colectivo en el que nos sintiéramos más cómodos y pudiéramos hablar de todo ‘a calzón quitado’, como decimos acá. Empezamos a experimentar más en un estilo de danza de calle, nos gusta bailar en tacones, hacemos mucha fotografía, talleres para refugiados, hemos hecho proyectos con la comuna 8, que es de donde vengo, y hemos recaudado fondos para organizaciones Lgbtiq aquí. Hay artistas, cantante, fotógrafo, casi todos somos bailarines y nos mantiene unidos esta pasión por dar visibilidad a las comunidades marginadas, mostrar apoyo y, al mismo tiempo, darnos apoyo a nosotros mismos”.

¿Cómo es el trabajo?
“Muy monótono, como un trabajo cualquiera, tienes un horario, unos deberes, tanto en el lugar de ensayos como en el teatro, trabajamos para la ópera de Hamburgo, y hay un montón de requisitos y normas, pero al mismo tiempo está la libertad y la seguridad económica para explorar el arte, la coreografía, la expresión. Tenemos un horario de la mañana a la noche, hay un cronograma anual de shows, todo organizado, ballets, funciones. Entrenamos todos los días, hay clase de ballet, ensayos, repertorios, coreógrafos invitados, hay creaciones todos los años en los que se trabaja con músico, dramaturgos, poetas, escritores. Es un espacio muy bacano donde se juntan muchos estilos de arte y al final sale un ballet”.
¿Cómo es el medio en Europa?
“Se puede notar un poco más de apreciación del arte, porque con todo lo que han sufrido allá por las guerras, el arte es lo único que tuvo el poder y la fuerza para rescatar estas sociedades europeas, entonces aún el día de hoy se les da una importancia y un apoyo muy alto del gobierno. La mayoría de las compañías de danza, movimientos y colectivos sociales tiene mucho apoyo estatal, se aprecian mucho. La mayoría están financiadas en un 50 %, entonces hay mucha libertad al trabajar en el sentido de que hay un patrocinio para hacerlo y un público muy educado.
El privilegio de la compañía en la que trabajo es que tenemos una leyenda del ballet, un coreógrafo que se llama John Neumeier y lleva más de 50 años dirigiéndola, así que se ha tomado el tiempo de educar a su público. Ahora la mayoría son personas de la tercera edad, ya entra el tiempo de educar a las próximas generaciones, pero, en general, la gente sabe qué pasa. No todos, porque no todos son afines a la danza, pero hay muy buena apreciación, la gente sabe qué haces y que es una profesión”.
¿Cómo es esa conexión de las nuevas generaciones con el ballet?
“Para hacer cosas nuevas e innovar, uno tiene que apoyarse en lo viejo, en lo clásico, y puedo hablar por nuevos coreógrafos, pintores, artistas plásticos que les gusta jugar con esto, deformarlo y crear cosas que en este momento son lo nuevo, lo innovador. Puede que lo logren o no, depende de qué punto de vista lo veas, pero hay mucho respeto por lo que se ha hecho y muchas ganas de continuar, adaptándolo. Se dan todas estas culturas ‘underground’, como ahora en el mundo del ballet clásico, con todo esto de la identidad de género no binaria, hay muchas compañías en las que chicos que empezaron siendo bailarines hombres, han hecho este cambio y tienen el poder de ponerse unas zapatillas de punta, las zapatillas especiales para mujeres, y tienen una técnica y una calidad de movimiento increíble, o chicos como yo”.

¿Cómo fue el proceso de llegar a ser bailarín solista?
“En las compañías clásicas, no todas, hay diferentes rangos. Hay unas vieja escuela que tienen un montoncito de niveles, pero hay muchas que han economizado y tienen aprendiz, que son los chicos que salen en la escuela y empiezan la profesión; cuerpo de baile, que es todo el grupo solista, y bailarín principal. Fui promovido a solista. Llegué al Hamburgo como aprendiz, al medio año fui promovido a cuerpo de baile, ahí estuve 5 años, cinco temporadas, y con el covid los tiempos se alargaron, pero hace unas semanas fui promovido a solista, ¿qué significa? Pagan más, y nada, en las compañías de ballet todo depende del director, qué visión y qué propuesta quiere presentar o cómo quiere mostrar su compañía. Es un reconocimiento a algo especial que tenga esa persona, puede ser la técnica, la manera en la que ejecuta los pasos, lo artista que es, la presencia escénica y un montoncito de todo, es destacar en el grupo, tener la oportunidad de estar solo en un escenario y mostrarte, que no todos la tienen, y es mucha responsabilidad, porque llegan otros roles, otros papeles que interpretar, y confían en ti, en que vas a estar en forma física, en que te vas a aprender un paso, en que en el momento que lo tienes que hacer, vas a estar ahí”.
¿Cómo llegaste a Hamburgo?
“Tenía 19 años. Empecé en el barrio, en un grupo que se llamaba Huellas Folclóricas con la profesora Estela, después terminé en el Ballet Folclórico cuatro años, no me acuerdo, y conocí el Ballet Metropolitano, a Beatriz Gutiérrez; me gané una beca, me fui a Brasil medio año. En Río de Janeiro era otra cultura y otras cosas que absorbí. Después me fui a Miami, allá terminé la escuela de ballet, tres años y medio. Cuando terminas tu formación, empiezas a audicionar y a perfilar a qué compañías quieres ir. Ya es decidir qué quieres, hay clásicas, neoclásicas, unas que hacen de todo, modernas, ya lo que te llama a ti.
Realmente no escogí el Ballet de Hamburgo, una maestra me dijo que fuera. Fui y no pasé, y a los cinco meses me llamaron porque había gente que había renunciado y empecé. Es algo de colombianos, esta fuerza de siempre estar sobreviviendo, en la jugada, no sabemos qué va a pasar mañana.
Llegué dos semanas antes de que se acabara la temporada y estaban con el ballet de fin de año, ya estaban todos y uno de los chicos se lesionó, me llamaron a reemplazarlo y tuve una semana para aprenderme su parte. Era la premier mundial, no sabía qué era eso, venían muchas personas y yo súper inocente. Desde eso creé fama y quedé como el trabajador, el rápido, el loco, el del pelo largo, el irreverente, así empecé y el resto fue historia. Crea fama y échate a dormir. Ahora he cambiado mucho por recorrer todo este intercambio que tratamos de tener.
El ballet es una es una burbujita y a veces cuesta tener una vida aparte, porque trabajas todos los días y los domingos, que supuestamente son libres, hay un show, entonces es trabajar, ir al gimnasio, dormir, trabajar. Toma mucha energía, salir con amigos, hacer algo, y eso es algo que la Casa de los Brownies me ha enseñado, y al meterme en otras dinámicas con ellos, muy diferentes a lo que es el mundo del ballet, creo que he empezado a cambiar mi forma de pensar, mi identidad, la forma en la que me expreso, la forma en la que me acerco a los demás. Ahora trato de apropiarme y seguir descubriendo esta persona que está saliendo de mí, siempre ha estado ahí, pero en el lugar en el que estaba antes, que era Medellín, no podía florecer y entonces está tomando un movimiento muy diferente, al haber sido promovido solista, creo que también se nota. No es algo que pasó ayer, es algo que viene pasando 23 años atrás y me da gratificación de que vean eso, reconozcan ese cambio y no haya esa mirada cerrada, me dan un poco de libertad”.

Esa persona no hubiera salido, si no te hubieras ido.
“Creo que es algo de suerte, pienso que todos tenemos ese ser alienígena que, de alguna manera con el cambio y todas las dinámicas de lo que empezamos a hacer en nuestro desarrollo y crecimiento, como que se va poniendo en una bóveda y va quedando ahí como para lo último. A mí me da la psicología leer, entonces me encanta tratar de dejar salir. Esa persona puede ser el niño, puede ser el David callado, puede ser el David que no es buena gente y le gusta la soledad y le gusta estar antisocial. Pero creo que fue la suerte, yo no escogí el Ballet de Hamburgo, a mí la vida me llevó.
Tengo una pasión que es bailar, tengo muchas otras, y de alguna manera, poner el 100 % de energía en algo da resultado siempre a largo plazo, cuesta esperar, pero los beneficios se dan. Fue suerte haber estado en todos estos lugares, en todos pude haber sido un David diferente, pero estoy en Alemania. Eso es lo lindo del ser bailarín, es como ser nómada. A mí me encantaría que todo el mundo pudiera viajar y vivir en lugares diferentes, porque no creo que en la condición humana este esto de estar en un lugar, estar con una persona, estar con una profesión, sino que en nuestro ADN está el caminar, el explorar, el conocer lugares nuevos, situaciones nuevas y lo único que te hace es enriquecerte. Eso es algo que he tenido la suerte de tener y en la compañía en la que estoy, en el lugar en el que estoy, aunque no es perfecto, son sociedades que apuestan y creen en el arte, sea por beneficio propio o económico, lo que sea, pero se puede hacer.
Es tu profesión, es lo que te da dinero, pero también todos estos espacios van poniendo semillitas en tu persona y es bonito verlas florecer”.