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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • Una mujer vota para las elecciones presidenciales en la Escuela Mártir Mohamed Savwaf en la ciudad de Shibin El Qanater, El Cairo, Egipto, el 12 de diciembre de 2023. Foto GETTY.
    Una mujer vota para las elecciones presidenciales en la Escuela Mártir Mohamed Savwaf en la ciudad de Shibin El Qanater, El Cairo, Egipto, el 12 de diciembre de 2023. Foto GETTY.

¿El islam y la democracia son incompatibles?

Una docena de países musulmanes y democráticos albergan casi un billón de personas. Procesos electorales recientes en Egipto, Pakistán e Indonesia muestran sus luchas por una democracia islámica.

Ricardo Vargas* | Publicado

Ha sido llamado “el año electoral más grande de la historia”. Más de cuatro billones de personas irán a las urnas en este 2024 para decidir el futuro político de setenta y seis países a lo largo y ancho del planeta. Se trata de un año crucial para la democracia, que ha mostrado un deterioro continuo en el último lustro, de acuerdo con la ONG International IDEA, que monitorea el desempeño de las democracias en el mundo. La proliferación de noticias falsas y de desinformación en internet, la creciente inequidad global, el cambio climático, la migración forzada, la polarización social, el avance de autoritarismos de derecha e izquierda, serán barómetros que pondrán a prueba la salud actual de la democracia en cada una de las elecciones.

¿Cómo se viven estos procesos democráticos en una docena de países musulmanes que albergan casi un billón de personas en tiempos tan inciertos? ¿Avanza o retrocede la democracia en lugares que en muchos casos no han contado con condiciones democráticas mínimas?

Exceptuando casos significativos como los de Turquía, Indonesia o Malasia, la mayoría de los países musulmanes son hoy gobernados por regímenes autoritarios. Algunos académicos han llegado a afirmar que el islam y la democracia son incompatibles.

Revisar los resultados electorales recientes en Egipto, Pakistán e Indonesia, tres de los cuatro países musulmanes más poblados del mundo (que suman más de 600 millones de personas), puede ayudarnos a clarificar mejor qué tanto han avanzado o retrocedido en términos democráticos.

Egipto

En Egipto, el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak durante la primavera árabe permitió que por primera vez se realizaran elecciones libres en el país. En 2012, Mohamed Morsi, miembro de la Hermandad Musulmana, una organización política islamista que sufrió por décadas la persecución estatal, ganó la presidencia. El idilio democrático duró poco. El 13 de julio de 2013, el entonces ministro de defensa, el general Abdel Fatah al Sisi, lideró un golpe de estado, encarceló a Morsi y a los principales líderes de la Hermandad Musulmana, y convocó a elecciones para el año siguiente que luego él mismo ganó. Con el apoyo decidido de los Estados Unidos, el Ejército egipcio retomó las riendas del poder que la revolución popular de 2011 les había arrebatado brevemente.

En diciembre de 2023, al Sisi logró su segunda reelección presidencial. Una campaña de intimidación por parte de las fuerzas estatales impidió que ningún rival de peso se presentara a las elecciones y allanó el camino para que el general permanezca en el poder, por lo menos, hasta el 2030.

Ciertamente Egipto no es un modelo de Estado democrático, pero su déficit institucional impide apreciar la vitalidad de su sociedad civil. Las demandas que motivaron las revueltas de 2011 aún no han sido satisfechas y las fuerzas que lideraron aquellas luchas siguen vivas. Las protestas que se llevaron a cabo en 2019 y 2020 en contra del gobierno así lo confirman. De igual modo, cabe resaltar la masiva participación democrática en las primeras y únicas elecciones libres que ha tenido el país.

Pakistán

Desde su fundación hace 76 años, los destinos de Pakistán han sido decretados por los generales de su poderoso ejército. La mayoría de las veces han gobernado de manera directa, otras menos, tras bambalinas, pero siempre han tenido un peso decisivo en la política del país.

En 2018, Imran Khan, antiguo capitán del equipo nacional de cricket y héroe nacional pakistaní, ganó las elecciones presidenciales. Por primera vez, alguien lejano a los viejos círculos del poder llegaba a la presidencia, y no tardaron en comenzar sus roces con el ejército y con la agencia de inteligencia. En 2022, la asamblea nacional, controlada por facciones afines al ejército, removió a Khan del cargo, tras una moción de censura. Asesinos a sueldo intentaron asesinarlo, sin éxito. En 2023 fue acusado de corrupción y condenado a diez años de cárcel.

En las elecciones del pasado 8 de febrero de 2024, el partido del depuesto presidente Imran Khan, el Movimiento Pakistaní por la Justicia o PTI por sus siglas en urdu, fue el sorpresivo ganador. Su partido se impuso por un amplio margen a dos partidos rivales liderados por tradicionales barones electorales.

Aunque los dos partidos perdedores ya conformaron una coalición con miras a formar un gobierno sin Khan, el resultado de las elecciones es el más significativo en la democracia pakistaní es tiempos recientes. La victoria del PTI es importante, no solo porque el electorado se opuso claramente el continuismo de los tradicionales partidos políticos en favor de un ideario político populista y carente de estructuras clientelares, sino también por el rechazo manifiesto ante la injerencia del ejército en el ejercicio democrático.

Las protestas continúan en diferentes lugares del país exigiendo el reconteo de votos y una mayor transparencia de los comicios. La gente se atreve a hablar en público sobre la necesidad de respetar la decisión de las urnas y sobre la importancia de que los militares se abstengan de participar en política, algo impensable hace un par de años.

Indonesia

El pasado 14 de febrero se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en Indonesia, el país con el mayor número de musulmanes en el mundo, (alrededor de 240 millones de personas). Indonesia emergió, a finales del siglo veinte, de una larga dictadura de más de treinta años y ha dedicado los últimos veinte a profundizar y consolidar la democracia. En los últimos diez años ha gobernado Joko Widodo, un pragmático hombre de negocios que ha sabido aprovechar el apetito por los recursos indonesios para hacer crecer la economía y afianzar la democracia. Sin embargo, las viejas élites que gobernaron durante el período autocrático continúan teniendo un inmenso poder en los procesos electorales actuales.

Por eso, no sorprende que Prabowo Subianto, ministro de Defensa en el actual gobierno, y quien fuera yerno del dictador Suharto, haya ganado las elecciones. Subianto ha sido acusado de ordenar masacres durante la represión de las luchas nacionalistas en Timor Oriental en la década de los 80 y de torturar activistas prodemocracia en 1998, antes de que cayera el gobierno de su suegro. Hoy, su campaña ha intentado dulcificar la imagen de este militar, mostrándolo como un abuelito entrañable que baila en videos virales de TikTok en un país donde parte importante del electorado tiene menos de treinta años y no recuerdan ya los tiempos de la dictadura.

Activistas y defensores de derechos humanos temen que este resultado electoral conlleve a una erosión democrática que rompa los avances que el país ha venido mostrando en los últimos años. Existen cada vez más voces que critican el excesivo apoyo que la campaña ganadora recibió por parte del gobierno.

Emergencia de una democracia islámica

El mundo islámico no es ajeno al panorama adverso que se dibuja en el mundo para la democracia en este súper año electoral. ¿Cómo leer los resultados electorales recientes? ¿Es la cruenta represión de las voces disidentes en Egipto el ejemplo de lo que está por venir? ¿O quizá sea la serenidad con la que los indonesios ven cómo su democracia se debilita la tendencia más palpable en estos tiempos convulsos?

Más allá del creciente autoritarismo o de la indiferencia social ante los retrocesos democráticos, veo en el valor de los votantes pakistaníes para enfrentarse a las élites corruptas el verdadero germen de lo que está por venir. Porque si algo es evidente, es la creciente participación de la ciudadanía en el ejercicio político.

Las multitudinarias protestas de la primavera árabe, hace más de una década, evidenciaron la voluntad de cambio de unas sociedades que nos habíamos acostumbrado a entender como condenadas por defecto a vivir bajo regímenes autoritarios.

Hoy, el discurso democrático cala cada vez más entre las juventudes musulmanas, más educadas, hiperconectadas y con mayores expectativas económicas y políticas. La sociedad civil es cada vez más robusta, participativa y crítica. Y cada vez hay más mujeres liderando procesos de participación democrática.

Infinidad de grupos y partidos, laicos e islamistas, participan activamente en la política de sus respectivos países, muchas veces como principales opositores de los gobiernos de turno, como en el caso de Malasia, Túnez o Irak, otras, como miembros activos de la sociedad civil en regímenes que restringen el libre ejercicio político, como en Irán, Egipto o Arabia Saudita.

Pero no se trata, necesariamente, de la misma noción de democracia secular gestada siglos atrás en los países europeos. Se trata, muchas veces, de algo diferente, de una democracia islámica, o mejor aún, de las diversas maneras como las sociedades de los diferentes países musulmanes negocian su creciente voluntad de participación en el hecho político.

De hecho, a lo largo de la historia reciente, el islam ha sido la principal vía de expresión identitaria, la principal bandera contra el imperialismo y la colonización que por siglos sufrieron estos países.

Al margen de los reveses electorales que puedan darse este año, la democracia en el mudo musulmán seguirá consolidándose desde las bases, pero será una democracia islámica, profundamente aferrada a sus tradiciones, muy diferente a los imaginarios que nos hemos acostumbrado a construir del término.

*Escritor y profesor universitario. Cairo, la madre del mundo es su último libro (El peregrino, 2016).

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