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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • La colección del Real Jardín Botánico de Madrid tiene 6 mil piezas procedentes de la Expedición Botánica de Mutis. 2 mil de ellas son dibujos terminados, de un gran valor cultural, artístico y científico.
    La colección del Real Jardín Botánico de Madrid tiene 6 mil piezas procedentes de la Expedición Botánica de Mutis. 2 mil de ellas son dibujos terminados, de un gran valor cultural, artístico y científico.

El germen de Mutis sigue creciendo

Todavía hoy, más de dos siglos después de que la Expedición Botánica terminara, grandes mentes buscan clasificar y describir lo que sus antecesores recolectaron.

Nicolás Loaiza Díaz* | Publicado

La Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada y su producción material, conocida coloquialmente como la Flora Mutis, de la que celebramos 240 años de su inicio (1783), es uno de nuestros más grandes patrimonios históricos y científicos y, por ende, culturales. La Flora fue declarada como Memoria del Mundo por la Unesco en 2008 por sus valores excepcionales, y quizás lo más excepcional es que hoy continúa vigente y en desarrollo.

Sus orígenes se pueden trazar a lo largo del siglo XVIII, cuando el Imperio Español llevó a cabo diversas expediciones científicas, siguiendo el impulso de la Ilustración, por sus territorios conquistados con el fin de conocer e identificar sus recursos y formas potenciales de explotarlos. Para nombrar algunas, está la Expedición Geodésica a Ecuador (1736-1744), una empresa conjunta con Francia, liderada por Charles Marie de La Condamine, cuyo objetivo fue medir la forma y el tamaño de la Tierra alrededor del ecuador terrestre. Sus mediciones contribuyeron al conocimiento geodésico y a la confirmación de la forma elipsoidal de la Tierra.

La Expedición Malaspina (1789-1794), liderada por el marino Alessandro Malaspina, tuvo como objetivo realizar un exhaustivo estudio científico y cartográfico de las colonias españolas en América y Filipinas. Fue una de las expediciones más completas de la época y produjo una gran cantidad de información valiosa para el avance científico.

Además de estas, el Imperio Español (en ocasiones en asocio con otros poderes coloniales), realizó expediciones en otras latitudes con fines similares, entre las que se destacan la Expedición a la Polinesia (1772-1775) y al Pacífico Norte (1774-1775), por mencionar un par. Un apartado especial merecen las expediciones botánicas, que, bajo el liderazgo del Real Jardín Botánico y su primer catedrático, Casimiro Gómez de Ortega, aportaron grandes cantidades de información y muestras biológicas: la Expedición Botánica del Perú y Chile (1777-1788), dirigida por los científicos españoles Hipólito Ruiz y José Antonio Pavón.

Durante su expedición, Ruiz y Pavón recopilaron una gran cantidad de especímenes botánicos (141 géneros nuevos y más de 500 especies desconocidas), a la vez que realizaron investigaciones etnobotánicas y etnográficas. Su trabajo resultó en la publicación de la obra “Flora Peruviana et Chilensis”, de gran relevancia para la botánica de América del Sur.

La Expedición Botánica del Reino de Nueva España (1787-1803) fue liderada por el naturalista español Martín Sessé y el botánico mexicano José Mariano Mociño. Su objetivo principal era explorar y documentar la flora de la región que comprendía el actual México y partes de América Central. Durante la expedición se registraron 797 géneros y 1.327 especies de plantas con semilla y realizaron investigaciones botánicas, geográficas y etnográficas. Su trabajo contribuyó al conocimiento de la biodiversidad en la región y resultó en la publicación de la obra “Flora Mexicana”, que es un importante trabajo botánico de la época.

Y la que nos ocupa, la Real Expedición Botánica del Reino de Granada (1783-1809) fue liderada por el botánico español José Celestino Mutis, con el propósito de estudiar la flora y la fauna del Virreinato del Nuevo Reino de Granada, que abarcaba áreas de lo que hoy son Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela. A pesar del territorio que pretendía cubrir, la expedición se centró, sobre todo, en un corredor que abarcaba desde Santa Fé (Bogotá) hasta San Sebastián de Mariquita, además de algunos transectos en regiones de Ecuador y los llanos.

En este pequeño territorio se recolectaron y clasificaron cerca de 20.000 plantas y 7.000 animales. Estos están recopilados en más de 24.000 plantas secas y 5.000 láminas, que describen alrededor de 3.500 especies de plantas, muchas de las cuales reposan hoy en el Real Jardín Botánico de Madrid.

Además de Mutis, el equipo de la expedición incluyó a varios naturalistas y artistas que contribuyeron a sus esfuerzos y logros científicos y artísticos. Algunos de los miembros notables fueron Jorge Tadeo Lozano, Francisco Antonio Zea, Juan José Pozo y Silva, el joven científico Francisco José de Caldas y los artistas Francisco Javier Matís, Salvador Rizo, Pablo Antonio García del Campo, entre otros.

Luego de la muerte de Mutis, en 1808, Pozo y Silva asumió la dirección y la Expedición pasó por diversas dificultades (y directores), debido a las gestas independentistas. En 1816 el general Murillo confiscó, por mandato del rey, el material de la flora neogranadina, proceso en el que se extraviaron parte de la colección y otros valiosos documentos.

Debido a la Independencia, obtenida en 1820, esta información dejó de ser relevante para el Imperio Español, sin embargo, se preservó en suelo español, a pesar de que material de otras expediciones pasó a manos privadas o fue desechada por la Corona. Por fortuna, la tradición naturalista creada en suelo neogranadino continuó y tanto la colecta como la descripción botánica y científica perduró, gracias a personas como Francisco José de Caldas, José Jerónimo Triana, Enrique Pérez Arbeláez, por nombrar a algunos que vivieron hasta el siglo pasado.

Fue el padre Pérez Abeláez, en la primera mitad del siglo XX, quien resaltó el legado científico de esta colección y puso de manifiesto la importancia de publicar la flora como una empresa binacional. El 4 de noviembre de 1952 los gobiernos de Colombia y España firmaron un tratado cultural para la publicación de la Flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, publicando el Tomo XLV-1 Cucurbitales y Campanulales (I), en 1954, el primero de aproximadamente 51, que compondrán la colección una vez terminada.

La expedición continúa

Las recolecciones botánicas de la Expedición generaron fichas con partes de plantas de algunos lugares de Colombia y Ecuador, de forma similar a como guardamos una hoja o una flor dentro de un libro: las partes de las plantas eran prensadas entre papeles para que se secaran y así se preservaran para su posterior identificación y clasificación.

Esta técnica permite que los especímenes duren mucho tiempo, por lo menos varios siglos, si se conservan en lugares adecuados. En la actualidad, el Jardín Botánico de Madrid custodia gran cantidad de especímenes de esta expedición y algunos de otras. El Herbario Nacional Colombiano del Instituto de Ciencias de la Universidad Nacional, fundado por el padre Enrique Pérez Arbeláez, conserva 598 de estas fichas, así como más de 600.000 ejemplares de flora, siguiendo con esta tradición científica de investigación botánica a la que se unen muchas otras instituciones nacionales e internacionales.

A partir de las fichas prensadas, los ilustradores científicos (grandes artistas como los mencionados arriba) procedieron a dibujar con alto grado de fidelidad las diferentes partes de la planta (hojas, flores, tallos, pelos, frutos, etc.) en una sola lámina que permite que los investigadores de botánica puedan usarlas para identificar otros especímenes recolectados y entender cada vez mejor las familias, géneros y especies de plantas.

Las ilustraciones representan a una planta real, pero no son fieles a la forma como nos la encontraríamos en la naturaleza; sino que buscan mostrar una serie de rasgos de una planta que permitan su clara identificación de las demás. Para las láminas y fichas de la flora de la Expedición Botánica no se habían hecho todas las identificaciones, de hecho, se había hecho una minoría, por lo que en ese tratado de cooperación cultural entre Colombia y España de 1952 fue evidente que se necesitaba continuar con los aspectos científicos de la expedición para producir los más de 50 tomos que restaban.

El tratado fue ratificado el 12 de mayo de 1982, vinculando además al Instituto de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia y al Real Jardín Botánico de Madrid, como instituciones científicas responsables de continuar con esta labor, y al Instituto Colombiano de Antropología e Historia (en 1982 el encargado era el Instituto Colombiano de Cultura Hispánica) y al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, de su administración y publicación.

La tarea científica la lideran los botánicos Jaime Aguirre Ceballos, de la Universidad Nacional, y José Luis Fernández Alonso, del Real Jardín Botánico, encargados de buscar especialistas por todo el globo que aborden la tarea de describir las fichas y láminas no descritas de las familias de plantas restantes que aún no han sido clasificadas y, posteriormente, compilar la información, organizar los tomos y proceder a su publicación.

Es por esto que la tarea de investigación y descripción científica de la Flora Mutis no ha terminado. Todavía hoy, más de dos siglos después de que la Expedición terminara, grandes mentes buscan clasificar y describir lo que sus antepasados recolectaron y juiciosamente procesaron para que se preservara en el tiempo y poder así terminar aquella majestuosa labor.

Mujeres y hombres de varias nacionalidades y continentes participan activamente de esta empresa centenaria y monumental. El germen de Mutis sigue creciendo, no solo en la cantidad de personas que dedican su vida a la botánica y encuentran nuevas especies y usos potenciales, además de relaciones ecológicas maravillosas, sino que van ya 37 tomos publicados y pronto tendremos más.

Ya sea por su valor histórico, científico y/o natural, las herencias que nos ha dejado la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada deben ser consideradas como un gran valor que marca historias compartidas entre América y Europa, entre Colombia y España. Nos recuerdan tristes momentos coloniales, pero también maravillosos logros humanos. Hacen parte de nuestro patrimonio compartido que debe ser celebrado, sin dejar de analizar los episodios oscuros y brillantes que nos han forjado como nación.

Las formas del patrimonio

Desde el punto de vista netamente legal, para ser considerado patrimonio en nuestro país es necesario que cualquier objeto, paisaje o manifestación cultural o natural haya una declaratoria explícita por parte de la autoridad competente. La excepción aparente sería el patrimonio arqueológico, que por su sola existencia es considerado como Patrimonio de la Nación (Bien de Interés Cultural de órden Nacional) y no requiere declaratorias posteriores, los otros elementos que podrían serlo necesitan de estos pronunciamientos. Pero ¿cuáles son los tipos de patrimonio?

A grandes rasgos, el patrimonio se divide en dos categorías macro: Natural y Cultural. El primero, es el conjunto de bienes y riquezas naturales y ambientales que la sociedad ha heredado y a las que les asigna un valor particular. Incluye la flora, fauna, territorios (como parques naturales), aspectos geológicos y paisajísticos, entre otros. El segundo, puede ser definido como los bienes a los que una colectividad asigna un valor de legado de su identidad, simbólico, histórico, estético, artístico, entre otros.

El patrimonio cultural se puede dividir entre inmaterial o intangible, que incluye saberes y costumbres, conocimientos de preparaciones, música, técnicas, entre otras; y el material o tangible, que a su vez se divide en mueble (objetos arqueológicos, obras de arte, bienes artesanales, libros, manuscritos, objetos históricos, etc.) e inmueble (sitios arqueológicos, edificaciones históricas, obras de ingeniería, monumentos, construcciones rituales, etc.).

En ambos casos es importante entender que además de ser una herencia de las personas que vivieron antes que nosotros, también son un préstamo de quienes vienen y somos responsables de su preservación.

*Antropólogo consultor. Docente investigador. Ex director del Instituto Colombiano de Antropología e Historia - ICANH.

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