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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • El escritor que descubrió a los animales invisibles

El escritor que descubrió a los animales invisibles

La forma en que entendemos el mundo depende en parte –no exclusivamente– de las historias que nos contamos. Y nuestra relación con la naturaleza y los animales puede cambiar cuando creamos relatos a partir de las especies que hemos perdido o no logramos ver.

Alfonso Buitrago Londoño | Publicado

El escritor español Gabi Martínez (Barcelona, 1971) pasó por Medellín, invitado por el Hay Festival, dejando una huella apenas perceptible, y sin embargo se me antoja con vocación indeleble. De aspecto casi de monje, estatura media, unos 1.70 metros, delgado, casi calvo, de incipiente barba cana y lentes redondos, vino a hablar de su más reciente novela, Delta, en la que cuenta su experiencia viviendo durante un año en el delta del río Ebro, en la región de Cataluña, en la última casa que da al mar y que pronto desaparecerá a causa de la pérdida de costa a manos del ascenso del mar. “Un lugar único en el que confluyen muchos de los retos que afronta el planeta, como la crisis climática, la inmigración o la tensión entre las tradiciones culturales y la globalización”, dice la contratapa del libro.

Antes de dedicarse a escribir sobre un lugar en vía de extinción, Martínez, prolífico autor de libros de viajes, dedicó varias de sus obras de no ficción a su preocupación por los animales y la relación que tienen con los humanos, en especial en Animales invisibles (Capitán Swing, 2019), en el que empleó a fondo su idea de una “liter-natura”, una escritura sobre naturaleza en español, como alternativa a la más conocida nature writing anglosajona.

Entre sus viajes, que lo llevaron a recorrer el río Nilo de nacimiento a desembocadura, explorar la costa de China, contemplar la Gran Barrera de Coral en Australia y recorrer las montañas del Indu Kush, entre Pakistán y Afganistán, y sus búsquedas por formas originales de contar ese mundo que estaba viendo, dio con la idea de la existencia de animales legendarios, extintos o muy difíciles de ver, como el picozapato, el moa, el tigre coreano o la danta, que le ofrecían un hilo argumental para hablar de los pueblos y culturas que tenían alrededor. “El animal invisible es al género de viajes lo que el muerto a la novela negra”, dice en esta entrevista en la que habla de las posibilidades que ofrece mirar a los animales para encontrar nuevos relatos que nos expliquen y ofrezcan diferentes perspectivas en este mundo de constante cambio y permanente amenaza.

Cómo describiría su trayectoria como escritor...

Lo que más me identificó durante mucho tiempo fueron los libros de viajes. Me construí a partir de la literatura de viajes. Desde muy temprano supe que quería ser escritor, y vi en el periodismo la oportunidad de tener vivencias y de ir entrenándome para luego escribir textos más largos. A partir de ahí, he viajado por todo el mundo, desde la Gran Barrera de Coral australiana hasta la costa china y el río Nilo.

¿Cómo ha sido su acercamiento literario a esos lugares?

He intentado aportar una mirada singular, no ser reiterativo con mi propia literatura. Puedo abordar el viaje desde una manera convencional: parto de un lugar, hago un recorrido y llego a un destino, y luego plantearlo desde una vanguardia literaria que podría acercarse más a la idea que tenemos, por ejemplo, de Bruce Chatwin (conocido escritor inglés de novelas y libros de viajes), por dar un referente. Además, he escrito novelas, periodismo literario, de investigación.

Y por el camino de escribir sobre viajes se encontró con la naturaleza y los animales como un tema...

Esa parte del viaje me hizo contactar con muchas naturalezas y últimamente me he decantado más hacia lo que yo mismo denominé “liter-natura”, que en los últimos años está cobrando una relevancia singular.

A propósito de los desafíos que vive el planeta...

Por el cambio climático y por las emergencias medioambientales que tenemos se presta atención a una literatura en cuyo origen están Henry David Thoreau, Moby Dick, Jack London, referentes anglosajones, porque han tratado más a fondo este tipo de literatura.

¿En qué consiste el concepto de “liter-natura” o escritura de la naturaleza?

Después de muchos años escribiendo, viajando, de preguntar ¿cómo te vas a interesar por los otros de otras especies? ¿Cómo te vas a interesar por los animales, por las plantas, por los elementos minerales? Y sin embargo, ahí hay una gran narrativa, pero cuando busqué en español no encontré casi referentes, y casi siempre que hablaba de libros de este tipo, la gente me decía, he leído un libro de nature writing. Emplear esa expresión denota la distancia enorme que hemos creado entre nuestra lengua y la naturaleza.

En español el abordaje literario de la naturaleza es más reciente...

En los últimos años la literatura de naturaleza en español empieza a hacer propuestas de peso y de gran solvencia.

En cuanto a los animales, está Animales invisibles, un proyecto que va más allá de la publicación de un libro físico, ¿qué son los animales invisibles?

Hay tres categorías. Una serían los míticos; otra, los extinguidos; y la última, los que están vivos pero que son difíciles de ver, porque se esconden o por su naturaleza no se dejan ver o porque están ahí pero no los vemos. Un ejemplo cercano a vosotros sería en Chile. El escudo del país tiene al huemul, sin embargo, poca gente ha visto al huemul y poca gente sabe incluso lo que es un huemul, aunque esté en el escudo del país. Se reconoce al cóndor, pero no al huemul. Eso sería un ejemplo de animales que están cerca de nosotros, pero que nos cuesta ver.

¿De dónde surge esa idea de invisibilidad animal y cuál es su utilidad?

Antes hablaba de los libros de viajes. Después de ver que me buscaban en verano para entrevistarme, como si los otros solo nos interesaran cuando salimos de vacaciones, pensé que sería interesante buscar algún hilo argumental para invitar a las personas a acercarse a esos paisajes con otro interés.

No solamente con los ojos de turista...

A mí mismo me ocurrió en Uganda, cuando estaba a punto de entrar en la sabana, en zona de leones, jirafas, elefantes, vi que en una caseta de rangers, de los vigilantes de la zona, una pared estaba llena de pósters de un ave. Entonces les pregunté, ¿qué hace aquí este pájaro? Me dicen que es un Picozapato y estaba allí porque era el animal que no veían.

Lo que no era visible tenía mayor interés para los locales...

Me hizo pensar en este animal de una forma profunda, luego desarrollo una investigación en el Hindú Kush pakistaní, siguiendo a un zoólogo que había ido tras los pasos del Yeti, la leyenda de un hombre de las nieves. Esa historia cambió mi vida, me llevó a un lugar absolutamente distinto, y en el origen de esa historia estaba el Yeti. Entonces recordé al Picozapato y pensé en el potencial que tienen esos animales que no vemos, que sin embargo nos permiten movernos, nos llevan a lugares insospechados y pueden afectar decisivamente a nuestras vidas.

Entonces viajar se transformó en una búsqueda a partir de los animales...

Encontré el motivo para continuar viajando y hablar a partir de los animales. Acostumbro a decir que el animal invisible es al género de viajes lo que el muerto a la novela negra.

El que mueve la historia. Allí encontró una manera de contar el mundo...

Permiten desarrollar el mundo que tienen alrededor. Por ejemplo, el moa en Nueva Zelanda, un ave que llegó a tener tres metros y medio de altura. Sería como un primo antiguo del kiwi. Es una zona donde hay muchas aves que no vuelan, como el takahé, que estuvo extinto. Antes, en el escudo de los All Blacks, el equipo de rugby de Nueva Zelanda, había un moa, pero lo borraron, porque el moa desapareció. Los maoris lo exterminaron, por la caza. Y, sin embargo, el kiwi, aunque es pequeñito, ha sabido sobrevivir. Y entonces los All Blacks se identifican con ese espíritu guerrero y lo adoptaron. Ahora los jóvenes están reivindicando figuras neozelandesas de origen, y uno de los animales que están usando es el moa, porque dicen que los mayores siempre están mirando al mundo occidental. Así que los símbolos que nos han servido y que nos ensimisman no son ya los suyos, ellos quieren sentirse neozelandeses de origen.

Recuperar lo perdido como símbolo de identidad...

Tienes una lectura que tiene que ver más con lo sociológico, con lo político. Hay marcas de cerveza que se llaman moa, rutas turísticas siguiendo el curso del moa. Puedes hablar de todo lo que se mueve en Nueva Zelanda pivotando siempre desde esa figura, digamos, ejemplar.

Hablando de animales extintos, muchas especies han desaparecido en la historia del planeta, de hecho podría decirse que es un proceso constante, ¿qué pierde la humanidad cuando se extingue una especie?

Perdemos imaginario. Y sobre todo si esos animales no han sido narrados, como el moa. Y si nadie los contó, y si nadie los iba a contar hasta ahora, pues ese animal se perdería incluso como mito. A lo mejor dentro de unos años, de unos siglos, la gente pensaría que ni llegó a existir.

Es perder una ficha en el rompecabezas del relato del mundo...

Esos relatos que parecen ser del mundo animal, nos están contando pueblos humanos y relaciones entre humanos y la naturaleza. Justamente lo que te contaba de los maoris, un pueblo que por un exceso de caza acabo con el moa. Eso ayuda a reinterpretar a tu propia especie y ver cómo nos estamos relacionando desde hace mucho tiempo con nuestro entorno.

La idea del ser humano como un ser cultural, que no es natural; de lo civilizado versus lo salvaje, ¿qué consecuencias ha tenido?

Ha creado unas categorías, la naturaleza la podemos usar, explotar. Los animales como objetos los podemos usar, explotar, sacrificar, comer, comerciar, traficar. Hacen parte de una propiedad.

¿Cree que esa relación de los seres humanos, todopoderosos, con la naturaleza ha cambiado recientemente? ¿Permanece igual?

No ha cambiado nada. De hecho, la pandemia se la achacamos a un animal. Buscamos culpables y no nos señalamos a nosotros mismos. Y el culpable, más que nada, es el animal. La soberbia con la que hemos estado viviendo, sobre todo desde la Revolución Industrial, nos ha despistado de qué es lo que de verdad importa y, sobre todo, de la idea de Gaia, de cómo todo influye en todo y cómo para salir adelante un sistema biodiverso lo tiene mucho más fácil que uno de monocultivo.

Incluso seguimos dudando de las amenazas y desafíos que nos presenta la existencia actual en el planeta...

Estamos todavía en una tribuna demasiado alta. Hasta ahora parecía que la naturaleza estaba ahí para servirnos, pero resulta que no, que formamos parte de un todo y si no cuidamos ese ecosistema, sucumbiremos. Es así de terrible, pero así de evidente.

Hay unos animales que nos gustan más o por los que sentimos más simpatía y hay otros que nos resultan antipáticos. ¿Esa concepción o esos prejuicios pueden influir con que una especie se conserve o desaparezca?

Sin duda lo feo siempre nos tiende a repeler más, con lo cual nos mantenemos lejos y tampoco lo vamos a cuidar, cuando resulta que a lo mejor esas cosas feas son las que nos ayudan. En mi último libro, en Delta, hay una escena que representa muy bien eso. Para llegar a la playa tenía que atravesar un cañaveral y cuando llegó el verano, de repente me encontré una pantalla de libélulas. Todo el cañaveral estaba lleno de libélulas. Era una imagen intimidante, pero si quería llegar al mar tenía que pasar por ahí, así que decidí cruzarlo. Entonces vi cómo las libélulas me empezaron a siluetear sin tocarme y pasé por en medio, como Moisés en las aguas, un poco así. Igual pasaba al regreso antes de que cayera el sol. Un día me retrasé y oscureció y en lugar de libélulas había mosquitos. Tuve que empezar a darles con la toalla para quitármelos de encima, era brutal la nube de mosquitos, la atravesé corriendo. Aquello que en un principio me había parecido intimidante, resulta que eran mis aliados. Y lo mismo hice después con las telarañas que encontré dentro de mi refugio, no quité ni una durante el tiempo que estuve allí. Y lo mismo con un lagarto que se había colado por una rendija y vivía en el techo. Esos animales que de entrada no son agradables a la vista desde tu educación cultural, resulta que son tus mejores aliados en momentos en los que de verdad los puedes necesitar.

Hablamos ahora de cómo los animales pueden ser símbolo de nuevas sensibilidades, como el moa, pero también han representado la tradición de muchos países, como el toro en España...

Aquí el lobo y el toro han sido los grandes símbolos. Símbolos muy masculinos, que marcan toda una línea de pensamiento. En otro libro, titulado Lagarta, intento romper con esa línea y voy a buscar precisamente a esos animales imprevistos, incluso feos, y que presento en este caso con género femenino para demostrar que hay un potencial enorme.

De promover cambios sociales...

Es una línea de pensamiento que te hace conectar con lo que estamos viviendo de una manera que te puede hacer reaccionar, actuar, para cambiar al menos un par de cosas. Estoy optimista.

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