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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • Un segmento de unos 700 metros cerca del segundo mirador de Las Palmas cambia de función por unas horas y se transforma en pista, autódromo y escenario de exhibición de motocicletas. Foto: Carlos Velásquez
    Un segmento de unos 700 metros cerca del segundo mirador de Las Palmas cambia de función por unas horas y se transforma en pista, autódromo y escenario de exhibición de motocicletas. Foto: Carlos Velásquez

El azote de las motos que devoran pavimento en Medallo

De la nada irrumpe el rugido de miles de motos en caravana. La llegada de un reguetonero, un mensaje en redes, y se levanta el leviatán motorizado. El culto a la motocicleta convertido en otra marca de la ciudad.

Santiago Rodas* | Publicado

La 4 Sur

Algunos se fugaban a toda velocidad de un retén de la policía, aferrados a sus motos, culebreando, otros simplemente aparcaban a un lado de la autopista, otros buscaron las aceras y bahías para detenerse y esperar cómo se resolvía el revoltijo policivo. La mayoría se acumulaba, como un enjambre nervioso de motores encendidos y acelerados, exostos carburantes, capas y capas de ruido, sobre el puente de la 4 sur. Era una rodada: unas cinco mil motos, mal contadas, se agruparon en el puente para exhibir los disfraces en movimiento. Extraterrestres, diablos, zombis, criaturas de Hanna-Barbera, enfermeras sexys, transformers, Looney Tunes, y un largo etcétera del tamaño de la creatividad y el presupuesto de cada motorizado. Algunos sin cascos, sin placas, sin luces, otros a la orden del día. Eran, en definitiva, una masa informe y en movimiento celebrando el Halloween por las calles de la ciudad. Una marcha de motos en la noche del 31 de octubre en Medellín.

El puente se colmó de ruidos de motores, música y una atmósfera festiva que se derramó por el espacio como aceite sobre el pavimento. Me subí a uno de los pilares y no logré divisar ni el final ni el principio de la caravana.

El ruido y el humo se acumulaban en los cuatro carriles, el olor a gasolina y a muchedumbre. Era una fiesta. Abajo del puente, por la autopista, la policía intentaba de nuevo, y sin éxito, contener un brazo de la caravana. Las motos envenenadas, los pilotos hábiles y mañosos lograban escapar sin problema, escurridizos y sinuosos. El leviatán mecánico estuvo una media hora con su rugido, y sin que ninguna señal lo previera, siguió con su camino.

Las Palmas

Las luces ciegan, como si fueran estroboscópicas, por el movimiento veloz que proviene de carros y de motos en movimiento. Es el mirador. Es el humo de las parrillas de asado. Es el olor de gasolina quemada. Son los carros parqueados a lado y lado ocupando uno de los carriles. Son mil, mil quinientas, quinientas personas, no sé, no logro contar, tampoco es que lo quiera hacer. A los costados se aposta la multitud expectante. Los ojos abiertos, chupando las imágenes motorizadas. Son las nueve de la noche de un jueves de octubre de 2023. Uno de mis amigos dice, al ver que Las Palmas está llena de personas: hay sistema.

El sistema es una muchedumbre con ganas de ver motos picando, cuatrimotos picando, N-max picando, DTs picando, Picos de loro, de alto cilindraje, picando.

Un segmento de unos 700 metros cerca del segundo mirador cambia de función por unas horas y se transforma en pista, en autódromo, en escenario. Veo las maniobras, las motos pesadas, las motos sin placa, personas sin casco levantando sus máquinas por tramos largos, sosteniendo en el aire la rueda delantera.

El parche consiste en ver pasar a los kamikazes, hombres y mujeres que se sostienen en una sola rueda mientras aceleran su moto, se paran en una pierna, sueltan una de sus manos y tiran la buena con la otra, otros soban el pavimento con la mano libre, las placas sacan chispas contra la calle.

Es gratis y es peligroso, tanto para los pilotos como para el público.

Quizá allí resida su éxito.

Gasolina, piruetas, tumbas abiertas en cada truco, motos modificadas, motos caras, reguetón. Pasan dos carros de la policía y siguen derecho. En el público hay familias enteras que miran desde sus carros veo parejas de adolescentes, la mayoría son jóvenes, pero mentiría si dijera que solo hay jóvenes.

En un momento veo que llega un carro-valla con una publicidad de un circo. Un hombre disfrazado de árabe reparte boletas de manera gratuita, otro, un joven de gafas tornasoladas y con guantes de moto, que parece un influencer de los piques, según los comentarios que escucho al rededor, lo acompaña. Un grupo importante se detiene a recibir las entradas, paran el tráfico. Nadie pita ni exige movimiento. Las boletas se acaban rápido y de nuevo aparece el flujo de motos en una sola rueda. El rugido de motores envenenados, las maniobras en zigzag, los celulares atentos a captar cada movimiento, cada refracción de la luz, alguna caída, un carro de alta gama.

Un grupo de música urbana graba un video. Dos raperos riman sus canciones mientras a sus espaldas un grupo de mujeres baila y hace twerking, por momentos la cámara captura los piques, los carros de alta gama, la multitud de motos que suben y bajan.

Algunas gotas caen del cielo y hace que la festividad cambie en un instante. Los espectadores se guarecen, pero la lluvia se intensifica. Son las 10:30 p.m. y algunos pocos se resisten a irse, pero la multitud se ha disipado. No es la policía sino la lluvia la que controla la cadencia de los trucos.

Dani stunt

El sueño del Dani stunt siempre fue tener su propia Yamaha DT. En Envigado, donde pasó su infancia, veía que los del barrio se compraban sus motos y las engallaban con dedicación. Invertían sus sueldos en las mejorías y adaptaciones. Modificaban las motos para que desarrollaran mayor velocidad, fueran más cómodas para las maniobras y se vieran mejor. Y las picaban cada vez que podían, y podían todo el tiempo. Entonces decidió lo que quería: verse encima de una DT, picándola también. “Las DTs 175 son motos veloces, potentes y con gran potencial para ser modificadas, aunque también fueron las motos de los sicarios y marcaron una generación, por otro lado, son motos que le gustan mucho a la mayoría de las mujeres y uno se siente muy bien en ese tipo de máquinas”, me dice, con una sonrisa, mientras lo visito en su trabajo.

La DT 175 fue descontinuada del mercado en el 2007, por eso, también se volvió una moto apetecida, porque es difícil de conseguir, porque es adaptable y por los símbolos fuertes que soporta. El fetiche del piquete.

Las rodadas como la de la 4 Sur son espontáneas y misteriosas, pues nadie sabe de dónde viene la iniciativa. Y es mejor, porque así se despistan a las autoridades. “Tanta gente lo comparte por redes que el origen del mensaje se disuelve”, dice. Lo mismo pasa en Las Palmas, en Barrio Antioquia, en la Asomadera y en Manantiales, lugares de los que se apropiaron los piqueteros para picar, lucirse y pasar un buen rato plagado de adrenalina y riesgo, “salirse de la rutina, probar los trucos, sentir el viento, ser visto y ver la ciudad en la noche, a la fresca. Es una pasión”, dice.

Ahora Dani practica stunt, así se denomina el deporte de las piruetas encima de una moto, y pasa sus semanas entre los piquetes, las rodadas. Me dice que le gustaría cambiar la imagen que tiene la ciudad de los moteros, “no somos pillos porque nos gusta andar sin casco ni placas, y a veces sin luces; esto es porque la placa se daña si se pega contra el pavimento cuando la picamos y sin luces la moto se ve mejor, como una de motocross. Somos deportistas en busca de adrenalina”.

El deporte, la fiebre, ha crecido de tal manera que incluso, uno de los candidatos a la alcaldía en estas elecciones, fue a regalar granizado y a repartir volantes en diferentes oportunidades de los piquetes, prometiendo que iba a apoyar la legalización de la práctica y además que les prometía que, de quedar elegido, entregaría un espacio en el que pudieran entrenar y lucirse, un espacio dedicado a la práctica del stunt.

La escena del piquete ha acompañado el acenso del reggauetón en la ciudad, (es particular que la marca Yamaha, además de motocicletas, también haga instrumentos musicales) con cantantes como el puertorriqueño Ñengo Flow y su movimiento Real-g for life. Cada vez que viene a la ciudad, es escoltado por una caravana de motos desde el aeropuerto hasta su lugar de destino. Los videos del género urbano recurren a los piqueteros para filmar en las calles mientras ellos cantan sus canciones trepados en algún carro o alguna moto, allí se exhiben los trucos, las chicas sexys, los significados del piquete y claro, las acrobacias que se pueden realizar en una “motora”; estos elementos, entre otras cosas, conjugan a Puerto Rico con Medellín en un relato cada vez más contiguo y complementario. Lo mismo ha pasado con la nueva generación de los músicos paisas. Los cantantes Ryan Castro y Blessd invitan a rodadas para sus videos y parches. El movimiento motero se siente identificado con estas canciones y los videos que se desprenden de ellas. Son una suma del momento que vive Medellín y sus transformaciones en la forma de habitar los espacios de la ciudad, sus sonidos y estéticas, con la música y los deportes extremos no convencionales.

Hoy, la práctica se debate entre la aceptación y la persecución de las autoridades, y mientras crecen sus adeptos es igualmente estigmatizada. Lo que es cierto es que se volvió ineludible y seguirán ocupando las calles con sus motos ruidosas y feroces, sus acrobacias arriesgadas mientras contemplan la ciudad desde las laderas encima de una moto y ven las luces a toda velocidad como si fueran perseguidos por luciérnagas que con sus destellos alumbran el recorrido.

*Escritor, poeta y muralista. Su último libro es Érase una vez un poeta.

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