Encontrarse en el tiempo y el espacio, la vida y la muerte, la familia y los amigos, la historia personal y la colectiva, son aspiraciones que recorren la literatura universal. La niña alemana de El Palmar (Planeta, 2023) no es la excepción, su singularidad está en la ruta elegida por la autora: Isabella von Bülow (Bogotá, 1964) camina hacia su reconciliación con el pasado. La historiadora y periodista habló con Generación sobre cómo, al igual que los países, las familias tienen una “historia oficial” y una secreta.
¿Cuál es la historia detrás de la escritura de estas memorias?
“Uno de los momentos definitivos que me llevaron a escribir sucedió en Colombia. Se estaba negociando el proceso de paz y pasarían otros dos años antes de que se firmara. Fue en aquel viaje con la periodista Jineth Bedoya al Putumayo, que describo en el libro. Me recordaban una y otra vez lo afortunada que era de ser alemana, lo mucho que la gente en Colombia admiraba los esfuerzos de Alemania por reconciliarse con su pasado y lo mucho que querían emular lo que Alemania había hecho en este sentido en Colombia. En cierto modo me sentía avergonzada, y lo que es peor: sabía que en realidad no merecía esos elogios y tanta admiración. Por supuesto, es cierto que Alemania es uno de los ganadores, uno de los modelos a seguir. Y estamos hablando de un pasado que incluye dos guerras mundiales y dos dictaduras. Nuestra sociedad en su conjunto, la política, la cultura, la educación, el pensamiento liberal, y mucho más, están orientados a hacer frente a los hechos de la historia. Pero, y aquí viene la hipocresía: No es así en las familias. ¿Qué se transmite en las familias de alemanes ‘normales’ sobre el nacionalsocialismo y el Holocausto? En el libro ‘Opa war kein Nazi’ (Abuelo no fue Nazi), publicado en 2002, se utilizaron conversaciones y entrevistas familiares para investigar qué recuerdan los alemanes del pasado nazi, cómo hablan de él y qué transmiten a sus hijos y nietos. Los resultados de las entrevistas con tres generaciones dejaron claro que en las familias se transmiten imágenes diferentes del pasado nazi que en las escuelas, por ejemplo. La memoria familiar contiene principalmente historias sobre el sufrimiento de sus propios parientes bajo el espionaje, el terror, la guerra, los bombardeos y el encarcelamiento. Estos temas no se transmiten en las familias como hechos históricos, sino como certezas familiares. Los ‘nazis’ no figuran en las propias familias, como también sigue siendo en mi familia. Y me gustaría mencionar otro momento. Cuando volví a Alemania tras mi primera visita a El Palmar en 1987, le cuento a un amigo muy en detalle todo lo que habia sucedido. A él se le llenaron los ojos de lágrimas. Incluso años después, cada vez que nos veíamos, quería que se lo volviera a contar, la historia que ya conocía y él decía ‘Es como una novela, gran parte de tu vida es una historia muy conmovedora’. Creo que mi subconsciente ya había decidido que un día lo pondría todo por escrito. Sólo tenía que ser el momento adecuado de mi vida. Empecé dos años antes de la pandemia. Y entonces, gracias a la Covid 19, tuve dos años más para concentrarme en escribir”.
¿Es este libro su forma de tramitar su Kriegsenkel (trauma transgeneracional)?
“Si, absolutamente. Incluso antes de conocer el término, sabía que algo iba mal en mi familia y que era porque no hablaban abiertamente entre ellos. Entonces me apareció otro término, epigenética, la herencia genética de las experiencias, especialmente de los traumas. Sé por las memorias de otros nietos alemanes de la guerra que en algún momento te das cuenta de que asumir tu historia familiar es un deber. Algo que haces por ti mismo para encontrar la paz y sanar, pero también por tu familia y por la Historia en general. Todos somos afectados por el contexto histórico que nos tocó y no culpo a mis padres y abuelos por hacer lo que tuvieron que hacer para sobrevivir. Pero eso si, no me hubiera perdonado, sabiendo que la tarea me tocaba a mí, si no lo hubiera hecho. Es que uno también se convierte en un ejemplo en una luz para otros”.
¿Qué significa Colombia para usted?
“Colombia, y más concretamente El Palmar, alberga mis recuerdos de vivir algo parecido a la vida en familia. Mientras escribía, me di cuenta de que dos personas que ya no están vivas, o que ya no forman parte de mi vida porque no quieren, me miraban por encima del hombro en mi mente y en cierto modo me servían de musas. Uno de ellos es mi padrastro [Luis Robledo]. Se podría decir que él es Colombia para mí. Mis lectores aprenderán bastante sobre él, entre otras cosas, que lo que lo caracterizaba fue su educación en Inglaterra, pero cuando El Palmar se convierte en su responsabilidad, él se entrelaza estrechamente con su tierra natal, con la gente y los animales, y se convierte en colombiano. Su conexión especial con Colombia, su amor por su país, son mis puntos de referencia desde cuando yo era pequeña. El otro, es mi amigo de la infancia, Cristóbal. Él juega un papel vital cuando vuelvo a El Palmar tras la muerte de mis padres. Nuestros orígenes son similares en la medida en que somos alemanes nacidos y criados en Colombia. La diferencia es que él es quien me enseña sobre Colombia y mantendrá ese papel en mi mente durante todo el proceso de escritura, pero hasta ahora nunca he tenido la oportunidad de enseñarle sobre Alemania. Tal vez lo tenía a él en mente cuando escribía las partes históricas”.
A través de su investigación el lector entra un panorama macro de la historia reciente de Alemania y de Colombia. Es inevitable el parangón entre ambas sociedades y sus conflictos...
“Estudié historia en la Universidad, y me gradué en ciencias políticas con una tesis sobre el conflicto colombiano. Luego me convertí en periodista, así que mi investigación, como tú la llamas, para mi libro es académica además de periodística, lo que significa trabajo de campo ‘vaya y compruébelo usted mismo’ Mis conclusiones nunca pueden ser de carácter general. Mis experiencias son específicas, al igual que la interpretación de las mismas. Quizá tenga algo que ver con la verdad. Sólo si nosotros, como individuos, que tenemos una historia familiar estrechamente vinculada a los acontecimientos históricos de un país o una región, somos abiertos y honestos, podremos acercarnos los unos a los otros tanto personal como históricamente. Yo he aprendido esto a través de mi historia familiar y al final del libro expreso la esperanza de que esto también pueda ser útil en Colombia, que apenas está empezando a reconciliarse con su pasado”.
La obra puede ser leída como una oda a las mujeres que la “han construido”, en especial su mamá. No teme idealizar a su madre...
“Para mí, dos de los grandes inventos de todos los tiempos son el amor y la muerte. El amor, porque en un mundo que no tiene sentido, el amor es la mejor experiencia y lo único que sí tiene sentido al final. La muerte es genial porque significa renovación y, en cierto sentido, también paz. Por supuesto que es trágica, hablo mucho de la muerte en mi libro y del inmenso dolor que tuve que vivir a causa de ella. Por otra parte, mi madre me hizo el regalo más hermoso de todos los que he recibido, al entregarse a la muerte y dejar que yo la ayudara a encontrar la paz. Mi madre fue huérfana, la falta de un hogar seguro no le ayudó en prepararse para la vida. Ella sufría profundamente sin saber exactamente por qué. Sentir su dolor inexpresado me afectó a mí. Tal vez por eso percibes que en mis memorias la idealizo. Yo creo que es más un homenaje a su coraje, su imperfección, y sí, a todo que pude aprender de ella y por ella”.
¿Qué hay en usted desde Silesia (origen materno de su familia) hasta El Palmar, nido de su infancia?
“Me gusta mucho esa pregunta. También me gusta que me la hagan ahora que estoy a punto de cumplir sesenta años. Mi amor por la naturaleza y los animales viene de mis antepasados, que vivían principalmente en el campo antes de la II Guerra Mundial. Y de mi alma, porque yo también tuve la suerte de crecer en el campo. Y no en cualquier campo, hoy nosotros podemos decir sin parecer arrogantes, que Colombia tiene algunos de los paisajes más bellos del planeta, porque es una certeza general”.
Los alemanes no son muy famosos por su sentido del humor, en su libro hay una mezcla de humor colombiano y británico. ¿Cómo su escritura es atravesada por el humor?
“Que los alemanes no tienen humor es un cliché. La verdad es otra, los alemanes me hacen mucha gracia, porque los conozco y entiendo sus bromas. Crecí hablando tres idiomas, alemán, español e inglés. Sabes cuando dominas bien un idioma, cuando puedes contar un chiste, cuando puedes reírte con los lugareños. Estos tres idiomas transmiten humor cada uno a su manera. No me gustaría estar en este mundo sin humor. Es la sal, la especia, todo el sabor de la vida. He sido capaz de reírme en los momentos más difíciles de mi vida, porque algunas cosas son tan divertidas que no dejan de serlo ni siquiera en los peores momentos. Y nosotros, los seres humanos con toda nuestra vulnerabilidad, somos los más ridículos en situaciones difíciles. No nos debemos perder la oportunidad de reírnos de nosotros mismos. Mi madre, mi hermano mayor y Luis tenían un magnífico sentido del humor. Diría que es por eso que los amo tanto”.
¿Considera que la actualidad geopolítica está borrando los aprendizajes que la II Guerra Mundial dejó a la Humanidad?
“Sí, podría verse así en vista del giro a la ultraderecha que se está produciendo en Europa y Estados Unidos. Las calles del Reino Unido arden actualmente, alimentadas por las protestas nacionalistas. Recuerdo muy bien la euforia tras la caída del Muro de Berlín. Se dijo con optimismo que era el ‘fin de la Historia’. Queríamos que fuera así, democracia y paz para siempre, y en el mundo entero, por favor. Traumatizados por la guerra mundial y la guerra fría, estábamos tan deslumbrados por la unificación pacífica de Alemania que queríamos aferrarnos a ese optimismo para siempre. Ahora creo que la humanidad no lo soportaría, no se sentiría suficientemente desafiada. Actualmente estamos destruyendo todo lo que hemos conseguido después dos guerras mundiales para que los supervivientes puedan ponerse a trabajar de nuevo para mejorar las cosas, escarmentados y arrepentidos. Ese es el círculo. Tal vez debe ser así, porque lo extraordinariamente bueno del ser humano pasa cuando más retos se plantea”.