Los que trabajan en este negocio suelen ver en Colombiamoda una radiografía de la industria nacional. Más allá del espectáculo de las pasarelas, o de los reportes de colores en tendencia, es el aire que se respira en el evento y el entusiasmo con el que ciertas marcas invierten en exposición. La feria también propicia las conferencias de expertos que nos dejan cifras y estadísticas para medir la evolución del negocio.
Si bien el avance económico continúa siendo un movilizador indispensable para la feria, la experiencia en esta Semana de la Moda también permite otras lecturas de crecimiento. “Crecer” es una palabra que no solo acoge la idea de expansión sino también de la maduración de los procesos; en Colombiamoda 2024 fue evidente que la moda está viviendo ambas.
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Plaza Mayor no da abasto para recibir todas las manifestaciones de moda que trae esta feria, por lo que ahora se incluyó un “Circuito Ciudad” que nos llevó a pasarelas en el Claustro de San Ignacio y las bodegas del extinto Coltabaco. Universidades, museos, hoteles, e incluso el Túnel de Oriente y Parques del Río fueron escenarios para experiencias de la feria. En esta ampliación de espacios puede leerse un tejido cada vez más estrecho de lo público y lo privado a favor de la industria, a pesar de que los eventos continúan orientados al acceso privado con invitaciones limitadas y no a la mirada pública, que quiere asomarse cada vez más al negocio. En las semanas previas, en las redes de los gestores del evento, de las marcas, de influenciadores, comenzaron las aglomeraciones digitales de interesados en una invitación a pasarela, a la que fuera, preguntando incluso dónde comprarlas o cuestionando que la escarapela de la feria no incluyera “ninguna boleta para algún desfile”.
Ese creciente interés del público masivo por la feria tiene tres motivaciones importantes. La primera es el imaginario popular sobre la pasarela que enmarca la moda como espectáculo. Por décadas, el aire teatral, más la presencia de modelos y celebridades, solo han reforzado esta noción que todavía atrae multitudes a esperar afuera de Plaza Mayor, en filas que pueden ser más largas que la duración total del performance.
Detrás de este imaginario, está la segunda motivación: el valor de la moda como medio de expresión. Colombiamoda en el fondo es una gran pasarela abierta que permite a nacionales y extranjeros presumir lo mejor de su clóset. Vimos personajes con plumas, grandes mallas cubriendo sus rostros, bolsos de marcas de lujo mezclados con vestidos delicados, lentes futuristas, expresiones de género fluidas, joyería facial, creando cuerpos más adornados que en las mismas puestas en escena de la feria. Además, para muchos amantes de la moda en Medellín, y que no pertenecen a la industria, es un gran entorno experimental para llevar atuendos que, en sus barrios, sus oficinas, sus grupos sociales, no recibirían las mismas miradas. Colombiamoda genera una sensación de complicidad entre fashionistas.
La tercera razón para este interés masivo por la feria se debe al incremento de visitantes/emprendedores. Públicos que la viven como su primer acercamiento a un negocio que los apasiona, e incluso que visten sus propios productos con el sueño de ser “descubiertos” por fotógrafos y editores de medios. Conscientes del potencial de esta audiencia, Colombiamoda ha incorporado el Mercado de Moda para la venta directa para el consumidor. Marcas de accesorios, bolsos, joyería y prendas de vestir, en espacios con alto tráfico de personas que llegan antojadas de antojarse de moda.
La invasión del público masivo a espacios que otrora se dedicaban a una audiencia especializada también se evidencia en las nuevas marcas que invierten en “vestir” las zonas más concurridas de Colombiamoda. Marcas de bebidas y alimentos, empresas de envíos, multinacionales dedicadas a la venta de productos hogar, perfumería y maquillaje participan de la feria, no buscando transacciones de negocios, sino atención de miles de consumidores potenciales. Lo hacen con espacios decorados, muestras gratis, patrocinios a proyectos de moda, y hasta colaboraciones con personalidades. Que una feria orientada al sector textil-confección reciba inmensa financiación de otras industrias permite interpretar otra forma de crecimiento para la moda: como lenguaje de mercadeo efectivo.
Si Colombiamoda es un espacio cargado de estilo, las marcas presentes de muebles, gaseosas, o hasta cigarrillos electrónicos necesitan fundirse con esas estéticas y valores. ¿Esta gaseosa en botella plástica te hace sentir más sostenible? ¿Cómo logras verte chic mientras vapeas? ¿Este sofá combina con tu estilo de vida? La moda como concepto no cobija solo la vestimenta, abarca toda dinámica de consumo capaz de vendernos la idea de la expresión personal. Y cuando el modelo predominante para la moda global es declarar rápidamente nuevas tendencias, no habría que preguntarse por qué otras industrias quieren seguir su estilo: el consumidor se siente obligado a estrenar con frecuencia convencido de que su identidad depende de ello.
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Lo natural en un entorno que promueve la internacionalización de la moda son estrategias de mercadeo ambiciosas y mensajes orientados al consumo de tendencias, pues así va el ritmo de la industria global. Y entre el ruido de un DJ aturdiendo con reggaetón sin parar en el corazón de la feria, el tráfico de miles de asistentes haciendo filas, chismoseando en los stands, deteniéndose tal vez en los escalones de Plaza Mayor a tomarse una foto con el atuendo perfecto, también hay pequeñas rebeliones contra la tiranía de esa moda afanosa. La pasarela de apertura de la marca A New Cross nos presentó prendas con una altísima calidad artesanal creadas por comunidades rurales sabaneras. Los tejidos cubiertos de fieltro o acabados a mano se inspiraron en procesos de cicatrización, no de la piel sino del alma. En exquisitas esculturas textiles, la marca habló de celebrar el proceso creativo y el oficio material, un recorrido lento, y esto ante el “tiempo frenético de lo contemporáneo —dicen—, es resistencia”.
Según Naciones Unidas, cada segundo se quema o se desecha a un vertedero el equivalente a un camión de basura lleno de ropa. En la pasarela del diseñador Alejandro Crocker, y los espacios comerciales de Tu Ropero o Aquelarre; esta moda desechada se rescata y se convierte en nuevas prendas. Procesos inmensos en creatividad, pero pequeños y lentos. La minucia de unas manos que reinventan una camisa a partir de un jean roto, tal vez no para salvar el mundo sino para salvar esa prenda del basurero.
Las pasarelas estudiantiles también tienen lugar en Colombiamoda. Siendo los más jóvenes y con menos experiencia creando atuendos para desfiles, los participantes de UPB, Colegiatura Colombiana, Salazar y Herrera, Pascual Bravo, y Universidad de Medellín nos dan una pista de cómo la moda se transformará a medida que crezcan nuevos talentos. Celebraron el trabajo manual, cuestionaron lo binario del género, hicieron de poblaciones que la moda ignora históricamente los modelos de colección (como personas de talla baja, en silla de ruedas, con síndrome de Down, o adultos mayores).
En un negocio que expande su impacto ambiental negativo a medida que mejora sus utilidades, es difícil ver más allá de las tendencias del momento. En un evento que trae 13.3 millones de dólares a la ciudad, es normal que Medellín se concentre en la grandeza de la cifra. El aumento infinito del negocio, una ilusión global y local, expande la materialidad de la moda. De pronto crecer es algo muy distinto.