A Melissa Martínez, la fundadora de Antimateria —una librería, café, cine, academia y otra cantidad de cosas que queda en el barrio Florida Nueva, al occidente de Medellín—, no le gusta hablar en pasado ni en primera persona. Tampoco ahondar en lo difícil que debe ser mantener una librería alternativa e independiente durante casi una década dando vueltas por la ciudad.
Martínez prefiere el plural, el presente y el futuro y también el femenino. Su librería ya no es solo libros. También es café, clubes de lectura, noches de cine, almuerzos, biblioteca, presentaciones musicales, talleres de escritura y demás. Tampoco es suya solamente. Es de Ana y Mariana, que también curan los libros, y de la gente que va y lee, y que además hace ya más de un año se juntó y puso plata para ponerle un techo al patio donde con un par de matas más podrían abrir también un vivero.
Desde afuera es casi imperceptible: una casa a borde de calle, casi esquinera, una puerta, dos ventanas enrejadas y una mata de plátano de la que cuelgan dos racimos verdes y generosos.
Adentro, las baldosas en rombos vinotintos y mostazas, un perro manso, tres mujeres jóvenes y simpáticas, estanterías en todas las paredes —una colección de casi 5.000 títulos— y en los espacios vacíos, cualquier cantidad de afiches y pósters con frases de enmarcar. Todos se venden o se cambian —el trueque, también de libros, es sello de la casa— menos el más bello de todos, colgado al lado del baño: Volveré a nacer / si me muero / Volveré a nacer / para amarte / Volveré a nacer si me muero / para quererte / Volveré a nacer / para no olvidarte. Eso cantó Víctor Piñero con Los Melódicos. Al fondo, el patio de las posibilidades infinitas: para leer, para comer, para beber, para cantar, para bailar, para fumar, para juntar leña y montar un sancocho un domingo.
El restaurante también tiene curaduría especial: las pizzas son del Zorro y la Gitana, el pan es de Un punto Fijo, el café es de Zule Coffee, todas marcas antioqueñas de primer nivel.
Tienen, dice Melissa, quizá el catálogo de Cómic más grande de la ciudad. Es además, el primero que se encuentra uno, entrando a la derecha de Antimateria, sin embargo, está lejos de ser una librería de culto: hay hasta para los lectores del Club de las 5 de la mañana, aunque solo abren de 12 a 8.
El nombre se lo puso Melissa, que antes de dedicarse a los libros y al café y al arte y al cine y etc etc, estudió física. Sin embargo, explicarlo le resulta tan complejo como si se tratara de un tema espiritual o de algún tatuaje de la adolescencia. Será esa una buena razón para que lo que en principio fue una librería se haya convertido ahora también en algo complejo de encasillar.
Sea lo que sea, este mes en Antinametria habrá proyecciones de películas, declamaciones de poemas, talleres literarios, conversaciones con escritores, un mercado gitano con marcas locales y hasta un concierto de música experimental y lo que eso sea que signifique. La programación está en las redes sociales y en la página web. Vayan.