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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • Obra de Guillermo Correa.
    Obra de Guillermo Correa.

Antes del orgullo: resistencia y obstinación

La igualdad y la diversidad se vuelven imparables. Con toda la fuerza de un movimiento que se convierte en rio y en disidencias de todo tipo, ocurre un estallido y la ciudad se pinta de múltiples colores.

Guillermo Correa | Publicado

Y un día estás celebrando el mes de la madre y parpadeas y ¡tenga lo suyo! entras a junio como si cayeras en un universo de arcoíris amplificado. Y sí, estás en el mes del orgullo y las banderas en los edificios emblemáticos te lo señalan, la iluminación de la ciudad te lo recuerda, las cebras peatonales y las vallas publicitarias te lo gritan.

Esta explosión multicolor, si la observamos en modo retrospectivo, es reciente, a lo mejor exageramos al decir que tiene 10 años; si nos devolvemos unos treinta o cuarenta años quizás corroboremos que escasamente esa historia se escribía en grises; si revisamos unos cincuenta años atrás hasta parece una historia inexistente. Pero no se deje confundir, no es una historia nueva, ni emergente, es una historia cruzada con la propia historia de la ciudad, solo que estratégicamente y durante un tiempo ha permanecido en silencio y después de un agitado movimiento se ha desplazado del mutismo al grito y de la negación al reconocimiento.

La conquista de derechos y reconocimiento de las disidencias sexuales y de género en nuestro país, y singularmente en Medellín, es una historia compleja y por momentos dolorosa. Es una historia de silencios, violencias, carcelazos, asesinatos, vigilancia, aislamientos, desconocimiento y rechazo. Pero es también la historia de la resistencia y la terquedad en ser uno mismo.

¿Y cómo llegamos a este punto? En Medellín esta lucha de resistencia tiene al menos tres momentos claves.

En primer lugar, un periodo que podríamos llamar existir y resistir antes del orgullo, un episodio histórico que ocurre justo antes de que en Colombia y en el mundo se empiece a hablar de liberación homosexual o de movimientos sociales. Desde finales del siglo XIX en archivos de prensa, archivos judiciales o en los relatos del cronista Luis Latorre se reconoce la existencia de distintos personajes considerados como afeminados, maricos y locas en el centro de la ciudad y particularmente en el barrio Guayaquil.

Estos sujetos dedicados al comercio, a vender parva, a trabajar en garitas, en hoteles y en diferentes oficios, ocasionalmente son sorprendidos reunidos en modos muy amistosos y divertidos en algunos sitios de Guayaquil, el “antro de perdición”, como lo calificaban los periódicos de la época; objetos de burla y ridiculización, permanecieron en este sector sin mayores contratiempos o sanciones compartiendo el espacio con bobos afamados y toda clase de exiliados del orden de la decencia.

Durante los años cuarenta y cincuenta del siglo XX se publican noticias de las constantes batidas que realiza la policía a lugares como el Tropicana o el Venus. En estas batidas relámpago sorprenden continuamente a hombres bailando entre sí y a las temibles “falsas mujeres”, que engañan a distintos machos de la ciudad.

No es muy claro para la prensa o para la policía quienes son estas personas y menos claro a qué identidad están adscritos (un concepto por demás muy contemporáneo), para la prensa o la policía todos son homosexuales que se voltiaron o se dañaron. Con una mínima excepción, a las personas transgénero las nombran como falsas mujeres, aunque todos hacen parte del mismo costal de “degenerados”.

Durante más de cuarenta años, entre el periodo que conocemos como La violencia y gran parte de los años ochenta, la policía azuzada por la prensa sensacionalista, la iglesia y las damas protectoras de la moral se va a encargar de perseguir a las falsas mujeres y a los maricas afeminados, les quitan sus pelucas, les destrozan sus cuerpos, les queman sus ropas, las arrestan y las llevan a la cárcel de la Ladera en un esfuerzo desmedido de “corrección”.

Esta acción se repitió durante más de cuatro décadas; golpes, cárcel, aislamiento, cortes de cabello, castigos y toda suerte de persecución; pero ellas lejos de dejarse integrar, corregir o reducir cada ocho día volvían a treparse en sus tacones, producían su cuerpo, improvisaban sus cabellos y salían obstinadas a ser ellas mismas. Y esta obstinación se convierte en el primer hito de resistencia trans/marica en la ciudad. Las falsas mujeres y las locas afeminadas, sin mayor referencia de teorías de género y sin referentes claros de otras luchas, insistieron en ellas mismas y con esa insistencia abrieron grietas en el orden cultural/sexual de la ciudad.

Un segundo momento, podríamos denominarlo la liberación homosexual en tiempos del orgullo. A finales de los años setenta, e inspirados en las protestas de Stonewall Inn de 1969 y el surgimiento de la segunda ola del feminismo, aparece en la ciudad el movimiento de liberación homosexual en cabeza de León Zuleta y con él el tema homosexual en clave de reivindicación política se nombra y adquiere existencia.

El Greco, un colectivo de estudios y de acción performática, organiza cine foros, discute sobre opresión sexual en distintos lugares académicos e interviene con acciones políticas espacios de distinto tipo en la ciudad. Los años ochenta llegan para enredar el naciente movimiento con la aparición del VIH/ Sida. Pero la búsqueda de derechos no se detiene. Nuevos insultos aparecen. Nuevas amenazas y violencias se instalan sobre los cuerpos de las disidencias sexuales y de género, pero insistir y pelear por derechos, ese era el objetivo.

Durante los años noventa y soportados en la nueva constitución, surgen una serie de organizaciones y colectivos orientados hacia la reivindicación de los derechos humanos, el derecho a la vida y el reconocimiento a la diversidad, y con ellos tiene lugar a finales de la década del noventa la primera marcha del orgullo en Medellín. Una marcha desconcertante, que despejó horizontes y libertades en una ciudad de moral problemática, testificando que estábamos ahí, que mostrábamos nuestro coraje para caminar y para pelear por los derechos.

El tercer momento, es el tiempo de las ciudadanías plurales y la ampliación de libertades. Estamos ya en el siglo XXI, en diferentes lugares del mundo, las diversidades sexuales y de género han conquistado derechos y libertades. Colombia no es la excepción. Progresivamente se ha conquistado el derecho a la vida, a la no discriminación y a todo un conjunto de derechos. El nombrarse en clave de identidad gay, lesbiana, transgénero, bisexual, queer se convierte en estrategia política de reivindicación y en demanda de reconocimiento y respeto.

Con estas conquistas la calle se vuelve más plural y las marchas se convierten en espacios libertarios de ciudad y ciudadanía. Nuevas voces aparecen y reclaman reconocimiento, señalándonos cómo nombrarles, cómo devolverles dignidad y existencia con nombres propios, con nuevas categorías. La igualdad y la diversidad se vuelven imparables. Con toda la fuerza de un movimiento que se convierte en rio y en disidencias de todo tipo, ocurre un estallido y la ciudad se pinta de múltiples colores.

Y con las conquistas devienen también nuevos adversarios, grupos sociales que no esconden su malestar por la pluralidad humana, voces conservadoras que desean devolvernos al tiempo del silencio y la penumbra, pero la calle ya está tomada y en ella se insiste en defender nuestros derechos, en sostener nuestras libertades del cuerpo, el deseo, el género y el amor, por eso las disidencias siempre están en pie de lucha.

No es tiempo de triunfalismos, pese a la amplia publicidad aún queda un largo camino por conquistar, derechos integrales para las personas trans, protección de la vida para las diversidades sexo/género y ampliación continua de libertades humanas. Tampoco es tiempo para asumir que ya todo está hecho. Las ciudadanías disidentes siempre requieren estar vigilantes, siempre puede llegar un nuevo político, una nueva religión o un renovado grupo de derecha con intenciones de devolvernos a la sombra y eliminar nuestros derechos.

Pero tampoco es tiempo de fatalismo y paranoia, es tiempo de celebración y de agradecimiento a todas las ancestras que abrieron camino, a todas las locas y maricas antiguas que con sus tacones conquistaron la calle y con ella nos abrieron grietas de libertad. Y es tiempo de rendirles tributo a todas las personas que han sido asesinadas, desaparecidas o violentadas solo por insistir en su derecho de existencia disidente y diversa. Por ustedes también marchamos.

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