1. Alejandro Gaviria,
Ministro de Educación.

Creo que vivimos en una especie de época de locura donde las pasiones -en particular las asociadas a la política- le han restado espacio a la razón. Tampoco creo que se deba hablar de un ocaso absoluto de la razón. Sí vivimos en un mundo difícil en el que a veces la razón, el pensamiento y la reflexión se están quedando atrás, sobre todo en lo colectivo.
Si uno quisiera señalar dos o tres dificultades, señalaría de primera la erosión del debate público que tiene que ver con estas maquinarias de desinformación, cada vez más eficaces. Se ha hecho casi evidente la frase de Yuval Harari que señala que los seres humanos somos seres hackeables. Es fácil llenarnos de mentiras, de desinformación y de unos odios artificiales que se traducen en la erosión del debate público.
Esa es una. La otra es esta intolerancia que ha llevado a lo que se conoce como la cultura de la cancelación. Hay ciertas cosas que no se pueden decir, ciertas opiniones que no se pueden expresar. Esto conlleva a cierta tendencia a falsificar nuestras opiniones, esto es a no ser capaz de hablar por temor a retaliaciones. Lo más paradójico es que esa cultura de la cancelación nació en las universidades, en la academia, nació en los lugares que debían ser los centros del pluralismo.
Hoy en día el liberalismo -con esa defensa de la dignidad humana pensada desde el individuo- ha perdido el espacio. Es visto como un tema de otra época. Ahora está vigente el pensamiento más tribal, esa división entre ellos y nosotros está exacerbada. Y se ha visto en muchos ámbitos de la vida, sobre todo en la política. Quisiera señalar una idea que expuse en el último libro que he escrito: el papel de la tecnología. Cuando se inventó la imprenta -por allá en el siglo XVI-, se cayó en esto: se creyó que ese inventó iba a democratizar el conocimiento y en realidad se cayó en las guerras religiosas europeas. La radio le dio mucha eficacia al nazismo y al fascismo en los años treinta del siglo pasado. Ahora las redes sociales han llevado a algo parecido: a esta polarización, a esta división en tribus. Hay una frase del poeta venezolano Rafael Cadenas, que me gusta repetir: él define al ser humano como una agresividad en busca de una bandera. Y esa agresividad instintiva y natural se ha exacerbado en esta época por la tecnología.
Creo en la importancia de inculcar el escepticismo y todos desde nuestro espacio debemos resistir a nuestra manera. Sigo creyendo en la eficacia de la lectura. No debemos perder la esperanza de que podemos hacer algo y mantener cierto optimismo de la acción”.
2. Mariana Serrano Zalamea,
traductora y docente

“Colombia no podría catalogarse como una sociedad de pensamiento crítico. No hay una tradición en ese sentido, como sí sucede en otros países de América Latina, en donde los casos más sobresalientes son Argentina, México y Brasil. Eso no quiere decir que no hayan existido figuras o expresiones críticas de distinta índole. Considero que tiene que ver con varios factores: nuestro precario desarrollo educativo que ha estado mayormente en manos del sector privado desde los años setenta del siglo pasado, con consecuencias graves sobre la calidad; un Estado que más que un regulador de la sociedad, ha sido otro actor del conflicto interno extendido durante tantas décadas; unos medios de comunicación más vinculados al mercado y a los intereses privados que a la necesidad de sentar las bases para una opinión pública informada, independiente y con capacidad crítica. Sin embargo, desde la academia, los medios independientes y otros espacios y procesos no formales de educación no son ingentes los esfuerzos por generar un pensamiento crítico.
La familia, la iglesia y la educación son tres pilares desde donde se afirman o se cuestionan las doctrinas y prejuicios. Afortunadamente, considero que los movimientos sociales y culturales de las últimas décadas los han puesto a tambalear y los han desequilibrado. Las redes sociales y los medios de comunicación serían, en teoría, otros lugares de enunciación desde donde se podrían cuestionar esas doctrinas y prejuicios: para algunas coyunturas o hechos particulares, a veces, ha sido así.
El reto pedagógico es inmenso, pues los jóvenes cada vez están más distanciados de una tradición letrada y reflexiva. La unión de lenguajes audiovisuales, artísticos, musicales y literarios podría ser una vía. Es decir, optar por unas metodologías más interdisciplinarias para motivar la lectura. Este es un reto al que me enfrento todos los semestres. Por ejemplo, en periodismo y literatura que es una materia que dicto hace varios años, me asombra el total desconocimiento por parte de los estudiantes de autores y autoras latinoamericanos. Son periodistas en formación y, desafortunadamente, las competencias de lectura y escritura, que son indisociables, están en un nivel rayano con la mediocridad. El consumo de tik tok, twitter y podcast ha desplazado la lectura, incluso, de revistas y prensa en general. Me gustaría creer que la situación varía un poco en carreras de humanidades y ciencias sociales, pero no me atrevería a afirmarlo. Sin embargo, así como está sucediendo en algunos sectores de la sociedad que están volviendo al autoconsumo, la autogestión, la protección del planeta, la slow food y otros, ojalá sucediera lo mismo con el retorno al libro y a la reflexión. Confío, aún, en la capacidad creativa de las nuevas generaciones que viven la distopía actual”.
3. Iván Padilla Chasing,
docente y ensayista

“Hubo un momento en el que en Colombia seguíamos un camino de modernización del pensamiento, pero son pocos intelectuales los que dejan huella del pensamiento crítico. Y una de las cosas que me impresiona hoy en día es que el espíritu crítico haya desaparecido o esté desapareciendo, incluso de nuestras academias. He tenido experiencias bastante desconcertantes con algunos colegas de la universidad: reprochan que se promueva el espíritu crítico y los estudiantes resulten cuestionadores en clase. Prefiero que sean así, que no traguen entero. Pero eso se ha debilitado mucho en el tipo de academia que tenemos hoy. Sobre todo, y eso se lee en las revistas, nadie dialoga con nadie, nadie cuestiona a nadie. Cada quien puede decir ocurrencias y nadie cuestiona nada. No hay, en realidad, una crítica.
Vivimos un periodo muy emocional. De hecho, todo ese desarrollo de la literatura de crecimiento personal da muestra de ello. Hemos pasado de un pensamiento racional a un pensamiento emocional. Eso lo han tratado varios filósofos. Lo que cuentan hoy son los sentimientos, las emociones. Por ejemplo, una novela como la de Kundera —La insoportable levedad del ser— ya planteaba ese problema: el texto afirma que el hombre europeo dejó de ser racional y se volvió sentimental. En la sociedad actual se promueve la búsqueda de la originalidad pero a través de las emociones.
Estoy convencido de que las redes sociales han desarrollado una manera de pensar en la que se privilegia la emocionalidad. Si bien somos seres objetivos en la medida en que existimos y seres subjetivos en la medida en que pensamos, las redes sociales —con la moda de desnudarse ante todo el mundo— han dado pie a la idea de que se tiene que opinar sobre todos los temas. Llama mucho la atención los comentarios de las canciones en YouTube: la gente se pelea porque le gusta o no le gusta una canción. Todo lo que prima es la emocionalidad y eso está relacionado con el desarrollo abrasivo de las redes sociales”.
4. Claudia Restrepo,
rectora de la Universidad Eafit

“La separación de la razón y la emoción es uno de los grandes problemas de hoy. Pensar en la razón pura como Kant nos la planteó y como la hemos cultivado por mucho tiempo no parece ser lo mejor porque los seres humanos somos razón y emoción. No soy de la idea de pensar que la razón ha cedido ante la emoción. De hecho, en la emoción hay muchos de los procesos más intensos de comprensión de lo que nos ocurre. Cuando tramitas algo que te ocurre en el pensamiento o en el hacer hay una combinación entre tu inteligencia cognitiva pero también de tu inteligencia emocional. No creo que la razón se sometió a las emociones. Creo, mejor, que nos falta una mirada integral que permita que nos entendamos como personas que tenemos emociones y cognición.
Hoy claramente tenemos un problema de falta de pensamiento crítico, de ausencia reflexiva, de impacto mediático que evita hacer una construcción completa argumentativa. No creo que se trate de una disparidad de la emoción y la cognición sino que es justamente que no nos hemos educado para sumar la pregunta socrática a las emociones políticas, citando a Martha Nussbaum. Ella nos habla del dominio de las emociones y de la pregunta socrática como base de la argumentación. Necesitamos sumar esas dos cosas para dar respuesta a una sociedad que es más rica en información.
El pensamiento cambia en conexión con el uso de la tecnología. La revolución industrial fue la época de la máquina, del tiempo, de la estandarización. Hoy estamos ante una revolución tecnológica que habla del algoritmo, no de la estandarización. Tu página web es distinta a mi página web. Pasamos del modelo de la estandarización al modelo de la personalización, de la construcción algorítmica. ¿Cuál es el asunto? Vivimos en una tensión de cómo aprendimos y lo que se está viviendo. Nosotros hacemos parte de una generación absolutamente estandarizada. Nosotros vivimos en la era de la transición y en esa transición estamos bombardeados porque no usamos pensamiento complejo para entender lo que ocurre. Tenemos más información más compleja, pero seguimos analizando como lo hacíamos treinta años atrás, con los mismos marcadores. No hemos podido entender que estamos en otro contexto que nos obliga a desarrollar otro tipo de pensamiento mucho más complejo.
El gran reto que tenemos como universidad es crear un diálogo mucho más estrecho entre las ciencias y las humanidades. Uno de los grandes errores de la modernidad es que confíamos demasiado en la cognición, demasiado en el método científico y pensamos que eran ciencias de primer nivel y que había otras de otro nivel en las que pusimos las humanidades y las artes. Y resulta que la humanidad lo que nos está diciendo es que no hay ciencias de primer nivel y conocimientos de segundo nivel. Hoy en las universidades no nos podemos olvidar de la belleza, que es otra búsqueda central del ser humano. Las universidades debemos equilibrar mucho mejor nuestras ciencias con nuestras humanidades. Hay un texto de Nussbaum que hace un llamado a superar una silenciosa crisis que vive la educación: por muchos años hemos privilegiado la educación técnica y productiva que alimenta el progreso y hemos descuidado la educación humanista, que es la que alimenta el espíritu. Esta última permite que cultives el pensamiento crítico, la imaginación, la posibilidad de ser un ciudadano del mundo. El principal reto para nosotros hoy es deshacernos de la búsqueda de la verdad por sí misma y la búsqueda del desarrollo y comenzar a pensar que la gran función de la universidad es la de generar esa tríada: verdad, belleza y bondad”.