Los años de Annie Ernaux
Hay inicios de novelas para aprender de memoria, tal es el caso de la frase inaugural de Los años (2008): “Todas las imágenes desaparecerán”, a la que sigue una de las acostumbradas listas de la autora, cuya dimensión se comprende en la lectura de las páginas que culminan con otra lista y por supuesto, con otra frase memorable. Esta es quizá la novela más ambiciosa de Annie Ernaux, pues abarca poco más de seis décadas, contadas a partir del primer año de vida de la escritora, en quien se ha observado un cultivo de la autobiografía, aunque ella prefiere hablar de “autobiografía impersonal”, puesto que, según afirma, no intenta contar su vida, sino que trata de “escribir la vida”, de ahí su uso de la tercera persona frente al de la primera. Ante un yo narrador, la autora propone una ella que se mira desde su afuera, con la dureza y lucidez que ese gesto entraña, sin complacencias ni nostalgia; su prosa es concreta, en ella priman los acontecimientos sobre los adjetivos, aunque algunos hechos se narren con base en descripciones, en ocasiones (como esta), a partir de fotografías y videos.
¿Qué cuenta entonces Ernaux en Los años? Tal vez nada y por eso mismo, todo. Con una lengua en la que se hibridan la jerga provinciana de su infancia y la culta de su adultez intelectual y cosmopolita, hace texto el paso del tiempo, de su tiempo, que es también el nuestro, el del colectivo. Una fotografía suya en 1941 le sirve como punto de partida y, luego, otras imágenes aparecen como marcajes de una cronología implacable en la que se transforman las carnes de los fotografiados y la materia de la vida social; la historia individual se encuadra en la Historia colectiva, lo que acaece al personaje central, ella, es la confluencia de lo acaecido a numerosas personas que se desconocen entre sí, pero comparten esos años. Compartimos lo vivido, aunque cada quien lo viva de modo singular y la contundencia de los efectos existenciales de los sucesos íntimos, encubra esa naturaleza colectiva de nuestras experiencias.
Por Los años pasan entonces múltiples hechos y matices que componen una época, todo visto a través de la mirada incisiva de una creadora nacida en los márgenes sociales y emancipada gracias a los libros leídos y escritos (se define a sí misma como “tránsfuga de clase”), detractora también de la domesticidad a la que estábamos destinadas las mujeres en la tradición patriarcal. Coherente en su perspectiva sociológica, Ernaux evita los juicios y la grandilocuencia, de ahí que al leer esta obra nos atraviese, palpable, el transcurrir de los años que se van uno a uno y de los que algo se salva por el arte, por la literatura. Bien vale la pena llegar hasta esa última frase memorable.
*Docente de la Facultad de Artes y Humanidades del Instituto Tecnológico Metropolitano. Licenciada en Filosofía y Letras, Magister y Especialista en Estética.