Me gustan los libros que empiezo y no me sueltan, y además que parecen simples, pero adentro están armándose muchas cosas, y uno tiene que leer y seguir y terminar para que ese secreto, o eso que uno no está viendo pero está ahí explote. Eso me sucedió con La encomienda (2022) de Margarita García Robayo, empieza sutil y con esa simpleza a la que me refiero: A mi hermana le gusta mandarme encomiendas. Es ridículo, porque vivimos lejos y la mayoría de las cosas se estropean en el camino.
Desde ahí se desencadenan situaciones que van dando información: la protagonista vive lejos, no habla con su mamá, la conversación de su hermana es agendada. La hermana le manda esas encomiendas que tienen que atravesar medio continente y ella, la protagonista, no es capaz de decirle que no las mande y en cambio escucha el cuenta con eso que es la encomienda y que llegará con productos perecederos empacados al vacío y que daña las fotos porque el líquido, dice la narradora, borronea nuestras caras y nos vuelve fantasmagóricas.
La hermana va enviarle esta encomienda y se va a ir de crucero, lo que significa que no van a hablar, y cuando la encomienda llega es más rara de lo esperado. Tan distinta: grandotota, ocupa mucho espacio en la sala y no tiene cómo abrirla. No sabemos si la abre, tal vez sí, parece que sí, pero es extraño. Se abre, sin embargo, de otra manera: una conversación con la madre y también con la gata perdida que no es de ella pero que es de todos los del edificio y que le deja ratas de regalo porque ella la cuida y la gata le agradece, pero luego las ratas aparecen en el apartamento vecino. Con cada cosa está pasando algo: el hijo de la vecina que tiene una mamá muy ocupada y ella termina cuidándolo cada tanto, y el novio nuevo, que quiere, que es fotógrafo pero del que le surgen tantas dudas, como que se va a ir pronto de la ciudad por trabajo.
La cotidianidad se va construyendo en todo eso y ella empieza a trasegar por ahí, pensando, sintiendo, inventando y en todo caso escribiendo un proyecto para ganarse una beca e irse a escribir a Holanda. Y cuando uno menos piensa, cuando ha pasado todo eso y nada, el final.
Todavía no sé si me gusta el final –aunque es un problema personal que tengo con los finales–, pero me parece bien que haya llegado allí, es decir, que todo se haya conectado para aterrizar en él y que uno no lo note. Claro, es posible y tiene que ver con todo lo que ha pasado, sobre todo con esa conversación con la madre que funciona tan precisa: no es una conversación en la que se habla sino en la que hay acciones –o no hay nada–, y con la que tenemos muchas dudas, las dudas sobre esa relación tan compleja que la protagonista tiene con la madre, con su hermana, con ella misma y con los demás. Esa cotidianidad se arrasa, se quiebra en las pequeñas cosas. Y eso es bellísimo.
El tono te lleva en un viaje por los días que van pasando. Los diálogos son sutiles, bien logrados, y a veces te asalta un sentimiento, una verdad, algo que te toca, que dices, a mí me ha pasado, yo también soy ella. P. 168. La intimidad entre dos personas está hecha de estos silencios, pensé. Hay otras cosas hechas de silencio: la confianza, los perfumes, la literatura. Me gusta el silencio, pero no tiene mucha gracia si se practica de a uno. Entre dos, en cambio, significa plenitud. También significa ilusión de perdurabilidad. Pero no hay que fiarse, a veces el silencio es una forma de esconder lo frágil: mirarse para comprobar una felicidad manchada por el miedo de que, si alguien llega a mencionarla en voz alta, se rompa.
En este libro, a veces, uno también se rompe. Quizá porque es sobre todo eso: una encomienda que uno abre y golpea, y no se puede deshacer, salir indiferente. Te toca. Hay que escarbar en todo lo que hay adentro. Y vale mucho la pena hacerlo.
Margarita está estrenando libro por estos días, El Afuera, un “ensayito que adoré escribir”, dice en su Instagram. A mí una buena amiga me dijo que empezara por La encomienda y creo que tenía razón: ahora quiero leer más de ella. Además el año pasado La encomienda fue traducida al inglés: The Delivery.