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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • Clemencia Ardila.
    Clemencia Ardila.
  • «Leerte es revelarme»

«Leerte es revelarme»

Heredad, de Yenny León, Verso Libre Editores, 106 páginas.

Clemencia Ardila J. Profesora e investigadora en literatura. Lectora insumisa | Publicado

En un breve ensayo titulado «Quiénes son los poetas», María Mercedes Carranza afirma que «la poesía sigue su curso» pese al boom narrativo y rescata unos cuantos escritores –Juan Manuel Roca el primero–, quienes se atreven a asir «la cara oculta y vergonzante de una realidad, ajena o íntima, que pretende hacernos sus cómplices y frente a la cual solo queda una defensa: nombrarla». Estas palabras resuenan al momento de acercarnos a la obra de Yenny León, quien, desde su primer libro, Entre árboles y piedras (2013), hasta su más reciente poemario, Heredad (2020), se arriesga con el lenguaje para dar forma a la imagen, para remover los sentimientos –los propios y los ajenos–, para instalar la extrañeza y obligarnos a enfrentar y nombrar nuestra más cercana realidad.

Heredad es un poemario que, como dato curioso, agotó su primera edición y va por la segunda. La acogida de los lectores obedece, quizá, a que cada uno de los 10 poemas que lo conforman actúa como un campo magnético que, a la par que nos atrae hacia el poema mismo, hacia la voz poética, también nos invita a frecuentar la obra de cada una de las escritoras a quienes se les dedican: Marosa di Giorgio, María Mercedes Carranza, Olga Orozco, Virginia Wolf, Nelly Sachs, Anna Ajmátova, Elizabeth Bishop, Valentine Penrose, Blanca Varela y Sharon Olds. La voz de Yenny insta a cada una de ellas a permanecer en la palabra y las acoge en sus versos: «¡Ven, Sachs, desgarra el sol! Pinta/los secretos que desgarran la vida y/ despréndete de tu naufragio». Es pues la lectura, atenta, morosa y crítica, de estas voces poéticas la que impulsa la escritura y hace del poema un diálogo: –«Virginia, también como tú, soy mi/nombre. ¡Qué dura tarea la de encarnar/una sucesión de gruñidos».

La vida de cada una estas escritoras se traza en los poemas con las situaciones sociales y políticas que enfrentaron, con los amores y desamores que las marcaron. Es una aproximación afectuosa, enérgica, que exalta aquello que reconoce como singular en la otra, tanto en su experiencia vital como en su escritura, y que se cifra en un verso, en una imagen, en una visión del mundo: «Hay que ser quien nunca abre la puerta, /el alarido que incomoda, el fuego que se/aleja».

Si bien los poemas se tornan en testimonio de vida de cada una de las poetas evocadas (pero también de Yenny y de nosotras), son, ante todo, manifestación de una presencia vital potente, diría que casi feroz, rebelde ante la literalidad de las palabras, ante las formas manidas de la metáfora. La voz de Yenny, su percepción de la naturaleza, de las pequeñas cosas, de nuestra situación social y política; sus emociones y temores se nutre de otras voces, las acoge y las renueva en el lenguaje. Bien lo expresa en una suerte de clave del ars poética de este poemario: «Leerte es revelarme».

*Profesora e investigadora en literatura. Lectora insumisa

$!«Leerte es revelarme»

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