Por lo general las películas cuentan historias que suceden alrededor de un héroe quien se enfrenta a una serie de obstáculos para lograr un objetivo trazado desde el inicio del relato, por supuesto hay diversas formas de elaborar esta estructura, además la forma fílmica, con sus diferentes componentes permite enfatizar o potenciar ciertos aspectos narrativos en función de algún efecto dramático que busque el director. Claro, esa no es la única manera de contar una historia, parece obvio decirlo, pero cuando descubrimos películas que se salen de ciertos moldes, de ciertas fórmulas, que le plantean retos al espectador, comprendemos no solo la riqueza del lenguaje cinematográfico, sino también que es absurdo reducir la narrativa al conflicto. Es ahí donde radica la excepcionalidad de Un varón, ópera prima del director bogotano Fabián Hernández. Donde en lugar de héroes y villanos encontramos personas que devienen personajes de una película de ficción y en lugar de un conflicto central encontramos un comienzo sin fin, iniciaciones, procesos, ilusiones, transformaciones, pérdidas, misiones que no se cumplen, personas signadas por el entorno. Menos victorias y más desencantos. ¿Acaso enfrentar el denso universo de la calle, violento, ominoso, masculino, no supone en sí mismo ya un conflicto, cuando lo único que se anhela es el amor de la familia?
Carlos, el personaje principal, realiza un tránsito constante, un viaje a pie por el barrio, en el que este es mucho más que el receptáculo de las acciones de los personajes, porque se constituye en uno de ellos. El barrio y sus lugares: las calles desoladas, las ruinas de las casas, las demoliciones, los baldíos, un internado, el cuarto de una pensión, tienen una voz propia que dialoga con los personajes, con sus cuerpos, con sus gestos, con sus palabras, con su forma de nombrar las cosas, de construir el mundo.
Un varón es una película que cuestiona los roles y los estereotipos de género que culturalmente les asignamos a ciertas formas sociales, confronta ese designio asociado a lo masculino del hacer, del vencer, del luchar, del combatir, para darle lugar al estar y al ser. Pero lo hace con una sutileza admirable, llena de detalles y gestos en apariencia mínimos que la dotan de una profundidad estremecedora y sobre todo otorgan complejidad a los temas que aborda: el amor, la identidad, la familia, la marginalidad, la ausencia, la masculinidad feroz.
La mirada genuina de quien conoce en piel propia el universo que narra se constata en el estudio cuidadoso del personaje, y en el rigor de su estética para construir una ficción realista que le abre las puertas a la vida y nos revela el paisaje urbano de una Bogotá desolada y hostil.
*Guionista, directora de cine e investigadora
