e Nicolás Ordónez
Con sus irregularidades, Somos muchos —el primer libro de cómics de Nicolás Ordóñez (Fusagasugá, 1996)— se las arregla para ser curioso sin ser cursi y extraño sin volverse repelente. Hace apetecible una trama ya dicha, una historia más para el caudaloso río de obras que por años han usado la metáfora de los clones para tratar la incomodidad de reconocerse en los propios deseos y degeneraciones. Por ejemplo, los dobles insólitos que retoñan como Gremlins o el asombroso cómic 676 apariciones, de Killoffer. En todo caso, un entretejido de humor y ansiedad se acopla para hacer que salga un libro con una reflexión pintoresca.
Editado en 2021 por Hambre Libros, nos cuenta de un hombre al que de la nada, sin preludio —que ni explicaciones habría que dar en esta historia de salpimentado absurdo— le comienzan a brotar dobles. Dobles que además de idénticos en la forma desgarbada del personaje central —joven criatura despeinada de hábitat urbano— también son semejantes en su inmadurez emocional y su torpeza relacional. Como no hay gran profundidad psicológica, de entrada, al personaje le da igual la situación de encontrarse consigo mismo muchas veces. Todos clones, se invitan a tomar cerveza o se deprimen juntos. Todo es un catálogo de mundo muy reducido, muy pandémico, efectivamente ensimismado: lo relacional se limita a equivocarse en equipo en la misma relación sentimental y darse discursos (¿monólogos?) en la sala de su apartamento.
El autor dibuja simple, con mano reconocible. Su tratamiento de tinta negra con formas llamativas trae ingenio a momentos en los que se añora calidad en los giros argumentales. Ordóñez es un dibujante de cómic que ha llamado mi atención en años recientes. Hay personalidad en este cómic y mucha más en algunos fanzines que hizo por su cuenta antes de ser abordado por Hambre. Todavía le faltan hervores, pero este trabajo es un saludo para un autor que se divierte creando historias fantasiosas con algo de fruto sociológico. Para más señas, no hay que perder que el subtítulo del libro es La introversión de las masas, aunque esto último solo sea un gesto innecesario. En todo caso, es bueno en aquello del oficio sanamente neurótico del dibujante. Cierta introspección camuflada de simplicidad superficial me recuerda a los cómics del noruego Jason. Eficiente y rápido en su humor, saborea transiciones extravagantes entre viñetas. Y algo de ese pasatiempo se transmite positivamente al lector. Goza dibujando muchas veces al mismo personaje (con ligeras variaciones).
Eso último quizás esconde una debilidad. El personaje femenino es apenas un personaje de fondo. Tal vez todos los personajes son el mismo (larguiruchos y ajenos a las grandes expresiones faciales) porque es lo que mejor se le da al autor: dibujarse a sí mismo. El único personaje de una mujer en el libro es al final de cuentas muy similar al personaje del hombre, aunque se nos trate de engañar. Tan es así que ella desparece de la nada justo en el momento en el que comienza a manifestar sus deseos.
*Lector, investigador y administrador en artes y educación. Dirigió el festival entreviñetas entre 2010 y 2018, del cual es fundador.
