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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

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Orcas residentes

Por Valeria Mira | Publicado

Después de los seres humanos, las orcas son el mamífero más ampliamente diseminado en la Tierra.

Existen varios ecotipos, poblaciones genéticamente diferenciadas, localizadas en ecosistemas específicos. En el Mar de los Salish habitan las “Residentes del Sur”. Se llaman así porque, a diferencia de otros ecotipos, como las Orcas Antárticas, que viajan más de nueve mil kilómetros hasta las costas del Brasil, ellas permanecen dentro de los primeros ochocientos kilómetros de la costa sur de esta región durante toda su vida. Las Residentes del Sur están en peligro de extinción. Desde hace unas décadas disputan su alimento principal, el salmón chinook, con uno de los mayores depredadores de la Tierra: los empresarios de la industria alimenticia. La demanda de salmón salvaje diezmó las poblaciones de este pez y la comunidad de las Residentes del Sur.

Durante generaciones estas orcas han perfeccionado técnicas de cacería grupal orientadas por el sonido. Las orcas, todas, no solo las Residentes del Sur, se ubican y ubican a sus presas usando ecolocalización. Emiten chasquidos que luego vuelven convertidos en ondas que sus cerebros ultra desarrollados procesan como nosotros procesaríamos las imágenes que percibimos a través de la visión. En aguas turbias ellas ven escuchando y no solo eso, la comunicación es parte fundamental de la vida social de sus manadas. Junto a la disminución del salmón chinook las Residentes del Sur se enfrentan, además, a la contaminación auditiva oceánica. El ruido de los motores de los barcos corta la comunicación entre ellas y hace que la cacería y el amor sean cada vez más difíciles. El lenguaje de las orcas es complejo, al parecer mucho más que el nuestro. Quienes las estudian creen que esto tiene que ver con el tamaño y el nivel de desarrollo de su lóbulo paralímbico, un área del cerebro que gestiona la empatía y las emociones.

Sin alimento y con un océano tan ruidoso que ahoga sus cantos, la cultura de las Residentes del Sur se extingue. Para sumar a sus males, la instalación de granjas de salmón en la costa del Mar de los Salish ha introducido a su ecosistema virus que las amenazan y químicos que envenenan su sangre. Cuando solo quedan setenta y tres Residentes del Sur, el nacimiento de una nueva orca siempre es una gran noticia. Hace dos semanas las organizaciones que monitorean a la población vieron a la hembra L90 nadando con una nueva cría: L128. Las imágenes son conmovedoras. La cría le sigue el paso a su madre. Sale a respirar y se sumerge de nuevo. Podemos verlas moverse, no podemos escucharlas ni percibir la actividad eléctrica de sus lóbulos paralímbicos. Solo podemos suponer lo que se dicen, cuál es el nombre que esa madre escogió para su cría y cómo le contará la historia de lo que su familia ha vivido en los últimos años: “cuando era pequeña como tú no había tanto ruido en estos mares, pero había salmones. Tantos que no sabíamos cómo decir hambre”.

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