Late Night with the Devil
de Cameron Cairnes, Colin Cairnes
Cumplió 50 años la obra cumbre de William Friedkin sin que ninguna película del género pueda superarla. Sábato decía que el arte no tiene progreso porque nadie jamás podrá decir que nuestros sueños son mejores que los que tenían los egipcios cuando construyeron sus pirámides. El diablo no está en los detalles sino en el inconsciente. Y eso es lo que ocurre con El exorcista. Lo sorprendente es que hubiera sido un judío quien develara cuales son los miedos que albergamos los católicos en la trastienda del alma. No por ser una obra maestra El exorcista deja de ser un pastiche reaccionario y misógino: el diablo escoge jovencitas a punto de tener su primera mestruación para poseerlas.
Lilly D’Abo tiene 13 años. Es hija de Anton D’Abo, padre de la iglesia de Satán. Siendo una bebé fue rescatada de un sacrificio colectivo. Los seguidores de Anton se quemaron para ofrecerle su alma al mismísimo belcebú. Lilly, a través de su terapeuta, una parasicóloga llamada June Ross-Mitchel, acaba de publicar sus memorias, Conversaciones con el diablo. Ellas son las invitadas estelares al especial de navidad que hará Jack Delroy en su Late Night. Es 1979 y Johnny Carson es el amo del rating. Al pobre Jack le toca competir con él. Ni siquiera el pertenecer a una secta que le rinde tributo a belcebú ha podido revertir la situación. Además acaba de perder a su esposa. Tendrá una última oportunidad. De pronto sus auspiciadores seguirán pautando en el programa si sucede algo paranormal. De pronto sacar al demonio que habita en el cuerpo de Lilly en horario estelar sea la solución. Yo soy tramposo como Anton Lavey, verdadero padre del satanismo, y creo que las reglas están para irrespetarlas. Gracias al formato sus directores, los hermanos Cairnes, logran meterte en un late night de la década del setenta. Si tienes tan sólo un poquito de sentido del humor e imaginación, podrás creer que te has devuelto en el tiempo y estás en 1979.
Late night whit the devil es una vuelta de tuerca más al Exorcista. Es lo mismo que han hecho todas las películas sobre jovenes poseídas desde 1974. Si acepta esto se podrá disfrutar una película premiada en Sitges, el festival de películas de terror más importante del mundo y que, a pesar de ser un filme independiente australiano, pudo recaudar unos muy dignos cinco millones de dólares y por ser un modesto éxito de taquilla llegó a algunos cines de Colombia. Pero el gran hit es que Netflix acaba de estrenarla en su parrilla, buscando el timing perfecto, el Halloween, la época del año en donde muchos laicos deciden por fin darse un banquete de películas de terror. Para algunos cualquier momento es bueno para ver sonreir a Belial. Uno de los aciertos de esta película es su casting. Por fin vemos al misterioso actor David Dastmalchian teniendo un protagónico y ojo con la joven Ingrid Torelli quien comsigue una posesión tan lograda que evoca inevitablemente a la Linda Blair de El Exorcista. Si aceptamos que nadie puede con la obra maestra de Friedkin podremos disfrutar de hora y media de legítimo entretenimiento. Es Halloween. Abran la puerta al demonio.