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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • La luz que queda

La luz que queda

Melancolía de Jon Fosse

Andrea Mejía | Publicado

Lo primero que leí de Fosse fueron unas palabras suyas en una entrevista. Decía: “Hay un momento en el que el protagonista toca música en una boda y siente que vuela, y al hacerlo la ve a ella. Eso para mí es la literatura, hay que llegar ahí si eres realmente un escritor verdadero. La mayoría no lo son, lo fingen. Pero es tan fácil diferenciar lo que es la literatura falsa de la verdadera”.

Sentí un alivio inmenso cuando leí esto, una especie de hermandad, de simpatía inmediata. Él tiene que ser parte de la literatura verdadera, pensé, y no porque sea capaz de hacer el juicio, porque los juicios cada vez importan menos, y se los lleva el viento, sino por lo otro, por lo del personaje que hace música y siente que va hacia su amada, que vuela.

Porque la literatura nace en ese momento que tú piensas que es tan secreto, tan imposible de compartir, que queda rodeado por un círculo de soledad y, sin embargo, desde el centro de esa soledad profunda termina encontrando un camino hacia las palabras. Entonces puede compartirse. Puede darse a los demás para que lean. Así te ahorras los sermones y las confesiones y los discursos que se cierran y te atrapan, y queda en parte perdonada toda la cháchara y la incontable cantidad de bobadas que decimos cada día para valer algo ante los otros.

La literatura verdadera te salva de eso. Es verdadera porque es el puro sentimiento que se dice, ese “volar hacia ella”.

Después leí el discurso con el que Fosse recibió el premio nobel hace menos de un mes, en diciembre. Me conmovió. Entonces empecé a leer todos sus libros.

Melancolía es la historia interior de una mente cercada por la crueldad superficial y ruda con la que a veces se presenta el mundo exterior, pero es sobre todo la forma verbal de una mente torturada por sus propios mecanismos. La mente es en verdad un amo terrible.

Aquí esa mente se lleva a sí misma al aislamiento completo, al encierro, a la locura. Ese aislamiento es al mismo tiempo una apertura a lo ilimitado: “tal vez he pasado demasiado tiempo contemplando paisajes a la luz del sol”, piensa el protagonista.

La forma deslumbrante de la prosa de Fosse en este libro recuerda, claro, a Kafka, y también el ritmo endemoniado de los monólogos interminables de Thomas Bernhard, porque Melancolía también trata de lo que tratan los libros de Bernhard, principalmente de eso, de ese girar en círculo de la mente como un animal atrapado.

Pero debajo de esa cosa inagotable, repetitiva y enferma, de ese torrente que no cesa, de esa fuerza gravitacional que absorbe todo hacia sí misma (yo, lo mío, lo que a mí me pasa, mi talento enorme, no reconocido, etc...) y que funciona igual en todos nosotros en mayor o menor grado, en Fosse hay una luz interior o una gracia que redime, lejana, cada vez más lejos, aunque quizá siempre en el centro.

“Camino. Y camino en la sombra. Allí afuera está la intensa luz. También dentro de nosotros se encuentra la luz, eso dicen, y también yo la percibo dentro de mí”, escribe en Melancolía. Todas las frases de este libro parecieran venir de ese centro, esa luz o alma que Lars Hertevig, el protagonista de la novela, lleva adentro.

Hertevig fue un pintor noruego que vivió en carne y hueso en el siglo XIX. Supongo que el tono de esa luz, su cualidad inmaterial, la vio Fosse en sus cuadros, que son, ustedes pueden verlos en la red, paisajes, no convencionales, sino interiores.

Hertevig, como Fosse, también noruego. Igual que el poeta increíble que fue Olav Hauge, igual que el mismo Knausagärd. Místicos a pesar de ellos. Debe ser algo en ese cielo mar, en ese cielo.

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