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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

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La ficción en positivo

Cada oscura tumba de Octavio Escobar Giraldo, Seix Barral, 257 páginas.

Clemencia Ardila J. | Publicado

En un texto de 1959, García Márquez anota que la deplorable calidad de la novela de la violencia en Colombia se debe al afán de describir con detalle la crueldad que exhibían los cuerpos de las víctimas. Olvidaron, dice, lo realmente importante “humana y por tanto literariamente”: a los sobrevivientes. En sus dolencias y temores, agrega, el novelista encontrará una historia. La más reciente novela de Octavio Escobar Giraldo, Cada oscura tumba (título colmado de asociaciones emotivas), fija su mirada en una víctima, Melva Lucy, y un abogado, Gabriel Álvarez Cuadrado, afectados por los llamados “falsos positivos”. Su cotidianidad se desarrolla alternativamente de un capítulo a otro, con sus vicisitudes laborales, familiares y amorosas, con sus esperanzas y desengaños y, por supuesto, con los conflictos ideológicos y morales que ambos enfrentan ante las posibles vías, legales algunas, noc sanctas otras, para lograr la justicia que ansían.

Con ese transcurrir diario de los personajes, aparentemente anodino; con ese narrador que sigue la mirada de Melva Lucy cuando observa a los muchachos del barrio jugar fútbol o ve tv; con las conversaciones del abogado, aparentemente ajenas a su papel, se nos llama la atención acerca de cómo, después del horror de las ejecuciones extrajudiciales, la vida de quienes luchan por obtener justicia gravita inevitablemente en torno a ese hecho. Se nos revela el dolor y la rabia por la muerte de un ser querido que por obra y gracia de una política estatal se convierte en guerrillero; la impotencia y resistencia de quienes enfrentan amenazas de muerte en su búsqueda de justicia y, también por supuesto, las argucias para justificar acciones ilegales, la falsedad de quienes, amparados por la ley, hicieron del asesinato extrajudicial una profesión y, en fin, toda una serie de emociones y posturas ambivalentes con las cuales Escobar, nuevamente (Después y antes de Dios, Premio Nacional de Novela - 2016) señala la doble moral como un rasgo nuestro. Bien lo dice Cuadrado: falso positivo es “el eufemismo enmascarando la impunidad. Convierte algo terrible, crímenes de lesa humanidad, en una especie de error perdonable, de sacrificio necesario”.

Escobar es quizá uno de los más importantes escritores de novelas policíacas y negras de nuestro país (la lista de los premios y reconocimientos nacionales e internacionales supera los límites de este comentario) y lo demuestra una vez más con esta propuesta donde se le otorga importancia a una reflexión profunda y sensible sobre la manera como los falsos positivos afectan la vida de las personas. Desde el primer capítulo se nos desafía a permanecer imperturbables ante la emoción del hermano de Melva Lucy —uno de los 6402 jóvenes asesinados— al usar un disfraz nuevecito; ante su mirada ingenua e inocente incapaz de anticipar lo que le espera; ante su confianza desmedida en quien dice ser su amigo. En ese primer capítulo se cifra ese hecho delictivo y oscuro que cambia para siempre la vida de una sociedad.

*Profesora e investigadora en literatura.
Lectora insumisa.

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