Gratitud de
Oliver Sacks
Muchos días estuve dándole vueltas a una idea que aparece en el libro Despertares de Oliver Sacks, la idea de que la salud y la enfermedad no son solo estados físicos o químicos del cuerpo. Y de que la salud no es solo la ausencia de tal o cual enfermedad puntual. La salud, escribe, es “la máxima plenitud posible”. Es “más riqueza y realidad” en nuestras vidas. Más vida en la vida. “La salud tiene un carácter infinito y expansivo, y se extiende con el deseo de que la llene la plenitud del mundo, mientras que la enfermedad tiene un carácter finito y reductor, y procura reducir el mundo a sí misma”.
En Despertares, Sacks se ocupa de una enfermedad específica, extrañísima, asociada al Parkinson, la encefalitis aguda, que aquejó a muchísimos seres humanos después de una epidemia que se desató a principios del siglo XX, con síntomas terroríficos, pero también medio místicos, y a la que dieron el nombre sugestivo de “la epidemia del sueño”.
Sacks se ocupa de una droga, también específica, la L-dopa, que primero fue tenida como una cura milagrosa para estos pacientes confinados durante décadas como muertos en vida, y que se fue revelando luego como una sustancia ambigua, con efectos secundarios unas veces llevaderos, otras veces catastróficos y peores que la enfermedad misma.
Pero lo que realmente interesa a Sacks, además de la vida interior y singular de cada uno de sus pacientes, es la dimensión existencial, o espiritual, por decirlo de algún modo, de la cura, de la enfermedad y la salud.
Eso hizo de él un médico en un sentido antiguo y amplio de la palabra. El misterio que en el fondo perseguía no eran “los remedios que nos proporcionan los médicos y otros profesionales, sino también recursos y poderes propios que pueden ser innatos o adquiridos. Nunca sobreviviríamos sin esos poderes salutíferos, tan difíciles de entender y de consecuencias tan importantes, los cuales son, en último término, lo más profundo y lo más poderoso que tenemos. (...) Sabemos mucho de las artimañas de la enfermedad y muy poco de los poderes salutíferos que hay en nosotros”.
Es la manifestación de esos poderes lo que me parece que Sacks rastrea a lo largo de su obra, que es extensa y prolífica. Esa fuente de salud, de vida en últimas, que resulta inaprensible, imposible de cuantificar o de reducir a procesos cerebrales y químicos, es lo que rastrea y encuentra al escuchar atentamente lo que aún es comunicable en las vidas de sus pacientes, devastadas por la enfermedad, por enfermedades mentales muy duras, que los aíslan, pero que también despliegan formas luminosas y creativas de percibir el mundo.
Creo que en últimas son esas fuerzas vitales y expansivas las que busca reconocer en él mismo, las que cultiva y hace crecer a lo largo de toda su vida. Y son justamente esos “poderes salutíferos” los que logran expresarse en Gratitud, el libro que reúne los últimos textos que escribió Sacks, justo antes de morir, ya con un cáncer avanzado y disfrutando gracias a la medicina de unos días más de vida, para nadar, para pasar tiempo con sus amigos y para escribir. Unos días más para agradecer por estar vivo.
Se trata de cuatro ensayos pequeñísimos, que no son dramáticos, ni manipulan sentimientos, ni son retóricos. No es una autobiografía extensa, ni son confesiones, ni nada por el estilo. Son apenas setenta páginas muy conmovedoras y sencillas.
No siempre es así, pero en general se puede confiar en la verdad que logra transmitir alguien que se encuentra cerca de la muerte, en una cercanía efectiva e inminente que intensifica el valor de la vida. Muchas palabras, tantas veces dichas y oídas, adquieren de repente por esa cercanía una profundidad y una luz especial. Y es a esto a lo que el lector de Gratitud puede prestar oído. Tampoco falta la ternura, ni el humor, y está también presente el amor que sintió Sacks por la filosofía. Es una salud profunda la que se revela en medio de la enfermedad que finalmente se lo llevaría.
La vida de Sacks es, claro, una vida individual. Pero es también una imagen de la vida. Y con palabras Sacks alcanza a transmitir algo del sentimiento que tenemos de estar vivos, un sentimiento mucho más real que cualquier idea, cualquier imagen o significado que podamos atribuirle a la vida. Muy ligada a la salud, o como su expresión misma, está una gratitud sin reserva, afirmativa, a pesar y de la mano de lo triste y de lo horrible.