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EL ENCARGO INEVITABLE

En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • Don Adolfo, yo quiero ser como usted

Don Adolfo, yo quiero ser como usted

Por: Álvaro Molina | Publicado

Tengo muchos recuerdos de la niñez alrededor de la mesa. Crecí en una familia muy antioqueña en la que se le rendía culto a la comida. Mi mamá era de las que anotaba las recetas de todo lo que le gustaba en cuadernos que conservo y miro poco porque me hacen llorar. Mi papá me enseñó desde chiquito que se podía ser muy feliz con la comida, con unos huevos en cacerola en la fonda del Manicomio entre Santa Rosa y Yarumal o con un filet mignon que era el plato refinado en la Medellín de los 70.

Un par de veces al año, para celebrarle algo a mi mamá, mi papá nos llevaba a Piamonte que luego se convirtió en Podestá, a comer da la mano de Don Adolfo, un personaje único, que nos recibía con su sonrisa auténtica, que conserva a sus noventa y pico, nos recomendaba qué pedir y luego nos alegraba la comida tocando piano, saxo o violín. Un personaje como pocos en el mundo, que se convierten en leyendas, venerados por sus comensales, visitados por sibaritas y conocedores de los sabores italianos de verdad. Podestá, que hoy está en el mall Indiana, en donde fui su vecino por varios años, es un restaurante de esos que hacen falta en todas las ciudades del mundo con pretensiones de ser atractivo turístico por sus sabores. Tengo la gran fortuna de estar entre sus amigos y con cierta frecuencia nos sentamos a conversar sobre lo que nos apasiona: la hospitalidad.

No ha sido ni será un restaurante de moda para hacerse selfies. Allí se va a comer como los dioses platos caseros de su región en Italia. Recetas de sus papás que conserva desde que se vino a Colombia en la época de Rojas Pinilla. A él le tocó refugiarse de las bombas durante la II guerra mundial, aun así, mantiene un espíritu que lo quisiera cualquier anfitrión. Vino con una orquesta a tocar a Manizales, después llegó a Medellín y se puso al frente del restaurante que ya existía, cuando su dueño se tuvo que volver a Italia. No cocinaba, pero llevaba el arte de la hospitalidad en sus genes italianos.

Con Amparo el amor de si vida y sus hijos sacó adelante su restaurante que es un ícono indiscutible del sector en Medellín. Cuando Amparo se fue al paraíso, la despedimos entre varios colegas que lo acompañamos en su inmensa tristeza. Al día siguiente, lo vimos otra vez frente a su negocio, atendiendo con el mismo cariño de siempre. Un amor, respeto y ejemplo para nuestro oficio como pocos. Hace unos años, el concejo de Medellín le hizo un merecido reconocimiento en el cual me pidieron el favor de hablar, lo que fue muy fácil, por la admiración infinita que le tengo. Sin dudarlo un segundo terminé mi pequeño homenaje con una frase que siempre le quise decir: Don Adolfo, yo quiero ser como usted. Sigue en Indiana gozando de su vida como anfitrión y músico y sirviendo su cocina para los dioses.

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