El nombre de este trabajo discográfico tan solo ratifica una conexión laboral y espiritual de vieja data, un dechado de camaradería cuya más reciente prueba estriba en un sabroso y magnífico eslabón.
En 2007, interesado por la sonoridad de la salsa y tras una temporada en Cuba, el productor y músico inglés William Holland llegó a vivir a Cali, donde creó su estudio análogo y se dio a coleccionar piezas varias de nuestra discografía. La sorpresa que constituyó en Quantic –como se le conoce–, el descubrir la cumbia y los sonidos del Pacífico, significó una vuelta de tuerca para su propuesta, en la que la electrónica y el lounge se ha combinado con el beat del soul, el funk y los sonidos afroantillanos. Ahora aparecían nuevos elementos sobre los cuales versar.
Así nació el Combo Bárbaro, creado con virtuosos músicos de la región como Wilson Viveros en percusión, Fernando “Ovejo” Silva en bajo y el famoso pianista peruano Alfredito Linares. Y así llegó también la recomendación para trabajar en llave con Nidia Góngora, a la sazón directora del tradicional grupo de alabaos Canalón de Timbiquí, dueña de una dulzura vocal y de una efervescencia escénica absolutamente consecuente con la sonoridad de Quantic, exuberante y cuidadosa.
De las primeras colaboraciones con el Combo Bárbaro al cierre de la década de 2000, productor y cantante se reencontraron en el proyecto Ondatrópica junto con una numerosa pléyade de veteranos de nuestros dos litorales. Y la unión se intensificó al punto de firmar juntos un primer trabajo sonoro, Curao, en 2017, álbum que encuentra su espíritu es la sonoridad del Pacífico colombiano y que se desenvuelve entre alabaos y corrinches, entre canciones devocionales e íntimas, y momentos exultantes y de entrega absoluta a lo que en el Pacífico mismo llaman el revolú, palabra que, suponemos, no es necesario traducir.
A diferencia de Curao, la segunda producción al alimón entre Góngora y Holland es una reelaboración de la salsa y otras influencias del Gran Caribe, tal como son entendidas por ambos creadores. Para ella, como parte de las sonoridades que inevitablemente acompañaron su educación sentimental a orillas del Pacífico; para él, como ese sonido hipnótico que se vive de tantas maneras en Cuba: con la cadencia de un son, el sentir telúrico del guaguancó y la sensualidad de la timba.
Acaso movido por el formato orquestal de la charanga (y tal vez porque ya ha echado mano antes de este recurso), Quantic involucra una amplia sección de cuerdas para este trabajo que se adivina, ante todo, auténtico y artesanal. Temas como El chiclán y Adiós Chacón le dan rienda suelta a esa gozadera. Otros, como Balada borracha regresan a la estructura rítmica, simple y magnética, de la cumbia estilo antioqueño. Y una conexión espiritual como la que se percibe en la tradición santera cubana se destaca en cortes como Adorar la sangre y el que le da título al trabajo. Entre título y título, la creatividad de Quantic se destaca además en los instantes instrumentales de la selección, que fungen como puentes emotivos de impresionante efectividad.
Cada oyente, estamos seguros de ello, se convertirá en una nueva alma conectada a este trabajo, epítome absoluto de colorido y eclecticismo.
Periodista especializado en música y cultura, actualmente jefe musical de la Radio Nacional de Colombia.