Margot fue la hermana de Gabo que vivió con él, de verdad, desde cuando estaban pequeños. Luisa Santiaga los dejó a los dos, a cargo de sus abuelos. A él desde que nació, a ella desde una visita de doña Tranquilina, la abuela, a Barranquilla, donde vivía Luisa, para asistir al parto de Aída Rosa, y encontró que Margot era retraída y estaba muy flaca. Síntomas de que comía tierra.
Gabo y Margot se volvieron cómplices. A ella trataron de curarla con purgantes de ruibarbo y aceite de ricino, pero ella siguió comiendo tierra, a escondidas, hasta los ocho años.
Para García Márquez no solo fue su hermana y su amiga y su cómplice. También fue la niña Rebeca Buendía de Cien años de soledad, la que come tierra, pared y calicanto.
Gabito vivió una vida que después recordó y reescribió en los libros. Muy a su manera porque fue armando un rompecabezas. Un poco de aquí y de allá y de él y de aquel.
Era, sobre todo, un observador. Luego un recordador, que supo curarse sus nostalgias y sus recuerdos con la escritura. Fue dejando en sus personajes las historias que lo hicieron feliz o que lo hicieron infeliz. Entonces armó un mundo paralelo, en el que Aracataca fue Macondo, y él un dios que inventó, que derribó, que creó, que escribió.
Muchas interpretaciones tienen las letras por debajo. Gerald Martin, el biógrafo, dice que con la frase de inicio de Cien años de soledad —Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo—, García Márquez confirmó que el coronel Nicolás no solo fue su abuelo, “sino también el padre que sentía que nunca tuvo”.
El coronel Aureliano tiene mucho de su abuelo. Con él fue a conocer el hielo. Lo llevó a ver los peces congelados. “Transcurridos muchos años —se lee en Una vida—, García Márquez recordaría: “Lo toqué y sentí que me quemaba. Pero en esa primera frase de la novela yo necesitaba el hielo, porque en un pueblo que es el más caliente del mundo la maravilla es el hielo. Si no hace calor, no me sale el libro. Tanto calor hace que ya no hizo falta volver a mencionarlo, estaba en el ambiente”.
Los personajes de García Márquez estuvieron en su vida. Lo que hizo fue llevarlos a una realidad paralela, que tiene vida propia.
Coronel Aureliano Buendía
Cien años de soledad
Apareció por primera vez en La Hojarasca. Es una fusión de los recuerdos de su abuelo, el coronel Nicolás Márquez, como la guerra y los pescaditos de oro, y una crítica a sí mismo. Es solitario, egocéntrico y despiadado. Tiene voluntad de triunfar y alcanzar la fama, la gloria y la riqueza. Protagonista de Cien años de soledad.
Mauricio Babilonia
Cien años de soledad
Aprendiz de mecánico en los talleres de la compañía bananera. Audaz y honesto, empieza una apasionada relación con Meme (Renata Remedios), una de las Buendía. A Mauricio siempre lo seguían mariposas amarillas. Se dice que la historia llegó a Gabo por su abuela, que fue la que cayó en la cuenta de que cuando el electricista iba a la casa, se alborotaban las mariposas.
El coronel
El coronel no tiene quien le escribaEl coronel Nicolás Márquez, inspira esta historia. Gabito lo acompañaba los jueves al correo para saber si había noticias de la pensión por su participación en la guerra, 25 años atrás. También tiene que ver con Gabo y París, la ciudad donde lo escribió: “Yo sé lo que es esperar el correo y pasar hambre y pedir limosna: así terminé en París El Coronel no tiene quien le escriba, que soy un poco yo mismo: igual”.
Úrsula Iguarán
Cien años de soledad
Es uno de los personajes en los que García Márquez puso el sentido del humor de su mamá Luisa Santiaga, que iba de la mordacidad a la alegría. También tiene mucho de su abuela, Tranquilina: hasta el apellido. De su tía Petra Cotes tomó Gabo la ceguera que acompaña a Úrsula en sus últimos días. Esposa de José Arcadio Buendía y madre de José Arcadio, Aureliano, Amaranta y Rebeca. Una mujer fuerte, tenaz, que funda Macondo con su esposo y es enterrada por la sexta generación de los Buendía. Omnipresente y omnipotente. Líder del pueblo, eje de la familia.
Remedios la bella
Cien años de soledad
Una mujer bellísima, ajena a la vida cotidiana. Su belleza atrae a los hombres, pero quienes pretenden consumarlo, mueren de forma inesperada. Remedios no murió igual que todos: se elevó, dijo adiós con la mano, cuando terminaban las cuatro de la tarde, “...y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria”.
Santiago Nasar
Crónica de una muerte anunciada
El 22 de enero de 1951, en Sucre, mataron a Cayetano Gentile Chimento, su amigo. Una muerte que se sumó a la de su abuelo. Este personaje lo exorciza 30 años después. Todos sabían que iban a matar a Santiago Nasar, menos Santiago. Decían que le había quitado la virginidad a Ángela Vicario, y sus hermanos estaban dispuestos a vengarlo.
Florentino Ariza
El amor en los tiempos del cólera
Eterno enamorado de Fermina Daza. Ella, aunque también lo ama, se casa con un médico rico, de buena familia. Él tiene 622 romances, pero nunca se olvida de Fermina. Cuando el esposo de ella muere, aunque han pasado 50 años, 9 meses y cuatro días desde que le profesó su amor, volverá a hacerlo.
El patriarca
El otoño del patriarca
Considerado uno de los mejores libros de García Márquez, porque sorprende -rompe- desde la forma. Es una anciano dictador, que no sabe cuántos años tiene y no estudió, desde el que el Nobel hace una crítica a las dictaduras latinoamericanas y a ese deseo de gloria, de triunfo, de poder sin límites. Es un tirano que utiliza métodos crueles para que se cumpla la ley. Su nombre: Zacarías, se intuye en el texto, aunque “ yo soy yo”, dice el mismo patriarca.
Melquíades
Cien años de soledad
Es el que de vez en cuando trae las noticias, hasta que se queda, del todo, a vivir en Macondo. Es una fusión de Nostradamus, Borges y el mismo García Márquez, dice Gerald Martin en su biografía. “Un genio que se encerró en un pequeño cubículo para condensar todo el cosmos en el espacio encantando”. Auguró el viento huracanado que terminó con Macondo.
Sierva María de todos los Ángeles
Del amor y otros demonios
Después de que un perro la contagia de rabia, se cree que está poseída, por lo que es llevaba a un convento donde se enamora de Cayetano Delaura, el cura que debía exorcizarla. Después de muerta le siguió creciendo el pelo, imagen que Gabo tomó de un cubrimiento periodístico: el cráneo de la joven muerta que vio, tenía mucho pelo y le seguía creciendo.