EPISODIO 3 | EL COLOMBIANO

Tras los pasos de migrantes

Cruzar la frontera, un negocio de $1.900 millones

EPISODIO 3

El Muelle 2 del que salen los migrantes hacia la frontera colombo-panameña es un hervidero de gente atosigada bajo carpas blancas. El sol que empieza a asomarse tras una mañana opaca y calurosa les hace arder la frente, les cubre de un sudor espeso y les da un aspecto grasoso.

Son las 10 de la mañana del jueves 19 de agosto de 2021 y, desde hace cinco horas, ciudadanos extranjeros se agolparon frente a las playas de Necoclí, en el Urabá antioqueño, a la espera de un barco que los lleve a Capurganá, en Chocó.

Separados por vallas de metal de la playa y de los botes que los llevarán a una travesía incierta por la espesa manigua del Tapón del Darién, más de 5.000 migrantes vociferan, muestran sus pasaportes, acomodan equipajes, se empujan; agitan sus “tickets” a hombres de chalecos verdes que organizan el embarque y los enumeran por un megáfono ensordecedor para darles paso a los barcos. En ese ambiente enrarecido por el olor salino del mar, se escucha creol, el francés, el inglés, el español golpeado del cubano y el español cantado del venezolano.

A escasos 20 metros de esa pequeña Torre de Babel donde la confusión es reina y señora, una mujer de pelo cobrizo, manos regordetas y pequeña estatura le explica a un haitiano, con un palo en la arena menuda de la playa, cuál es la ruta a seguir una vez llegue al vecino municipio chocoano. “Vas a llegar al otro lado. Allá te estará esperando este muchacho, a él le entregas el resto del dinero y él te va a acompañar hasta la frontera. De ahí sigues solo, con tu gente”, le dijo.

Junto a ella, un joven moreno y delgado, vestido con un pantalón desteñido que llegaba hasta sus rodillas y una camiseta roja descolorida por el paso de los años, le recibió un billete de 20 dólares al corpulento haitiano. De un pequeño bolso sacó un papel y le anotó un número de teléfono, le entregó un recibo, le dijo que lo esperaría al otro lado y se escabulló entre un maremágnum de rostros expectantes, agitados por la ansiedad de viajar.

Una hora después ella repitió el mismo ritual, esta vez con un cubano que le entregó 40 dólares por el viaje suyo y el de su esposa. Del bolsito sacó el recibo, la tarjeta con el teléfono y le dijo: yo seré su guía hasta la frontera con Panamá.

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FOTOGRAFÍA: MANUEL SALDARRIAGA.

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FOTOGRAFÍA: MANUEL SALDARRIAGA.

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FOTOGRAFÍA: MANUEL SALDARRIAGA.

“Somos guías, no coyotes”

La última resaca de Andrés le duró tres días y solo pudo pararla con jugos de zanahoria y plátano que la abuela le hizo tragar. Fue una fiesta de tres días en la que bebió güisqui hasta caer de bruces en la arena de las playas de Acandí. Hasta allá fue su abuela a recogerlo, para después llevarlo por el “camino de la pasión” hasta la casa, con una “cantaleta que me duró ocho días”, recuerda el chico de 16 años.

Andrés es uno de los guías que trabaja en Capurganá llevando migrantes a Metetí o Yaviza, corregimientos fronterizos panameños hasta donde les está permitido llegar con extranjeros luego de caminarse el Darién. Este morocho que solo quiso estudiar hasta quinto de primaria porque necesitaba trabajar para “ayudar en la casa”, es el mismo que en el Muelle 2 de Necoclí les recibió 20 dólares a un haitiano y 40 dólares a un cubano como pago inicial por la travesía del pasado jueves 19 de agosto.

Para hablar con él fue necesaria la intervención de un líder de la zona. Tras una hora de conversaciones en uno de los hoteles de Necoclí, el guía, a quien llamamos Andrés por seguridad, accedió a contarle a EL COLOMBIANO cómo es el negocio que en un recorrido de dos días puede dejarle réditos por 8 millones de pesos.


Por lo general nos buscan personas recomendadas por otros que ya pasaron." — Andrés (Guía)

“Ellos nos contactan por whatsapp y uno les pone una cita. Uno da una ronda para ver que sí son gente seria y después se les presenta, cuadra el negocio y le ayuda a conseguir los tiquetes para pasar en la lancha hasta Capurganá”, relata.

Los tiquetes comprados legalmente en empresas de transporte en Necoclí les cuestan a los migrantes $160.000 por persona, pero ya en el corregimiento la negociación es a otro precio. Al desembarcar, los guías van a los migrantes y los llevan hasta El Platanal, un sitio en las afueras de este corregimiento que ha visto el boom del billete verde explotar en sus calles. Ahí reclaman el resto del pago cuyo total es de 70 dólares por persona.

Con la conversión del dólar a cambio de hoy del peso colombiano ($3.874), le cobran a cada migrante $271.180; multiplicado por 30 que es el número de personas que pasan, son $8.135.400 en total por una travesía que dura uno o dos días. La tarifa multiplicada por los 300 migrantes que se calculan cruzan a diario por esa agreste frontera, arroja un saldo de $81.354.000 que, calculados en un recaudo semanal promedio, asciende a más de $488 millones de ganancias repartidas entre todos los guías, cuyo número no supo precisar Andrés.

“Suena a mucha plata, pero realmente es poca porque se trabaja, porque usted atravesar esa selva y después devolverse solo es mucho más duro, y eso es lo que nadie entiende”, dice el joven. Pero lo que nadie entiende en realidad es a dónde van los ocho millones que recibe el “guía por cada viaje”, porque ni él supo responderlo.

Alicia, una mujer que alquila por dos dólares su baño a los migrantes para que se aseen, o a un dólar para que “den del cuerpo”, conoce a fondo la renta dejada por el fenómeno migratorio. Esta mujer, de dientes blancos como sal marina, pelo ensortijado y una negrura que brilla al sol, explica que los jóvenes guías no saben de ahorro ni proyectos a futuro, y es ahí donde la promesa de Andrés de “trabajar para ayudar en casa”, se desvanece, como se desvanecen las esperanzas de migrantes que no logran vencer la fiereza de la selva.

“¿Qué hacen ellos con la plata? Sencillo, hacen un paso (caravana) y juntan dinero y el fin de semana se compran chanclas de $300.000 porque no les gustan los tenis; se compran jeans de $500.000 y camisas de $200.000 o $300.000. Se emborrachan con güisqui y se les olvida que el techo se les cae a pedazos y la casa es de madera, y eso que son muy vanidosos”, dice Alicia mientras se mete entre sus enormes senos un fajo de billetes verdes, y agrega que, a veces, los “muchachos” tienen dos mujeres por mantener.

Indica, además, que el paso de migrantes lo ven como una oportunidad para ganar dinero en un territorio abandonado por el Estado, donde no hay oportunidades de estudio o trabajo digno. Por eso están acostumbrados al rebusque, a ganar dinero por empujar una lancha varada, por pasar personas por la frontera, por cargar maletas a los turistas o por pescar coca en el mar.


“Es triste escuchar a los niños que ya no quieren volver a la escuela, prefieren quedarse tardes enteras a orilla del mar y aprender a ser guía como un tío, un primo u otros jóvenes que viven de pasar caminantes y se conocen las trochas como su mano”, dice, “pero ellos prestan un servicio, no hacen daño a nadie”, dice la matrona.

Andrés, con su hablado desparpajado desmiente a Alicia, y también desmiente la versión que detrás del paso de migrantes están las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (Agc) o Clan del Golfo que, según un investigador judicial, cobra un porcentaje por cada persona guiada y la tarifa está entre 40 y 50 dólares, es decir, entre $154.960 y $193.700.

“Eso es mentira, esa gente no se mete con esto porque a ellos lo que les da plata son otro tipo de negocios”, dice Andrés. Este guía asevera que en la soledad de la espesa selva no se ven hombres armados, por lo menos no del lado colombiano. “Allá solo se ve y se siente el sonido de los micos, los tigrillos, las chicharras y los pasos del migrante”.

La versión del guía es corroborada por un habitante de la región. Contrario a los señalamientos de la Policía y el Ministerio de Defensa, esta persona asevera que al Clan del Golfo no le interesa meterse en este tipo de negocios por dos razones: la primera, porque para ellos es más lucrativo el narcotráfico; y la segunda, por toda la normatividad internacional que recae sobre el tráfico de personas. Aun así es difícil desconocer que 348 millones de pesos que recibirían las Agc en un promedio semanal (más de 1.394 millones de pesos mensualmente) es una cifra nada despreciable para un grupo que debe mantener un ejército en una guerra librada contra el Estado colombiano y otras estructuras ilegales.

“Ellos no van a dejar la marmaja que les deja el negocio de la coca por las minucias de pasar personas que lo único que hace es calentarles las rutas”, dice el habitante.

“El Clan sí tiene que ver”

El paso de migrantes por la frontera colombo-panameña es una práctica que se hace a la luz de las autoridades colombianas, pese a que está tipificado como delito en el artículo 188 del Código Penal.

“El que capte, traslade, acoja o reciba a una persona dentro del territorio nacional o hacia el exterior, con fines de explotación, incurrirá en prisión de trece (13) a veintitrés (23) años y una multa de ochocientos (800) a mil quinientos (1.500) salarios mínimos legales mensuales vigentes”, dice la norma; sin embargo, Andrés, que ya se sabe este artículo de memoria como si fuera un abogado experimentado, expresa, mientras se encoge de hombros, que a él las normas no le darán de comer.

Se hace tan de frente esta práctica que, en la salida hacia El Platanal, lugar donde empieza la trocha para los migrantes en Capurganá, se ven los motocarros atiborrados de extranjeros prestos a atravesarse el Darién por perseguir un sueño. Se ven los dólares empuñados en las manos de los guías, las instrucciones, los paz y salvo verbales para cruzar.

Andrés y el habitante insisten en que en el negocio no tiene nada que ver las Agc y que no le pagan un porcentaje por pasar migrantes. Lo que sí enfatizan es que las Agc sí tienen el control del orden en la región, como ocurrió el pasado 3 de enero cuando una lancha que transportaba a 17 adultos y cuatro niños haitianos se volcó en Bahía Pinorroa, frente a las playas de Capurganá. Dos personas murieron, o por lo menos eso señalan los informes judiciales: Stephiadyne Stecia, una niña de seis años; y Maryori Valcin, una madre gestante.


De una hicieron una reunión con los jefes de los transportadores y de embarcaciones y prohibieron que siguieran pasando gente por el mar porque ese incidente les llevó Policía, Armada y Fiscalía a sus territorios." — dice un habitante

Aunque todos niegan en Necoclí y sus alrededores la incidencia de las Agc en este negocio, el ministro de Defensa, Diego Molano, dijo en su última visita a la zona el pasado 31 de julio: “No le permitiremos al Clan del Golfo, ni a ningún grupo al margen de la ley, que instrumentalice los migrantes o habitantes de Necoclí para conseguir recursos que alimenten actividades ilícitas”.

El director de Migración Colombia, Juan Francisco Espinosa, señala que alrededor de la práctica de pasar personas por la frontera “hay estructuras de tráfico de migrantes. Lamentablemente la moneda de pago muchas veces es la trata de personas y la explotación sexual, la explotación laboral y hasta matrimonio servil en donde no hay distinción entre hombres y mujeres”.

Espinosa enfatizó, además, que muchos de los migrantes son utilizados para pasar cocaína en una modalidad conocida como el hormigueo, donde los que pasan la frontera llevan en sus morrales pequeñas cantidades de droga para lograr su movilización en caso de no tener dinero con que pagarle al “coyote”. Por estos delitos fueron capturadas 200 personas según Migración Colombia, y en 2021 se han detectado más de 25.000 migrantes irregulares en el país.

Ante la falta de nombres de los responsables, EL COLOMBIANO contactó al comando de Policía Urabá para buscar respuestas, pero fue difícil la comunicación. Desde la institución policial indicaron que el comandante se encontraba en reunión con todos los directores y con el presidente Iván Duque, en Bogotá. Además, que había un mayor encargado, pero este no estaba autorizado para dar información.

Luego, en la Región 6 de Policía, que agrupa a Urabá, indicaron que se les enviaran las preguntas; primero señalaron que responderían algunas, pero después expresaron que el tema es con Migración Colombia. La respuesta desde la Armada Nacional fue igual a la de la Región 6 de la Policía.

El viernes 20 de agosto, Andrés incumplió una cita con EL COLOMBIANO para profundizar el tema de migrantes y llevarnos al paso fronterizo. Lo encontramos en la playa de Necoclí tomando cerveza. Tenía gafas de colores y una camisa playera. Junto a la mujer regordeta de cabello cobrizo, daba instrucciones a un grupo de hombres afros. Al ver al equipo periodístico se esfumó entre los miles de extranjeros que agolpados entre los vendedores del malecón de Necoclí, compraban botas y alimentos para realizar la travesía por la selva que les dará la libertad.

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FOTOGRAFÍA: MANUEL SALDARRIAGA.

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FOTOGRAFÍA: MANUEL SALDARRIAGA.

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FOTOGRAFÍA: MANUEL SALDARRIAGA.

- PARA SABER MÁS -

UNO DE LOS CASOS MÁS SONADOS

El 19 de marzo de 2019, la Fiscalía capturó a Ludis María Rivera González, más conocida como “Mamá África”, señalada de ser la cabecilla de una red de tráfico de migrantes sindicada de la muerte de 19 personas que naufragaron en el mar Caribe. Junto a ella fueron capturadas otras seis personas. De acuerdo con las investigaciones, los señalados integrantes de la red ilegal recibían ciudadanos de El Congo, Eritrea, India, Cuba y Haití que ingresaban irregularmente a Colombia por la frontera con Ecuador. Los migrantes iniciaban su recorrido en Ipiales (Nariño) y por vía terrestre eran trasladados hasta Turbo o Necoclí (Antioquia). En este punto, los extranjeros quedaban a cargo del grupo que cobraba 300 dólares por transportarlos a Capurganá y Bahía Solano (Chocó). El 28 de enero, mientras los llevaban de noche a la frontera, la lancha naufragó.

- EPISODIO 1 -

Tapón del Darién: CRUZAR EL INFIERNO POR LA REDENCIÓN DE UN SUEÑO ESQUIVO

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- EPISODIO 2 -

Tapón del Darién: Sueño en dólares, el motor para atravesar el Darién

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- EPISODIO 4 -

Tapón del Darién: Van 50 niños que cruzan solos los peligros del Darién en 2021

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