Una de esas muertes corresponde a la de un menor de edad, cuyo cuerpo sin vida se encontró el pasado 6 de junio en el río Turquesa, como confirmó a EL COLOMBIANO la Fiscalía panameña, regional Darién. Lo que tratan de identificar los investigadores es si la persona muerta es migrante o un integrante de la etnia Emberá Waounaan, residentes en esta zona, quienes cobran entre 20 y 30 dólares a los que osan pasar por sus predios.
Además, como lo confirmó a este diario Susan Torres, comisaria de familia de Necoclí, hasta el 10 de agosto de 2021, 620 niños sortearon los peligros de esa frontera verde acompañados de sus padres.
Torres explica que en ese paso enmarañado todas las personas son vulnerables, pero más los niños que se enfrentan a peñascos y crecientes de ríos, a picaduras de insectos que los hacen rascarse noche y día y les dejan heridas abiertas; a mordeduras de serpiente, y por eso es común ver a los migrantes embadurnarse de aceite en la espesa manigua para evitar ser alcanzados por los colmillos de una culebra.
A veces les toca bañarse o beber agua de los ríos en los que en ocasiones hallan personas muertas, causándoles llagas, vómitos o diarreas.
“Lo que Colombia puede hacer es brindar atención humanitaria. Entre el hospital y la Cruz Roja se les brinda atención primaria y de urgencias, y como ellos no tienen acceso a un tratamiento médico, si una persona se enferma es la obligación del Estado atenderla; y si necesita atención especializada, se manda a Medellín o a Montería”, relata Torres.
Joseph, un haitiano fornido, de camisa ancha y gorro de lana, no aguantó más ese viernes el desespero de su hijo que lleva dos noches sin poder dormir con un llanto que parece no tener fin, y se fue a hacer fila a la carpa de la Cruz Roja. Al revisarlo, el médico le diagnosticó fiebre y dolor de oído. Tras la atención, Joseph y su pequeño recibieron los medicamentos. De un morral sacó un tetero con agua y le dio dos pastillas. Minutos después, sintió su bebé dormir, y entonces lloró sobre la baranda que separa a los migrantes del mar.
Más allá de las enfermedades, lo que más les preocupa a las autoridades colombo-panameñas es que hay abandono de pequeños que caminan esa selva como pueden, información corroborada por Torres, quien asevera que en sus relatos los migrantes señalan haberse encontrado niños dejados a su suerte y que son llevados por ellos a los puestos de control de las autoridades panameñas.
Samira Gozaine, directora de Migración de Panamá, afirma que en 2021 van 50 niños que llegaron sin acompañante al poblado Bajo Chiquito, el primer caserío que se encuentra del lado panameño después de cruzar el Darién.
Somos países de tránsito, entendemos que debe existir una corresponsabilidad de todos los países de la región, un respeto a los derechos humanos y luchar contra el crimen organizado" — dice Gozaine