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Te echas la bendición y fuímonos”: así se mueve la nueva diáspora de colombianos sin papeles que busca el sueño americano

CIUDAD JUÁREZ, MÉXICO - 20 DE DICIEMBRE Crece tensión en el Río Bravo, luego de que decenas de migrantes se concentraran con intención de ingresar al país vecino, luego de que Estados Unidos impidiera el cruce de migrantes, en la zona de El Paso, a través de una barrera militar y un cerca de alambre de púas, en Ciudad Juárez, México. Foto: GettyImages

Solo entre enero y marzo 40.676 connacionales fueron detenidos por la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos en su intento de migrar de forma irregular. Los caminantes pagan hasta 7.000 dólares por atravesar el muro, 4.000 por transitar una ruta “VIP” en el Caribe y 700 por el paso por el Tapón del Darién.

Por: Juliana Gil Gutiérrez

Andrey Jiménez se tapó el rostro con una camisa que hacía las veces de pasamontañas. No estaba atravesando el monte, tampoco el Tapón del Darién para pasar de Colombia a Panamá y seguir la ruta por Centroamérica hacia Estados Unidos. Él iba en una lancha rápida cruzando desde la isla de San Martín hasta las Islas Vírgenes estadounidenses para coronar su sueño americano.

El conductor de la lancha, un sujeto dominicano de pocas palabras, fumaba marihuana mientras manejaba. También el otro hombre al que le había pagado el pasaje y quien hacía las veces del asistente del timonel. No llevaban un GPS que les mostrara el camino. La lancha blanca sin insignias ni nombres tenía capacidad para 18 personas, pero cargaba a 35 –casi el doble de su capacidad– y solo el reflejo de la Luna sobre el Caribe les servía de luz en medio de la oscuridad del mar.

Se encomendó a Dios. Al mismo Dios al que desde su casa en Santa Rosa de Osos, Antioquia, le pedía que lo llevara a Estados Unidos desde que estaba en el bachillerato, convencido de que trabajar unos años allá, ganando en dólares y con un tanto de sacrificio, podría asegurarse la buena vida que tuvieron sus familiares que aplicaron la misma fórmula, pero en los 2000: viajar de irregulares para regresar con de qué vivir.

“Solo te cubres bien la cara para que no te vayas a quemar, te echas la bendición y agarras tu ropita en una bolsita de basura para que no se te moje… Y fuímonos”. Ese relato lo cuenta desde Boston, donde lleva casi dos años trabajando a tres turnos para juntar ahorros que le permitan comprar vivienda propia en el pueblo y montar un negocio.

Ese viaje en lancha fueron solo 10 horas de una travesía de dos meses. Desde su pueblo contrató a un coyote que prometió llevarlo desde las Bahamas hasta Miami por 14.000 dólares en cuatro días, pero los planes se descuadraron.

El itinerario fue así: viajó a Curazao como turista en un vuelo comercial; parecía de paseo porque solo empacó 4 pantalonetas, igual número de camisetas, la billetera, el pasaporte y el celular. Allá, en Curazao, estuvo 26 días escondiéndose de las autoridades porque cada que iba a zarpar por el mar las condiciones climáticas no le favorecían y terminaba regresando a tierra firme. En el cuarto intento de un día de diciembre, cuya fecha no recuerda, después de Navidad y antes de Año Nuevo, llegó a las Islas Vírgenes. Allá, aunque en una zona insular, ya estaba en Estados Unidos.

184.910 migrantes en la diáspora pospandemia

Andrey es uno de los 130.971 connacionales víctimas de violencia, pobreza y exclusión que se fueron sin papeles en el último año a ese país. La cifra la entrega la Procuraduría y el número es apenas un segmento del retrato de la nueva fase de la migración irregular a Estados Unidos. El mismo embajador de Colombia en ese país, Luis Gilberto Murillo, reconoció que “las cifras lo que nos muestran es que, después de la pandemia, aumentó significativamente la migración irregular. Esto queda en evidencia por los encuentros que se han tenido en la frontera y por lo que hemos evidenciado hablando con los cónsules, que trabajan al límite”.

La incertidumbre es mayor desde esta semana, cuando dejó de aplicarse el Título 42 que se había aplicado para expulsar a los migrantes por la pandemia del covid-19. Ahora solo opera el Título 8 que permite deportaciones expeditas. La ruta que siguió Andrey para pisar ese sueño es menos transitada que el camino terrestre por el Tapón del Darién, pero igual de incierta.

El plan en las Islas Vírgenes era agarrar un vuelo a Boston con una identificación falsa que le prometió el coyote, “pero el man no tenía la vuelta muy clara, nos robaron la platica y estuvimos ahí otro mes completico... Un mes escondidos”.

Las cuentas de un viaje que costaría 14.000 dólares pasaron a 18.000, casi 70 millones de pesos para el cambio de la divisa en ese momento. Se le acabó el dinero y decidió entregarse a las autoridades migratorias en el aeropuerto.

Como solicitante de asilo y solo porque ya tenía familia dentro del país, consiguió un permiso que lo llevó hasta el interior y –desde entonces– está trabajando en restaurantes a la espera de que le salga un documento que lo termine de regularizar. Él cruzó, pero hay otros que no lo han conseguido. Entre enero y marzo de 2023, 40.676 connacionales fueron detenidos en la frontera entre Estados Unidos y México por alguno de los 24.000 oficiales de la Patrulla Fronteriza que la custodian. Comparado con los promedios históricos, la cifra es tan alta que Colombia se convirtió en el quinto país del que llegan más migrantes a ese territorio después de los centroamericanos y de Venezuela .

La camioneta y el coyote

Los números muestran que la movilidad humana bate sus propios récords. 130.971 colombianos fueron detenidos en 2022, doce veces la cantidad de personas que fueron interceptadas por los oficiales migratorios para 2021 (10.495) y 47 veces más de los detenidos de 2020, que fueron 2.768. A la fecha, los traficantes de personas siguen vendiendo viajes pese a que desde la Casa Blanca repiten una y otra vez que la frontera está cerrada para los irregulares.

Así lo advirtió el ministro consejero de la Embajada de Estados Unidos en Colombia, Brendan O’Brien: “Estados Unidos sigue aplicando estrictamente sus leyes en la frontera. Los migrantes que no tengan una base legal para permanecer en el país serán expulsados”. Las autoridades lo dejan claro, pero los traficantes siguen ofertando viajes que engañan a las personas.

“Tenemos una pasada que tiene que caminar 20 minutos de Juárez a El Paso y ahí ya agarra el avión a destino. Está muy padre, no va a cruzar ríos, muros y desierto”. Esa oferta la hace un coyote por WhatsApp. Su nombre es Jorge y promociona sus servicios por una página de Facebook en la que monta fotos de una camioneta blanca en la que promete llevar a la gente por “una puertica” que está en el muro.

El negocio se comienza a transar por redes sociales y se concreta cuando el cliente llega a Ciudad Juárez con los 7.000 dólares en efectivo que pide. Para convencer al comprador, envía 23 videos con testimonios de quienes cruzaron con él en los que mujeres con niños, una adolescente sola y grupos familiares posan frente a la cámara: “Soy Basilio y estamos en Las Cruces, hoy 5 de mayo”, recita uno de ellos.

EL COLOMBIANO tuvo acceso a ese material después de intercambiar chats y llamadas con el sujeto para cotizar la ruta. Cuando su usuaria es una mujer, le promete que siempre va a andar acompañada de los guías y le aclara, eso sí, que va a pasar de irregular por El Hueco, porque con él documentos oficiales no hay. El acuerdo queda en que se le avisará tres días antes del viaje para que aliste la camioneta.

La promesa de cruzar no es garantía de nada, como le sucedió a los 346 connacionales que llegaron deportados esta semana entre las que está Mábel Gómez, quien viajó desde el Tolima a Ciudad Juárez para entrar por El Paso, Texas. A diferencia de Andrey, no lo consiguió.

Despertar del mal sueño

Los 16 millones de pesos que gastó Mábel para viajar con sus cuatro hijos a Ciudad de México y salir desde allí para Texas se perdieron en el aire cuando aterrizó otra vez en Bogotá, el que había sido su punto de partida, en un vuelo con 209 deportados que se montaron al avión esposados de manos, pies y cintura. Aterrizó el martes y ellos hacen parte del grupo de 14.000 que serán regresados desde los centros de detención de migrantes en las próximas semanas. Un regreso que no estaba en sus planes.

Mábel no le pagó a un coyote. Buscó en internet cómo migrar y se guió por lo que encontró en grupos de Facebook, compró un tiquete comercial de Bogotá a Ciudad de México, desde allí tomó un bus a Ciudad Juárez y se presentó en El Paso porque sabía de otros a los que habían dejado pasar manifestando que necesitaban protección internacional. No fue su caso. Los oficiales le quitaron el celular, los documentos y el equipaje y la llevaron a un salón grande en el que estaban unas 50 personas más de varias nacionalidades, la mayoría mujeres con sus hijos esperando lo mismo que ella: el boleto de permiso para entrar al sueño.

En ese salón que hacía las veces de celda el aire acondicionado estaba tan helado que sentía que el frío le quemaba la piel, así como el viento de la noche del Caribe golpeaba el rostro de Andrey en su tránsito por lancha.

“Nos entregaron una bolsa de aluminio como cobija. No podíamos bañarnos, tampoco cepillarnos los dientes: en dos semanas solo tuve derecho a dos baños. Cuando nos servían la comida uno veía esos procesados de otra manera, a los niños les daban golosinas que ni se las comían. Algunos alimentos producían sueño”, denunció Mábel.

Así pasaron 14 días. Después, el lunes de esta semana, todo pasó rápido. La sacan de la celda. La sientan en una silla. Le prometen que irá a otro albergue. Ella pide un juez. Le dicen que tenga paciencia. La encadenan con esposas, “como se encadena a un preso”. Su hijo de 17 años se desmaya, al joven un oficial le grita que “no sea maricón”. Los suben a un bus.

Encadenados y deportados

Ese relato de Mábel coincide con el de Jérson González, quien iba en el mismo lote de buses en el que transportaron a los migrantes del centro de reclusión al aeropuerto: “Era una cárcel. Un calvario, donde a uno lo tienen las 24 horas con una luz en tu cara para que no duermas, con aire acondicionado todo el tiempo. Estuvimos en esas condiciones diez días”.

Salió de Bucaramanga a Bogotá, tomó un avión rumbo a Ciudad de México y –desde allí– un bus a Ciudad Juárez para caminar hasta la puerta 40. La misma ruta que usó Mábel, estuvo en el mismo centro, pero en el pabellón de hombres. A su esposa y a su hija de 16 años las llevaron al sector de las mujeres. Él se quedó solo y no tuvo noticias de ellas durante ocho de los diez días de la retención.

Al momento del regreso se reencontraron. Sólo se dieron cuenta de que estaban siendo deportados porque al montarse al avión encontró sus pertenencias con un letrero que las marcaba: “Colombia”. “Nos encadenaron y nos subieron al avión. A veces nos hablaban en español, otras en inglés. Se reían en la cara porque uno les decía que por Dios nos dieran información”.

La ruta de Colombia a México por avión para luego intentar cruzar la frontera terrestre es tan frecuente que motivó la implementación de controles a los turistas colombianos en México. En números, la proporción de quienes llegan desde Colombia es considerablemente menor a la de los que retornan (ver infografía). Solo en febrero, 81.452 personas despegaron desde Colombia hacia México, mientras que apenas 64.556 regresaron. En meses como octubre de 2022, 204.386 viajaron hacia allá, pero solo 153.678 tomaron un vuelo para volver. ¿A dónde se van los que no regresan? La posible respuesta: El Hueco.

Hay tres caminos para llegar y cada uno tiene tantas bifurcaciones como carreteras que atraviesan México y Centroamérica. Pasar el Tapón del Darién por 300 o 700 dólares para recorrer el continente a pie y en bus, aterrizar en México para tomar flota hasta la frontera; o la ruta VIP, que vale entre 3.000 y 5.000 dólares, que pone a los migrantes en un aparente viaje turístico a San Andrés, desde donde los cruzan en lancha hacia Corn Island o Bluefields, en Nicaragua, y desde allí toman la misma senda de los caminantes. En esa ha habido 6 naufragios que han dejado a 59 personas desaparecidas.

“Migrar no es como lo pintan”

Hay una opción más que tomó Manuel*. Como no tenía visa de turista y a su mamá ya se la habían negado, optó por solicitar una visa de estudiante para viajar a Miami y se quedó trabajando de forma irregular hace un año. “Mi plan es ahorrar dinero y devolverme para Colombia, porque acá la vida no es como la pintan otras personas. Empezar aquí es muy difícil”, se queja. Desplazarse en transporte público le puede tomar hasta 3 horas por trayecto, conseguir una habitación a un precio módico es una tarea titánica y, a pesar de que es una ciudad donde el 68% de la población es de origen hispano, se necesita saber inglés para conseguir un trabajo bien remunerado. La vida es sola, muy sola, cuando se compara con vivir en Medellín.

La ruta de Colombia a México por avión para luego intentar cruzar la frontera terrestre es tan frecuente que motivó la implementación de controles a los turistas colombianos en México.

En números, la proporción de quienes llegan desde Colombia es considerablemente menor a la de los que retornan (ver infografía). Solo en febrero, 81.452 personas despegaron desde Colombia hacia México, mientras que apenas 64.556 regresaron. En meses como octubre de 2022, 204.386 viajaron hacia allá, pero solo 153.678 tomaron un vuelo para volver. ¿A dónde se van los que no regresan? La posible respuesta: El Hueco.

Él ya se puso una fecha límite: solo se quedará un año más para ahorrar y regresar a Colombia, el mismo objetivo que se trazó Andrey en Boston o Julián (ver historia anexa). La diáspora busca echar raíz en un sueño americano tan agreste como el viaje sin papeles a Estados Unidos.

*Nombre cambiado a petición de la fuente

Créditos

- Luz María Sierra | Directora
- Daniel Rivera Marín | Editor general
- Daniel Valero | Macroeditor Actualidad
- Juliana Gil Gutiérrez | Coordinadora y periodista
- Tobías Aristizábal | Diseño web
- Néstor Alonso López López | Periodista
- Sebastián Carvajal y Daniela Sánchez | Edición audiovisual
- El Colombiano, AFP y GettyImages | Fotografías
- Ricardo Ramírez y Daniel Carmona | Infografía
- Ana María Plata | Redes sociales