La criminalidad en Medellín es diferente al resto de las ciudades colombianas. La muerte parece, aunque nos duela en el alma, tan arraigada a nuestro devenir como la misma idea de ser exitosos. Es la peste, una contracultura tan fuerte que solo los abuelos, quizás, alcanzaron a disfrutar de esta urbe sin soportar la zozobra por un paisano asesinado a diario.
Miles de millones de pesos se han invertido en seguridad, en programas educativos, en estrategias para generar empleo, en infraestructura para vincular a los suburbios con el desarrollo progresista del resto de la ciudad, y hoy seguimos en la misma intranquilidad de hace 30 años. ¿Por qué?