Un fuerte olor a cloro en la habitación, un incipiente rastro de sangre, un hacha y un carné de un funcionario público abandonado, hicieron temer lo peor a los miembros de la Fuerza Pública que penetraron en el inquilinato.
Las horas de angustia y un escabroso hallazgo confirmarían lo que todos temían: mataron al fiscal.